Gerardo Castillo Ceballos, Profesor de la Facultad de Educación y Psicología
¿Los niños juegan cada vez menos?
Los niños de ahora juegan cada día menos y casi nunca al aire libre. Esa es la conclusión de una reciente encuesta realizada a 2000 padres en el Reino Unido, publicada por el periódico The Guardian. Se añade que esa omisión afecta a la salud física, principalmente por aumento de la obesidad y por incremento de los casos de ansiedad infantil.
Los niños no juegan al aire libre porque no disponen de espacios, sobre todo en las grandes urbes modernas. Además, los juegos están siendo desplazados por entretenimientos tecnológicos, que favorecen la vida sedentaria y aislada. No son verdaderos juegos, ya que carecen de la libertad y creatividad propias de lo lúdico. En el juego auténtico el niño puede decidir por sí mismo su argumento, sus reglas, su principio y su final.
Existe una masiva propaganda dirigida a los niños y a sus padres, en el tema de los videojuegos, que les suele crear la imperiosa necesidad de utilizarlos de forma continuada, lo que puede producir adicción. El niño adicto se resiste de forma numantina a dejar la tablet cada vez que se lo piden sus padres, a pesar de llevar ya varias horas con ella (o precisamente por eso). “Pedrito, ¿cuantas veces te tengo que decir que vengas a comer? Se te está quedando la sopa fría!.” No es sólo un problema de desobediencia; lo más probable es que el niño no se entere de los sucesivos avisos, porque está embebido en su videojuego favorito.
Cuando se seleccionan con buen criterio moral y no se les dedica un tiempo excesivo, pueden ser compatibles con los juegos tradicionales. Además, algunos videojuegos promueven la agilidad mental y las competencias digitales.
La progresiva desaparición del juego está muy relacionada con las actuales restricciones del tiempo libre del niño. Muchos padres, movidos por una mentalidad utilitarista, fomentan de forma exagerada las “actividades extraescolares”, como se ve en una viñeta cómica:
-Papá: el lunes inglés, el martes informática, el miércoles piano, el jueves inglés otra vez y el viernes clase de chino. ¿Podré salir a jugar a la calle algún día?
-¿Jugar? No seas infantil.
Estos padres suelen obsesionarse con el futuro profesional de sus hijos, considerando que toda preparación es poca. Exigen al niño no perder el tiempo (por ejemplo, jugando) y aprovecharlo para acumular más y más conocimientos. Ignoran que el juego desarrolla competencias y prepara para la vida más que muchas de esas actividades extraescolares. Además, ese plan agobiante de aficiones y aprendizajes suele generar niños estresados.
Aparentemente el juego no sirve más que para entretenerse y disfrutar (lo que ya sería suficiente justificación), por lo que algunos padres piensan que limitándolo contribuyen a que el hijo sea más responsable. Ignoran que el juego favorece el desarrollo integral del niño. El juego es un fenómeno universal. Todos los niños de todos los tiempos han jugado. ¿Jugar para qué? El juego sirve para aprender. Con el juego el niño explora, estimula su curiosidad y aumenta su experiencia.
Para Edouard Claparede, psicólogo y pedagogo suizo, la infancia es la edad propia del juego. A la pregunta sobre para qué sirve la infancia respondió: “la infancia sirve para jugar”. Johan Huizinga publicó “Homo ludens” (Hombre que juega). Es un ensayo sobre la función social del juego. Sostiene que el acto de jugar es consustancial a la cultura humana; sin una actitud lúdica ninguna cultura sería posible. Añade que el juego está en el origen de la actividad creadora y del arte.
El juego es el “trabajo” del niño y los juguetes sus herramientas; esto explica por qué se lo toma tan en serio y por qué no suele perder la concentración. Ese juego-trabajo estimula el crecimiento físico y mental, la imaginación, la creatividad, los lazos sociales y la voluntad de persistencia. Esta última cualidad se ejercita debido a que el niño no suele abandonar un juego hasta conseguir la meta propuesta; nunca se da por vencido.
Cuando Steve Jobs era director de Apple limitaba mucho el tiempo que sus hijos dedicaban a los Ipads e IPhones para evitar que les hiciera daño; prefería que dedicaran más tiempo al ejercicio físico, al juego en la calle con otros niños y a la lectura de buenos libros.
¿Cuál es el futuro de los niños que no juegan?. En la fase adolescente rehúyen el ejercicio físico y la vida al aire libre. Cuando se incorporen al mundo laboral les exigirán algunas de las competencias emocionales que se desarrollan inicialmente con el juego libre, como por ejemplo, autocontrol, automotivación, trabajo en equipo, comunicación y empatía. El juego pudo ser su primer máster…