17/02/2025
Publicado en
Diario de Navarra
Ricardo Fernández Gracia |
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro Universidad de Navarra
En 1843, el obispo de Nancy, Charles Forbin Janson, motivado por las cartas y noticias recibidas desde China relativas a las dificultades y la muerte segura de la infancia en aquellas tierras, estableció la Infancia y Adolescencia Misionera. Con ello, seguía la asociación de la Santa Infancia establecida hacía dos décadas por Pauline Jaricot. La oración y la caridad eran sus fundamentos, bajo el patronato y protección del Niño Jesús. Pío IX, en 1856, pidió que se introdujese aquella institución en todas las diócesis, algo que volvería a hacer León XIII en 1890. Finalmente, el papa Pío XI la elevó a la categoría de Obra Misional Pontificia, en 1922 y poco más tarde, en 1926, instituyó la fiesta del Domund
En la diócesis de Pamplona
En España la adhesión a la Obra de la Santa Infancia tuvo lugar en 1852, con la confirmación real de Isabel II, en una gran ceremonia en la iglesia de Atocha de Madrid, con la asistencia del cardenal de Toledo. En aquella ocasión se impuso la primera medalla de la Obra a la princesa de Asturias, que luego pasó a llamarse Infanta Isabel.
La diócesis de Pamplona fue la segunda establecida legalmente en la península, aupada por el obispo Andriani y Escofet. El 10 de febrero de 1854 nombró una Junta Diocesana, compuesta por varios clérigos y algunos notables de la ciudad. Los tiempos no eran fáciles ni en lo político ni en lo económico y la cuota mensual de cinco céntimos resultaba difícil de pagar para muchos niños.
El obispo que sucedió a Andriani, Pedro Cirilo Uriz y Labayru, reorganizó el Consejo diocesano en 1867 y procuró excitar el celo de sus diocesanos. En el Boletín de la diócesis se publicaron las instrucciones para la formación y funcionamiento de la Obra de la Santa Infancia en las parroquias, con la formación de un consejo parroquial, valiéndose de personas -especialmente señoras y señoritas- caritativas. El Consejo Diocesano sería el encargado de enviar a los pueblos, publicaciones, estampas, medallas … etc. Y de recibir las colectas procedentes de inscripciones, venta de productos y donativos voluntarios. Asimismo, se requería de las parroquias una memoria de los progresos anuales, fiestas, “actos tiernos a que han dado lugar”. Todos los miembros contarían con una medalla pendiente de una cinta blanca. Los cultos se realizarían ante una imagen del Niño Jesús.
El sucesor de Uriz, monseñor Oliver, volvió a reorganizar el Consejo, escribió diversas circulares para recomendar y exhortar a los párrocos para el aumento de la institución. Otro tanto hizo el obispo Antonio Ruiz Cabal, pero sería el obispo fray José López y Mendoza el que, en el año 1917, nombró un nuevo Consejo y puso las bases para el florecimiento de la institución en los años siguientes, bajo la dirección del canónigo Alejo Eleta. A los sacerdotes que cooperasen con la Obra de la Santa Infancia, se les concedieron diferentes facultades y privilegios. Al año siguiente, en 1918, se publicó un larguísimo listado de cuanto se había recogido en colegios y pueblos de la diócesis. En total había 95 parroquias con la institución muy viva y la intención era establecerse en las grandes localidades de Aoiz, Sangüesa, Artajona, Estella, Tafalla y Peralta.
Del crecimiento nos informan los datos correspondientes a 1924, publicados en enero del año siguiente. El número de parroquias en las que estaba establecida era 182 y en el mencionado año de 1924 se habían fundado nada menos que 89.
En su desarrollo hay una fecha trascendental, con la constitución del Secretariado de Misiones en 1926, por mandato del obispo Mateo Múgica Urrestarazu. En torno a esa fecha se extendió la presencia de la Obra, en la inmensa mayoría de las parroquias de la diócesis de Pamplona.
Quien desee ver la cooperación en las colectas anuales, lo puede hacer consultando el Boletín del Obispado de Pamplona de 1943 en donde se divide la acción en tres periodos, la Primera época desde su fundación en la diócesis en 1854 hasta 1917, la Segunda época desde su reorganización en 1917 y la Tercera desde la fundación del Secretariado Misional en 1926 en adelante.
La visualización y la imagen pública. Los desfiles misionales
Las expresiones de las celebraciones festivas, en el devenir del tiempo, se deben analizar como un fenómeno dinámico con continuos cambios. Algunas fiestas se inventan según las necesidades, otras se reinventan, pero todas hay que interpretarlas en su contexto, en este caso el del auge y propaganda de las misiones, saliendo a la calle para hacerlas más espectaculares.
Las parroquias y pueblos, junto a las limosnas y la oración, realizaron un desfile procesional específico para la celebración de la Santa Infancia, de modo especial en la segunda parte de la década de los veinte del siglo pasado. Niños y niñas se vestían de santos evangelizadores, misioneros, religiosos y religiosas y todo tipo de indígenas de diferentes culturas, a los que poco a poco se añadieron otros personajes como cardenales, el papa y la guardia suiza vaticana. Se pretendía así escenificar y visualizar la acción de cristianizar a aquellos pueblos que aún no conocían el Evangelio y, sobre todo, a sus protagonistas.
