José Ramón Villar, Profesor de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra
El sacerdote Anastasio Gil, clave en la renovación misionera
El viernes 7 de septiembre falleció en Madrid el sacerdote Anastasio Gil García, doctor por la Facultad de Teología de Pamplona en 1982 y profesor de Pedagogía Religiosa de la Universidad de Navarra desde el año 1972 hasta 2004. Desde 2016 era director de Obras Misionales Pontificias de España, y director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Misiones de la Conferencia Episcopal Española.
Había nacido el 11 de enero de 1946 en Veganzones (Segovia). Fue ordenado sacerdote a los 24 años. Incardinado en la diócesis de Madrid, miembro de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, ejerció su ministerio como capellán y profesor de religión en el Colegio Montealto de Madrid, en la parroquia Nuestra Señora de la Asunción de Algete y en la parroquia de San Jorge de Madrid. Licenciado en Teología por la Universidad de Comillas era también diplomado en Psicología Educativa. Trabajó en diferentes cargos en la Conferencia Episcopal Española, donde se estimaba su buen quehacer y prudente juicio.
Era persona muy querida, como testimonian los cientos de misioneras y misioneros españoles repartidos por el mundo, a quienes dedicó sus mejores energías. Impulsó decisivamente la renovación misionera de la Iglesia en España, visitando de manera incansable las diócesis, animando las delegaciones, las instituciones y servicios misioneros, promoviendo una intensa conciencia de misión en todos los ámbitos.
El cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, resumió su personalidad sacerdotal en la homilía que pronunció en el tanatorio de Madrid: “Honradez, fidelidad y espíritu de sacrificio”. Y podemos hacer nuestras las palabras que un buen amigo suyo decía a Mons. Osoro en esa ocasión: “No rece por nuestro amigo Anastasio, rece por todos nosotros para que él nos proteja”.
Como asegura Mons. Jaume Pujol, arzobispo de Tarragona y profesor en la Facultad hasta 2004, era una persona fiel, muy trabajadora, con un gran afecto y exigencia hacia sus alumnos: “Durante más de 30 años –desde 1973 hasta el 2004- estuvimos todos los veranos en Pamplona, primero en el Departamento de Pastoral y Catequesis y después en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Con él he escrito más de treinta libros. Mi nombramiento como arzobispo de Tarragona me cogió escribiendo con él y con el sacerdote Mateo Blanco el cuarto libro de Religión para la ESO, el último de los ocho que firmamos los tres: cuatro para el alumno y cuatro para el profesor.
Desde que me enteré por él mismo de que tenía un cáncer muy maligno, he podido comprobar su entereza ante la enfermedad, el ofrecimiento al Señor de sus dolores, y no dejando en ningún momento su trabajo en bien de las misiones y en sus queridas Obras Misionales Pontificias. Se ha ido una gran persona, para mí lo puedo decir ahora, mi mejor amigo. Le tengo que pedir muchas cosas, estoy seguro que será un gran intercesor en el cielo”.