Manuel Casado Velarde, Académico correspondiente de la RAE, catedrático de la Universidad de Navarra, investigador principal del proyecto ‘Discurso público' del Instituto Cultura y Sociedad
El nuevo Diccionario de la Academia
Han pasado trece años desde la última edición del Diccionario de la lengua española (DRAE) de la Real Academia Española, los trece primeros años del siglo XXI. Un siglo en el que se vive una asombrosa innovación y aceleración en muchos aspectos de la vida, efecto, en gran parte, de la informática y de las comunicaciones.
Sin entrar aquí en los cambios producidos en las definiciones de algunas palabras (como 'adulterio', 'nacionalismo', 'matrimonio', 'pelotazo', 'sostenible', 'troyano', etc.), cambios que pueden ser mucho más revolucionarios y discutibles que la introducción de este o aquel extranjerismo, la cosecha de palabras nuevas en esta edición es abundante. Y eso que las academias se tientan mucho la ropa antes de franquear sus páginas a un neologismo.
Si nos fijamos en las nuevas palabras que aparecen en el DRAE, comprobaremos que la innovación léxica va pareja a la innovación social. La radiografía que hace del idioma el nuevo diccionario oficial nos da un diagnóstico bastante certero de la cultura actual o, por decirlo con Vargas Llosa, de «la civilización del espectáculo».
Como era de esperar, el pujante progreso material se encuentra ampliamente representado. Abundan los neologismos que designan instrumentos, técnicas, aplicaciones informáticas que las nuevas tecnologías han puesto a disposición de millones de personas en todo el mundo. Ahí están 'blog', 'chat', 'tuit' y derivados ('bloguero', 'chatear', 'tuitear', 'tuiteo' y 'tuitero'); el sustantivo 'internet', con minúscula, o el adjetivo 'hipertextual', sin olvidar nombres como 'aerogenerador', 'dron', 'flap', 'nanotecnología', 'portahelicópteros' y 'portamisiles', 'videovigilancia'.
Las academias, notarias al fin y al cabo del uso real de la lengua que hacen los hablantes, no tienen más remedio que seguir admitiendo a esos esqueletos de palabras que llamamos siglas, y que resultan, sin embargo, tan prácticas y económicas para bautizar los inventos tecnológicos y sus aplicaciones: ABS, ADSL, USB, GPS, SMS. Pero no solo en esas áreas crecen las siglas. También las empleamos para designar asuntos menos técnicos, como el DNI, el NIF, o una ONG, sin contar con las que se han convertido en otras tantas palabras corrientes que escribimos con minúsculas, como 'cederrón', 'led', 'ovni', 'pin', 'sida', algunas de ellas ya registradas en la anterior edición del DRAE; o con derivados de siglas como 'sidoso', 'ugetista' o 'pepero'.
También son numerosos los neologismos en el ámbito de la alimentación, una de las pocas cuestiones que siguen generando hoy consenso. Aparte de los vulgarismos 'papear' y 'papeo', con larga vida en los arrabales del idioma, o las adaptaciones del inglés 'vegano' y 'veganismo', relativas a la actitud de rechazar alimentos o artículos de consumo de origen animal, el DRAE ha abierto sus puertas a vocablos como 'brócoli', 'carbonara' (tallarines a la carbonara), 'chopito', 'chucrut', 'confit', 'crocanti', 'sushi' o 'tofu'.
El mundo de los deportes ha dejado voces relacionadas con prácticas deportivas como 'aerobismo' (más propia de América), 'barranquismo', 'cicloturismo' y 'cicloturista', 'futbito'. Y otras vinculadas al deporte como 'antidopaje', 'mediocampista', 'melé', 'órsay', 'paradón', 'pichichi', 'plusmarca', 'réferi' o 'sparring'. Y por lo que se refiere al 'entretenimiento' (palabra, por cierto, necesitada de nueva acepción en el DRAE), se da entrada a palabras como 'fanzine', los adjetivos 'jazzista' y 'jazzístico', 'manga' (cómic de origen japonés), 'miniserie', 'rap' y 'rapero', 'rocanrolero', 'sudoku' y el verbo 'zapear'. No deja de llamar la atención la presencia de voces relativas a enfermedades, sobre todo fobias y adicciones ('amaxofobia', 'farmacodependencia', los adjetivos 'bulímico' y 'obsesivo-compulsivo'), el acortamiento coloquial 'neura', o la introducción del sufijo -'manía', tan útil para bautizar impulsos obsesivos o hábitos patológicos. Y en relación con la medicina, ingresan en el DRAE 'adenovirus', 'anticoagulante', 'antisida', 'endorfina', 'mercromina', o adaptaciones del inglés como 'baipás' o 'estent'. A lo que podríamos denominar formas de vida o modas (contra)culturales hacen referencia palabras como 'camp', 'friki', 'jipismo', 'malditismo', 'okupa' y 'okupar' (así, con k), 'paganini', 'pasotismo', 'psicodelia', 'punki' ('punk' ya estaba en la edición anterior, aunque en cursiva; ahora se afianza escrita en redonda).
También las corrientes ideológicas han dejado sedimentos en el DRAE. El prefijo 'anti' ha dado lugar a formaciones como 'antibelicista', 'antieuropeísmo' y 'antieuropeísta', 'euroescepticismo' y, claro está, 'antinorteamericano', 'antioccidental', 'antisistema'. Encuentran ahora acomodo los adjetivos 'multiétnico' y 'multirracial', así como las voces 'mundialización' y 'mundializar', al lado de 'globalización' y 'globalizar', presentes ya estas dos últimas en la anterior edición. Dicen igualmente relación a movimientos o ideologías políticas o religiosas vocablos como 'islamización', 'panarabismo', 'sunita' o 'suní', 'yihad'; 'rojerío', 'rojillo' o 'sociata', 'ultraderechismo' y 'ultraizquierdismo'. Los términos 'ayatolá' o 'talibán' estaban ya incluidos en la edición de 2001. Pero aún no figuran palabras como 'sharia' 'ley islámica', 'sheik' 'dirigente árabe' o 'shoah' 'holocausto, aniquilación judía por la Alemania nazi', de uso tan frecuente. Y en vano buscaremos 'ébola'. Y es que un diccionario impreso envejece antes de salir. El futuro pertenece a la edición digital. ¿Estaremos ante la última edición impresa del DRAE?