Isabel Rodríguez Tejedo, Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, Universidad de Navarra
Abajo las barreras del miedo… ¿y luego qué?
Aunque faltan comparaciones serias, con datos y análisis robusto, las historias con sabor a tragedia griega se repiten. Hasta los tiburones que habían venido rondando la deuda helena empezaban a dudar que a la presa le quedara mucha sangre. Abril y mayo se perfilan como meses difíciles para hacer frente a los pagos a la deuda, y hace sólo unos días había quien pensaba que si Grecia se atrevía a sacar más bonos al mercado, no habría compradores.
Las opciones no favorecen el optimismo. ¿Echar a Grecia por la borda y que abandone el barco de la moneda única? Sólo recordar que no hay procedimientos formales para dejar el Euro, así que para el país heleno eso supondría probablemente abandonar la UE. Las consecuencias para los griegos serían muy largas de explicar, baste con decir simplemente que "it´s cold out there." Y dejo a la reflexión individual lo que la expulsión o la salida de Grecia supondría para el resto del sistema europeo. O podríamos dejar que arreglen sus propios problemas, si es que pensamos que pueden hacerles frente por su cuenta, pero no parece probable.
Al final, el Eurogrupo se decanta por la ayuda. 30.000 millones de euros, financiados principalmente por Alemania y Francia, que son la concreción de aquél vago "hacer lo que sea necesario para mantener la estabilidad financiera en la zona Euro". Aunque no hay confirmación de que Grecia vaya a hacer uso inmediato de la ayuda, es de esperar que lo hagan más bien antes que después.
El plan se ha presentado finalmente a pesar de fortísimas resistencias. Y es que aunque los costes de dejar que Grecia entre en impago son claros, la oposición al "bail out" es fácil de entender. El tratado de Lisboa (artículo 125, para los amantes de los detalles) lo prohíbe explícitamente. Podemos discutir sobre los pormenores, pero la letra del texto es bastante clara. Como claro fue el dictamen del Constitucional alemán el año pasado sobre el Tratado de Maastricht, que incidía en el papel clave de la estabilidad para la presencia alemana en la unión monetaria.
El Pacto de Estabilidad era, desde sus inicios, poco creíble y ha resultado (aquí no hay sorpresas) ineficaz. Y a pesar de que incluso los alemanes se han beneficiado de esa ineficacia, la cláusula de "no rescate" es para muchos observadores la última defensa para la credibilidad del sistema.
Así las cosas, no es de extrañar la reticencia oficial alemana, que viene acompañada además por un creciente descontento entre la población germana. Abunda el sentimiento de que el problema está en que la situación actual de Grecia no es la razón del desaguisado. El problema es que Grecia es Grecia, igual que España, Italia y demás compañía son como siempre han sido: estados irresponsables fiscalmente, donde una política de marcado corto plazo condena necesariamente al desastre.
Ante un problema que perciben como estructural, una solución de emergencia como esta les parece un parche mal puesto. Y el plan de rescate, "tirar dinero bueno por donde se va el malo". El plan griego de austeridad, las quejas sobre lo duro del ajuste y la repetición de la consigna de que hablamos de préstamos y no de regalos no alcanzan a oscurecer el hecho de que los países de la UE van a prestar dinero en plena crisis económica para financiar excesos ajenos.
Entre soluciones malas es probablemente la menos mala, si conseguimos que el rescate funcione (Soros, que hablaba de "espiral de la muerte" esta semana, no es el único que no las tiene todas consigo). Pero también necesitamos convencer a los mercados, y a los países que potencialmente esperan en la cola del rescate, de que las cosas no van a ser así en el futuro.
El "no rescate" era una forma de crear miedo entre los díscolos y evitar problemas que el Pacto de Estabilidad no tenía suficiente solvencia para impedir. Echadas ambas por tierra, habrá que encontrar otra fórmula. A ser posible, una que funcione.