David Soler Crespo, Asistente de investigación del Navarra Center for International Development del Instituto Cultura y Sociedad
‘La radio puede acabar con la violencia’
Los mensajes de deserción constituyen un método eficaz para que los niños soldado de la República Centroafricana dejen las armas y se reintegren en la sociedad.
La última noche de Halloween, en la que los occidentales se disfrazan para dar miedo y los niños piden dulces en las puertas, un chico centroafricano consiguió escapar de las garras del Ejército de Resistencia del Señor (LRA), el grupo que lidera Joseph Kony. Seis días después llegó caminando a la zona de Sam Ouandja, al este de la República Centroafricana, según informa el LRA Crisis Tracker. Como él, unos 100.000 niños han sido secuestrados por los terroristas, dicen los datos de la ONU. Los chiquillos de no más de 12 años son sus preferidos: sin gran capacidad física para resistirse, fácilmente moldeables y con un largo futuro como soldados.
La lucha contra el LRA ha conseguido reducir el número de combatientes, pero el grupo no está muerto. Sigue matando. Sin embargo, el Ejército de Uganda, apoyado por EE UU, anunció en abril de 2017 que se retiraba de la lucha contra el LRA, proclamando su victoria. La retirada de efectivos obliga a otros métodos para terminar con el grupo armado. Y la radio puede ayudar.
En el año 2000, el Ejecutivo de Uganda aprobó una ley de amnistía para los combatientes que pocos creyeron y a la que menos aún se acogieron. Una iniciativa que les prometía libertad y la reinserción en la sociedad. Convencer a estos niños a dejar las armas es clave, pero muchos tienen miedo. Temen represalias por parte del Gobierno, de su comunidad y de su familia. Pero, ¿cómo convencerles?
La transmisión a través de la radio ha sido estudiada como método de emitir mensajes propagandísticos con fines políticos o violentos. Así se utilizó en la época nazi, incitó el odio étnico en los Balcanes y también en el exterminio en Ruanda. Sin embargo, pocas veces se han investigado sus posibles efectos para acabar con la violencia.
Eso se explora en el estudio que lideran Alex Armand y Joseph Gomes, investigadores del Centro Intenacional para el Desarrollo de Navarra (NCID), junto con Paul Atwell, de la Universidad de Michigan, titulado The Reach of Radio: Ending Civil Conflict through Rebel Demobilization [El alcance de la radio: acabar con el conflicto civil a través de la desmovilización de los rebeldes]. La investigación se centra en el efecto que los mensajes a través de la radio han tenido en las deserciones de combatientes y en la estrategia empleada por el LRA desde que empezaron en el año 2000.
Los resultados muestran la efectividad de los anuncios en la reducción de la violencia y el abandono de las armas. Con una hora de radiodifusión al día, las matanzas se redujeron un 7% y se produjo un incremento de las huidas. Al perder efectivos, el grupo pierde capacidad de actuación y cambia su estrategia. Se reducen los ataques a civiles, pero se incrementan los saqueos. Aquellos combatientes en grupos pequeños atracan y asaltan para poder sobrevivir, pero también para demostrar su poderío y reducir así la tentación de desertar entre sus efectivos.
Los incentivos económicos son importantes para convencer a los jóvenes a dejar las armas y reintegrarse en la sociedad. Los alicientes para el conflicto contrapesan aquellos estímulos para desertar. Si el valor de ciertos productos que propician el conflicto, como el oro, aumenta, el abandono de la lucha armada se reduce. Sin embargo, el incremento del valor de los cultivos comerciales genera oportunidades de empleo y mejores salarios, lo que facilita y aumenta la renuncia a las armas. La efectividad de los mensajes de deserción varía en función de los incentivos que tienen para luchar.
Se deben redoblar los esfuerzos para aniquilar el LRA. Métodos alternativos como el uso de la radio se antojan vitales para conseguir acabar con el diablo desde dentro. Ofrecer una salida alternativa a las armas es el primer paso, pero convencerles de un futuro mejor es más importante. Muchos de los combatientes eran críos de 12 años que no tuvieron otra que matar para no morir. Darles una segunda oportunidad alejados de las AK-47 es imprescindible.