Rafael Domingo, Catedrático de Derecho Romano en la Universidad de Navarra
Javier Hervada, padre del derecho canónico moderno
Ha muerto en Pamplona Javier Hervada Xiberta, nacido en Barcelona en 1934. Nos ha dejado un gran jurista, que ha llevado el buen nombre de la universidad española allende los mares. Fue uno de los grandes renovadores del derecho canónico del posconcilio e hizo aportaciones significativas, aunque a menor escala, en el ámbito de la filosofía del derecho y la teoría del derecho natural. Formó una extensa escuela de pensamiento en España, Italia, Polonia y América Latina y fue cimiento sólido de dos importantes facultades de derecho canónico: una en la Universidad de Navarra y otra, nacida de la anterior, en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma.
Pensador original y profundo, hombre sencillo, sabio y discreto, Hervada se enfrentaba al derecho con realismo, desde el realismo, como gustaba decir, afrontando las cuestiones más controvertidas con valentía, rigor, disciplina y pasión. Sin miedos ni complejos. Ante cualquier tema novedoso, tan dispar como los primeros trasplantes de órganos, o la erección del Opus Dei como primera prelatura personal de la Iglesia Católica, la voz de Hervada se convertía inmediatamente en referente. Y es que con Hervada se podía estar o no de acuerdo, yo personalmente no lo estuve en muchas ocasiones, pero su inteligente juicio no se podía obviar, pues siempre arrojaba luz nueva.
Hervada se encontró un derecho canónico fragmentado, disperso, por más que estuviera ya codificado desde 1917, en proceso de cambio, y supo dotarlo de unidad sistemática y conceptual aprovechando la gran renovación propiciada por Juan Pablo II a la luz de la eclesiología del Vaticano II y la consiguiente promulgación del nuevo Código de 1983. La mayor contribución de Hervada fue la propia de un founding father: constitucionalizar con todas sus consecuencias el nuevo derecho canónico transformándolo en un auténtico ordenamiento jurídico moderno al servicio del Pueblo de Dios que es la Iglesia.
De la mano de Hervada, dimos nuestros primeros pasos en el mundo jurídico millares de alumnos en las aulas de la Facultad de Derecho de la Universidad de Navarra, de la que él fue decano un buen puñado de años. Para Hervada, enraizado en la tradición medieval, las dos facultades, civil y canónica, constituían una unidad indisociable y armónica: Tanto monta, monta tanto. Personalmente lo conocí en 1981. Recuerdo que acudí a él, después de una interesante clase, para preguntarle si era contrario a la dignidad humana quitarse la vida camino de la hoguera con el fin de no morir abrasado en ella rodeado de caníbales hambrientos. Hervada me trató como si no tuviera otra cosa que hacer en todo el día que responder mi macabra pregunta. Desde entonces hasta hoy, como compañeros de claustro, nuestra amistad no hizo sino crecer.
De Hervada aprendí a amar profundamente el oficio universitario, a dialogar de tú a tú con los grandes pensadores clásicos y contemporáneos, a armonizar tradición y modernidad, fe y razón, amor y justicia, teoría y práctica, categoría y anécdota. En definitiva, a ser mejor jurista, a ser mejor persona. Descanse en paz.