María Eugenia Tamblay, Directora revista Nuestro Tiempo, Universidad de Navarra
Argentina no sorprende
"Nos mantenemos en Argentina por el potencial que aquí tiene el negocio. Pero mientras el gobierno mantenga congeladas las tarifas, ese potencial se mantendrá bajo tierra porque no será rentable invertir en extraerlo". Esta frase pertenece a un empresario del sector de los hidrocarburos al que entrevisté pocos meses después de que en enero de 2002 el gobierno de Eduardo Duhalde decidiera fijar las tarifas de los servicios públicos. Ha transcurrido una década, y ahora es Cristina Kirchner quien preside el país, pero esta frase no ha perdido un ápice de actualidad.
La congelación por una década de las tarifas de gas y petróleo argentinas, y no otra, es la causa de que las empresas energéticas que operan en este país, entre ellas YPF, hayan limitado sus inversiones a las imprescindibles para mantener su operación, sin aumentar su capacidad de producción pese a la creciente demanda, demanda que por otra parte crece porque los precios artificialmente bajos han hecho que la población abandone otras fuentes de energía. Sólo por mencionar un ejemplo de esto, Argentina es el país del mundo donde circulan más coches a gas natural, representando el 20% de su parque automotor.
Para seguir con el sector automotor, y con las rocambolescas medidas peronistas, firmas como Porsche, BMW y Hyundai se han visto forzadas por el gobierno a comprar arroz, maní, harina de soja, aceite de oliva, aceitunas o vino, entre otros productos locales, como única forma de garantizar sus negocios en este país. Este sistema de "trueque", implementado por el gobierno de Cristina K para paliar su déficit comercial, ha ocasionado quejas diplomáticas de Brasil, Uruguay, Paraguay, Chile, Estados Unidos, México, la Unión Europea y ha sido objeto de una denuncia presentada por 40 países en la Organización Mundial del Comercio.
La política de ahogo tarifario ha hecho que muchas trasnacionales abandonen Argentina, vendiendo sus participaciones a empresas locales. Esta argentinización de la industria era uno de los objetivos de la gestión kirchnerista. Pero otra consecuencia, del todo indeseada, ha sido que uno de los países con mayores reservas de hidrocarburos viva la paradoja de ser incapaz de autoabastecerse, viéndose obligado a importar gas. Según Cristina Kirchner "después de 17 años, la política que se implementó desde que se desnacionalizó (YPF) por primera vez nos convirtió en importadores netos de gas y crudo, con déficit de 3.029 millones de dólares" en la balanza del comercio de combustibles.
YPF, que hasta ahora ha sido la mayor contribuyente al fisco argentino y uno de los principales empleadores, con una plantilla de 13.500 trabajadores y miles de empleos indirectos, lleva meses siendo apuntada por el gobierno argentino como responsable de la crisis energética. Por eso la anunciada nacionalización del 51% de su propiedad, la que está en manos de la española Repsol, no resulta realmente sorprendente, aunque el gobierno español sí parece sorprendido pues no ha reaccionado con la velocidad y contundencia que exige la situación, especialmente teniendo en cuenta que la propia presidente Fernández de Kirchner ha advertido que tiene en la mira a otras empresas de este país: "las telefónicas, alguna de ellas es española y nos sometió a un apagón recientemente y espero que el ministerio actúe pronto en consecuencia", dijo. "También bancos extranjeros", agregó, "en fin, no tenemos problemas con la rentabilidad, pero sí para que reinviertan en el país para seguir acompañando el crecimiento del país".
Algo más veloz ha sido la reacción de Repsol, que ya informó que demandará a Buenos Aires ante el Banco Mundial por la expropiación. Estos pleitos se dirimen a través del Centro Internacional sobre Diferencias relativas a Inversiones (Ciadi), donde ya han llevado sus quejas en el pasado otras compañías españolas presentes en Argentina, como Telefónica, Endesa, Gas Natural y Aguas de Barcelona.
Tampoco resulta realmente sorprendente que este conflicto se agudizara tras el descubrimiento el año pasado por parte de YPF de Vaca Muerta, una gigantesca formación de hidrocarburos no convencionales que Repsol calificó como el mayor hallazgo de su historia, capaz por sí solo de sacar a Argentina de su crisis energética y convertirse en su salvación. O en su ruina.