La segunda parte de la década de los veinte del siglo pasado fue especialmente destacable en aquellos vistosísimos desfiles, aunque se prolongaron el tiempo. En Pamplona, Diario de Navarra, publicó un riquísimo reportaje gráfico en media docena de fotos de Galle, el 14 de junio de 1927. El cortejo se había celebrado el domingo, día del mismo mes y año, que describe el cronista así: “nos quedamos asombrados ante la muchedumbre inmensa de gente que invadió el largo trayecto que recorrió la simbólica procesión de la Santa Infancia -compuesta de miles de niños de ambos sexos, desde la parroquia de San Lorenzo a la catedral. Fue aquello una manifestación de fe, que fue acogida y admirada en todo el valor simpático y representativo que tenía”.
No se quedaron atrás villas y ciudades. Así, en Andosilla sabemos por la crónica de Diario de Navarra a comienzos de mayo de 1929, que hubo proyecciones para niños y niñas, declamaciones poéticas por la mañana, reservando la tarde para el desfile por las calles engalanadas. En Irurita, al año siguiente, el día 4 de mayo también hubo una sobresaliente fiesta, precedida de conferencias con proyecciones, el gran trabajo por parte de varias voluntarias de la localidad para la confección de los trajes de los niños, enorme desfile que se detuvo en la plaza para que el fotógrafo Félix Mena tomase varias placas. Entre los asistentes hubo muchos vecinos de los pueblos de Baztán y la parte litúrgica contó con la asistencia del jesuita Dámaso Legaz.
Un caso singular con excelentes testimonios gráficos: Sada
Las fotografías y el programa de mano de un festejo de este tipo no son fáciles de conseguir. Gracias a la tenacidad del actual párroco de Sada, don Íñigo Serrano, hemos podido tener acceso a unas bellísimas instantáneas, así como a un único programa impreso conservado, lo que nos permite reconstruir lo que fue la jornada festiva de un lejano 12 de mayo de 1929.
La localidad está cerca de Javier y la devoción al santo la acredita su imagen seiscentista y el relicario conservado en la parroquia. Sus habitantes realizaban dos seculares peregrinaciones al santuario, una, en torno al día de la Cruz de mayo, con entunicados, similar a los de Ujué, muy devota, y otra más tardía, en junio, para dar gracias por la cosecha.
La declaración de san Francisco Javier como patrono de las obras de Propagación de la Fe y, sobre todo el haberle nominado patrono de las misiones, en 1927, junto a santa Teresita de Lisieux, fueron motivos más que suficientes para hacer de aquella fiesta de 1929 algo, especial y destacable.
No hay duda de que quien organizó todo aquello fue el párroco del momento, a cuya dirección estaba la sección local de la Obra de la Santa Infancia, don Juan Segura. Este sacerdote nació en Pamplona en 1898, fue ecónomo de Iracheta entre 1923 y 1926, regente de Sada entre 1926 y 1928, ecónomo de la misma localidad entre 1928 y 1930 y, por fin, párroco entre 1930 y 1936. De Sada marchó como ecónomo a Irurzun en donde estuvo entre 1936 y 1938 en que vino a Pamplona como profesor del Seminario, en el que falleció en 1955.
La jornada festiva y el desfile procesional se anunciaron para el día 12 de mayo de 1929 con este texto: “Sada de Sangüesa. Gran día misional. Gracias al entusiasmo y los trabajos llevados a cabo por el dignísimo y celosísimo párroco don Juan Segura, se celebrará en esta villa el Gran Día Misional, el domingo día 12 … con la asistencia de los pueblos de Moriones, Leache y Ayesa”. El domingo, 17 de mayo Diario de Navarra publicó dos fotografías de aquella jornada misional.
El programa impreso de la jornada lo ha conservado Manuel Apestegui Goñi. La gran fotografía en la fachada de la Casa El Molinero, nos ha llegado a través de su propietario Francisco Javier Sagüés del Castillo, a quien agradecemos su deferencia. Otras tomas proceden de otros vecinos de la localidad. No puedo sino lanzar un sentido ¡Bravo! por quienes tienen la sensibilidad de guardar estos testimonios, tan singulares y didácticos, de la historia local.
La contemplación de las fotos nos evita cualquier descripción, ya que hablan per se. No faltan los religiosas y religiosas, los patronos de la misiones -san Francisco Javier y santa Teresita-, estandartes con inscripciones harto elocuentes y un sinnúmero de gentes de razas y pueblos con sus trajes propios, con toda seguridad copiados de las abundantes revistas misionales del momento.
El programa festivo, pone el punto de mayor interés en la procesión que recorrió las calles convenientemente engalanadas de Sada, con el siguiente orden: la cruz parroquial, un piquete de cruzados portando la bandera de la Santa Infancia, una tribu de pieles rojas con su jefe, un grupo de chinos y japoneses rodeando a san Francisco Javier, niños, negritos africanos con san Pedro Claver, apóstol de los esclavos, niñas japonesas con sus misioneras, santa Teresita acompañada de los niños de primera comunión, grupos de misioneros y misioneras, la guardia suiza con el Papa, el colegio cardenalicio y la imagen del Niño Jesús con el clero parroquial.
El autor de las cuidadas instantáneas fue Javier Mena Zuasti (1890-1971), que tenía abierto su establecimiento, en aquel momento, en la Avenida de San Ignacio y era hijo del también fotógrafo Félix Mena (Burgos, 1861-Elizondo, 1935).