Félix María Arocena, Profesor de Teología Litúrgica
Nueva liturgia consistorial
Mañana, 18 de febrero, se producirá la creación de 22 nuevos cardenales por parte del obispo de Roma, Benedicto XVI. Será ocasión de introducir ese evento en el ámbito de la oración de la Iglesia por medio de una ceremonia en la que se han realizado algunas modificaciones a cargo del organismo competente, que es el Ufficio para las celebraciones litúrgicas del sumo Pontífice.
Ya en abril de 1969, y como fruto de la reinstauración surgida del Vaticano II, se hicieron algunos cambios sobre la ceremonia consistorial precedente. En la actualidad, la ceremonia presenta tres momentos consecutivos: imposición de la birreta, entrega del anillo cardenalicio y asignación del título o de la diaconía. Estos momentos se ven ahora aunados con motivo de haber desaparecido la diferencia entre el Consistorio público y el privado. Algunas de las oraciones han experimentado modificaciones, y se ha abreviado la proclamación del Evangelio; ahora se lee un pasaje de san Marcos: la subida de Jesús a Jerusalén para entregar su vida (10, 32-45). Continúa vigente la tradición conforme a la cual el Papa celebra la santa Eucaristía el día siguiente al Consistorio con los nuevos cardenales.
Importa subrayar que esta ceremonia no constituye una celebración litúrgica en sentido estricto. Se trata más bien de situar dentro del contexto de la plegaria –como contexto propio de la Iglesia– un acontecimiento significativo como es la creación de nuevos cardenales. Se evita de este modo presentar elementos o aspectos que pudieran sugerir la idea de un «sacramento del Cardenalato». Esta idea carece de sentido, ya que el Colegio de los Cardenales, dentro de su racionalidad canónica, bien probada a lo largo su historia, es una institución de Derecho eclesiástico sin base sacramental que le haga susceptible de ser celebrada. De hecho, la Constitución Apostólica Dominici gregis de 1996 abandona la expresión «sacro Colegio» cuando trata del «Colegio de Cardenales de la Santa Iglesia Romana». En sus orígenes, el Colegio de Cardenales constituía un cualificado consejo presbiteral de la Urbe con funciones de asesoramiento al obispo de Roma en el ejercicio de su ministerio pastoral. Actualmente, sin perder ese origen, la asistencia reviste un carácter más universal.