José Javier Azanza, Profesor de Historia del Arte de la Universidad de Navarra
Un campo de primera...
El arquitecto quiso trasladar el ambiente de San Juan: gradas pegadas al césped para sentir el aliento del público
Aquel 9 de abril de 1965, los cincuenta socios compromisarios que asistieron a la Asamblea Extraordinaria convocada por el presidente, Jacinto Saldise, iban a tomar una decisión que marcaría el futuro del Club Atlético Osasuna: la venta del campo de San Juan y la construcción de un nuevo estadio. La revalorización de los terrenos ante el avance urbanístico del Tercer Ensanche y la deuda económica que arrastraba el club que obligó a la venta de cotizados jugadores como Ignacio Zoco, Félix Ruiz y Pedro Mari Zabalza, fueron factores de peso para que el campo que durante poco más de cuarenta años había visto crecer a Osasuna como entidad y como equipo, dijera adiós en breve.
El telón se bajó el 7 de mayo de 1967, con la victoria rojilla (2-0) en partido copero disputado ante el Elche; Fanjul y Beci fueron los últimos anotadores, antes de que las excavadoras dieran con sus tribunas y graderíos en el suelo.
Ubicación; el Soto del Sadar
Tomada la decisión de abandonar San Juan, resultaba imprescindible localizar unos terrenos con la amplitud suficiente para ubicar en ellos el nuevo estadio con sus instalaciones deportivas anexas. La Junta Directiva estudió diversos emplazamientos: en unos terrenos cercanos al Hospital Civil, en Mendillorri, en Mutilva y en el Soto de
Una de las grandes novedades fue la luz artificial, con cuatro torres con 36 proyectores
Lezkairu. Finalmente, el lugar elegido fue el Soto del Sadar, en una amplia superficie del Plan Sur que había recibido la clasificación de zona deportiva.
En este emplazamiento, bien comunicado aunque alejado del centro urbano como en su día lo estuviera San Juan, comenzaría a escribirse una nueva página de la historia de Osasuna.
El proyecto: los planos de Tomás Arrarás
La Junta Directiva encargó el proyecto del nuevo estadio al arquitecto pamplonés Tomás Arrarás Larrea, el mismo que en 1956 había diseñado los planos para la última reforma del campo de San Juan que le habían proporcionado una capacidad para 20.000 espectadores.
Gran aficionado de Osasuna, Arrarás planteó un recinto que se ajustara al máximo a la filosofía de un equipo y de una afición como los de Osasuna. De ahí que concibiera un estadio que mantenía el espíritu de San Juan, con un aforo y unas dimensiones del terreno de juego muy parecidas, y unas gradas pegadas al césped para que se dejase sentir con la mayor fuerza posible el aliento del público. Junto a ello, lograr las máximas condiciones de visibilidad y comodidad fueron los dos ejes rectores de su proyecto.
El arquitecto firmó los planos definitivos entre agosto y octubre de 1966. El aforo total alcanzaba los 23.283 espectadores, de los cuales 7.334 eran de asiento, y los 15.949 restantes de pie. Con una estructura de hormigón armado para todo el campo, el graderío se caracterizaba por su homogeneidad de conjunto, y quedaba protegido por una cubierta metálica que se levantaba sobre postes de hierro, elemento que Arrarás consideraba indispensable para un clima lluvioso como el de Pamplona.
El cierre exterior del estadio se mostraba sobrio y funcional, formando pórtico, con paramentos y celosías de ladrillo y puertas metálicas de acceso. Tan sólo había una pequeña concesión a lo ornamental en la fachada de Grada Lateral, donde quedó instalado el escudo del club acompañado del nombre y año de inauguración del estadio. También se colocaron aquí los mástiles de las banderas de los equipos, cuyo orden reflejaba el de la tabla de clasificación.
La construcción: con cuatro torres de luz
Superados diversos trámites burocráticos, las obras dieron principio en octubre de 1966 a cargo de la empresa constructora Erroz, SA, que en menos de un año llevó a cabo los trabajos de construcción. Se emplearon 14.000 metros cúbicos de hormigón, dentro de los cuales iban 500.000 kg de hierro, y otros 350.000 kg para la estructura de la cubierta.
