Gerardo Castillo Ceballos, Profesor de la Facultad de Educación y Psicología
El origen de la crisis actual del amor
Últimamente muchas personas hablan demasiado de la crisis económica, sobre todo las menos afectadas por ella. Esa insistencia muestra que están polarizados en la seguridad y el bienestar material que proporciona el dinero. Decía Aristóteles que “la seguridad hay que ponerla en el nomos, en la concordia de hombres libres que buscan la vida buena; de ninguna manera consiste en la riqueza”.
Desde la mentalidad consumista del hombre de hoy es difícil entender la postura de los filósofos griegos: anteponer la “vida buena” (virtuosa) a la “buena vida” (aburguesamiento). No obstante, un filósofo contemporáneo, Alejandro Llano, ha puesto también el dedo en la llaga: “a más consumismo, menos protagonismo”.
Existe una inadvertida segunda crisis que nos afecta más profundamente que la de tipo económico: la crisis antropológica, ligada a una crisis moral, del amor y de la persona. Vivimos en una sociedad cada vez más impersonal y utilitarista, que genera inteligencias desamoradas y analfabetos del amor.
Groucho Marx afirmó que “lo malo del amor es que muchos lo confunden con la gastritis y cuando se han curado de la indisposición, se encuentran con que se han casado”. Los analfabetos del amor han tenido también defensores de la talla de William Shakespeare: “En el amor se es más feliz con la ignorancia que con el saber”.
Julián Marías señaló que el utilitarismo está invadiendo los reductos más íntimos y valiosos de la vida: la relación entre maestros y discípulos, la amistad y el amor. Esta invasión es preocupante, ya que la amistad y el amor requieren una actitud desinteresada, generosa y efusiva, que es incompatible con la mentalidad utilitaria.
El utilitarismo en la vida conyugal genera egoísmo compartido: la relación casi se reduce a un uso recíproco del hombre y de la mujer.
La crisis actual del amor proviene del movimiento de la “liberación o revolución sexual” surgido a finales del siglo XX, aunque actualmente sigue vigente. Este movimiento se opone a los códigos tradicionales de la moral sexual, propiciando todo tipo de relaciones sexuales al margen del matrimonio. Ha crecido por la actual difusión y uso generalizado de todo tipo de anticonceptivos, separando así la sexualidad de la reproducción.
Otro antecedente es la doctrina de Freud, para quien toda conducta humana estaría movida por los instintos, que se orientan al placer. El instinto sería lo auténtico, lo natural y lo sincero, por lo que debería ser satisfecho siempre y sin demoras. Esta liberación de los instintos produciría salud, armonía, calma y madurez psicológica, mientras que toda represión o freno sería contrario a la naturaleza, por lo que originaría desorden, tensión y enfermedad.
Un mensaje para Freud y para los freudianos que no lo han leído:
-Lo natural no es lo instintivo. Natural es lo que exige la naturaleza para su desarrollo total y perfección;
-La conducta sexual humana no depende sólo de la biología, ya que, aún considerada en sí misma, el hombre posee una biología peculiar que se integra en la persona;
-El ejercicio indiscriminado de la sexualidad no calma ninguna ansiedad, sino que, por el contrario despierta una ansiedad creciente que nunca termina;
-La inhibición o freno de la voluntad no es represión, ya que tan voluntario y libre puede ser querer una cosa como no quererla. A diferencia del animal, el hombre prefiere;
-El sexo deja de ser algo trivial y accesorio sólo cuando se le sitúa en el marco del amor humano, en el contexto de los sentimientos y de la voluntad.
J.B.Torelló explica que el autodominio de los instintos es un acto de libertad interior propio de la especie humana. Añade que la continencia por amor produce libertad de espíritu.
Un tercer antecedente de los movimientos de liberación es la ideología liberal burguesa, que parte del error de que “el hombre es libertad”. Lo correcto es afirmar que “el hombre tiene libertad”·, como un medio para lograr otras cosas; libertad para hacer el bien, para servir, etc. Cuando se entiende la libertad como un fin en sí misma se reduce a simple independencia. Desde este erróneo punto de vista la norma moral es considerada una represión de la que hay que liberarse.
A la crisis actual del amor ha contribuido mucho también la sexualidad de consumo, un claro síntoma de que vivimos en una sociedad que se ha erotizado. Por eso urge integrar la sexualidad en el encuentro interpersonal. Para superar la cultura de la excitación y del deseo necesitamos una ética de la sexualidad seguida de una educación sentimental promovida principalmente en el ámbito familiar.