Martín Santiváñez Vivanco , Investigador del Navarra Center for International Development de la Universidad de Navarra
La revolución bolivariana y el festín de Baltazar
El discurso de Chávez anunciando el retorno del cáncer también tuvo como objeto enumerar lo que sus seguidores consideran los "logros más importantes de la revolución". El chavismo no se comprende sin la pulsión bolivariana. Hace doscientos años, el Libertador tuvo en mente construir una gran unidad de equilibrios políticos y normativos. Dicha unidad se materializó en el precario edificio institucional de la Gran Colombia y, paradójicamente, en la partición del Perú y Bolivia. Toda la política bolivariana está basada en la idea del equilibrio: crear espacios capaces de anularse mutuamente, fomentando un anhelo de cohesión superior en virtud al principio panamericano. Semejante utopía indicativa (países solidarios unidos por móviles idealistas) muy pronto devino en anarquía. Bolívar, antes de morir, fue consciente de los peligros a los que se enfrentaban las naciones que su gigantesca voluntad ayudó a liberar: "Yo he mandando veinte años y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos […] La América es ingobernable […] El que sirve a una revolución ara en el mar".
Chávez ha recorrido el sendero bolivariano fomentando, como señala en su "discurso de la luna llena", la consolidación de espacios regionales en función al voluntarismo político. Así, el surgimiento del ALBA, UNASUR, MERCOSUR y las sucesivas alianzas estratégicas de Venezuela con Rusia, China e Irán, aunque en el papel aspiran a edificar una estructura económica eficiente, en el fondo responden al diktat político del césaro-chavismo. Así, el viejo error voluntarista del Libertador se reproduce nuevamente, con una diferencia sustancial: esta vez, los gastos, repartidos en el pasado de forma desigual entre las jóvenes repúblicas, hoy son asumidos en gran medida por un petro-Estado que compromete su futuro exportando la revolución.
Los procesos de integración no se construyen sólo en función a la voluntad política. De hecho, el sesgo ideológico de estos espacios supranacionales ha perjudicado su performance. Si el liderazgo del comandante se ve comprometido, si acaso cesa el festín de Baltazar que ha caracterizado al chavismo durante estos años, los procesos del ALBA, UNASUR y MERCOSUR tendrán que redefinirse. UNASUR puede ser cooptado por otros socios menos radicales. MERCOSUR continuaría bajo la influencia y el veto del Brasil. Pero el ALBA, la quintaesencia del proyecto continental chavista, tendrá que enfrentarse al grave dilema de quién paga las cuentas.
Porque el chavismo en pleno, antes que seguir exportando el modelo, tiene ante sí el imperativo del frente interno. Y en ese dilema existencial, no en la expansión latinoamericana, es que radica el futuro de su probable subsistencia.