Una de las grandes novedades fue la iluminación artificial, cuyo montaje correspondió a la firma Ignacio Soria, SA. En los ángulos del estadio se levantaron cuatro torres de 38 m. de altura, cada una de las cuales incorporaba 36 proyectores de luz, a los que se sumaban otros 38 focos de refuerzo emplazados en las bandas. Por fin podría Osasuna disputar partidos nocturnos, algo que fue imposible en San Juan al carecer de luz artificial.
A la magnífica imagen que ofrecía el nuevo estadio contribuyó su cuidado césped, único en España por su composición de cuatro hierbas distintas.
Inauguración: torneo triangular
A la finalización de las obras, y como preámbulo al inicio de la temporada 1967-68, tuvo lugar el acto inaugural del estadio, para el cual el club rojillo organizó un torneo triangular que contó con la participación del Real Zaragoza y del Vitoria de Setúbal, campeón de la copa de Portugal; este último sustituyó al Español, que no pudo acudir al torneo como estaba previsto debido a un cambio de fechas de última hora. Llegó así el sábado 2 de septiembre de 1967, día clave en la historia de Osasuna. A las siete de la tarde, con la presencia del Delegado Nacional de Educación Física y Deportes, Juan Antonio Samaranch, y del presidente de la Federación Española de Fútbol, José Luis Costa, el párroco de San Fermín D. Tomás Esarte procedió a la bendición del estadio, en un acto protocolario que contó con la presencia del grupo de danzas del Ayuntamiento y de la banda de música La Pamplonesa. El saque de honor correspondió al presidente osasunista Jacinto Saldise. Con posterioridad, el partido inaugural enfrentó a Zaragoza y Vitoria de Setúbal, que empataron a un gol. El portugués Pedras fue el primero en alojar el balón en las mallas, igualando Marcelino tras rematar de cabeza un centro de Canario.
Osasuna disputó su primer partido en el Sadar al día siguiente, derrotando al Vitoria de Setúbal por 3-1, con goles de Fernando Osaba por partida doble y Jordana. Finalmente, el trofeo fue a parar a las vitrinas del Zaragoza, que se impuso a los rojillos en el último partido por 0-3.
Los cambios: el recinto, ascensos y descensos
Desde entonces y hasta nuestros días, el estadio ha conocido sucesivas reformas: colocación de las vallas protectoras (temporada 197778), construcción de la nueva Tribuna de Preferencia Alta (temporada 1989-90), adecuación a la normativa UEFA en materia de seguridad y modernización del estadio (proceso que culminó en 2003) e incluso el cambio de nombre del estadio, de El Sadar a Reyno de Navarra, en diciembre de 2005.
Y, como no podía ser de otra manera, ha sido testigo de situaciones dispares: desde el deambular por Tercera División, hasta los inolvidables ascensos de categoría y las salvaciones en la última jornada, celebradas tanto o más que si de un ascenso se tratara. Sin olvidar las participaciones en la Copa de la UEFA, que Osasuna disputó por primera vez en la temporada 1985-86 logrando superar la primera eliminatoria ante el Glasgow Rangers. O la fase previa de la Liga de Campeones, con la dolorosa eliminación a manos del Hamburgo, que sin embargo supuso el inicio de una ilusionante trayectoria en la UEFA 2006-07, doblegando a equipos de la talla de Girondins de Burdeos, Glasgow Rangers y Bayer Leverkusen, hasta caer eliminado en semifinales por el Sevilla.
Llegados a los mil partidos oficiales, El Sadar sigue siendo seña de identidad de un club, de un equipo y de una afición que, tanto en los buenos como en los malos momentos, permanece fiel al conjunto osasunista. Motivo sin duda de celebración, y de seguir confiando en la fuerza que el estadio transmite en cada partido a los jugadores rojillos para acercarles a la victoria.