Manuel Pulido Quecedo, Profesor de Derecho Constitucional, Universidad de Navarra
El rayo jupiterino de Merkel
No todo iba a ser un cuento de hadas en el devenir del nuevo Príncipe de Versalles, Hollande. En el primer acto de pleitesía del nuevo presidente de la República Francesa, de hinojos ante la Alemania de Angela Merkel, un rayo jupiterino ha impactado en el avión presidencial y le ha obligado regresar de nuevo a Paris, por otro de recambio.
Cosas de la naturaleza o de la Cancilleresa (die Kancellerin) Merkel, harta de contratiempos (elecciones en Renania del Norte-Westfalia) y de pretendidas ambiciones de Presidente de estreno. Todo Presidente tiene su bautizo a modo de inicio de su reinado republicano. Jacques Chirac lo inició con pruebas nucleares en el atolón de Mururoa, Sarkozy con un divorcio sonado y ahora el Presidente Hollande lo estrena con el incidente del rayo mencionado. Buena imagen para los viñetistas. Si Mingote viviese seguro que le hubiese sacado punta al rayo.
Pero Hollande, cuyo referente político no es el taimado Mitterrand, sino George Pompidou, el gran presidente del post gaullismo, no da puntada sin hilo. Ha nombrado Primer Ministro a Jean-Marc Ayrault, alcalde de Nantes (en el Loira Atlantico) y jefe de filas de los socialistas en la Asamblea Nacional, antiguo profesor de alemán y buen conocedor de Deutschland. Todo parece calculado. Un nuevo Presidente (Monsieur normal), que pretende erigirse en el nuevo líder europeo como ha puesto de manifiesto en su discurso de toma de posesión: Europa nos mira y nos espera. Pero que por otro lado es consciente de quien manda en Europa y por esa razón, entre otras, nombra a Ayrault primer ministro. No en balde los datos del PIB del primer trimestre le han puesto a Hollande en su sitio: Alemania creciendo y Francia en decrecimiento.
Muchos dossieres se le amontonan al Presidente Hollande: resuelto el nombramiento del nuevo gobierno (atención al nuevo ministro del Quai d´Orsay, el ex primer ministro Laurent Fabius y al de Interior, el barcelonés Manuel Valls, mano derecha de Hollande, lo que explica el comunicado de ETA llamando a negociar a España y Francia), el reto próximo es la agenda internacional. Temas como el de Afganistán y otros de política nacional e internacional le requieren pues la agenda está repleta de compromisos en las próximas semanas: Camp David con el G8, cumbre de la OTAN en Chicago, etc. La pregunta para nuestro Presidente de Gobierno y para el Ministro de Asuntos Exteriores, Garcia Margallo, es ¿cuándo le toca el turno a España?
Hollande ha tratado al gobierno español mejor que Sarkozy, que utilizó a Zapatero como ejemplo a no seguir, dado el destrozo causado en nuestro Pais. Pero nuestro Presidente-silente algo tendrá que hacer, pues la alianza con Francia se manifiesta ahora como muy necesaria, tanto en el ámbito comunitario como en el interno y fronterizo.
De momento el rayo de Júpiter no lo ha fulminado, pues según el refrán cuando Júpiter quiere perder a alguien comienza por idiotizarlo (Quos Deus perdere vult.. prius dementat), pero deberá estar atento al rayo alemán, que puede irradiar o quemar. Esperemos que de la mano del embajador alemán en Madrid Silberberg (hombre de primera fila en el ámbito europeo), de nuestro notable Ministro de Asuntos Exteriores y demás gente de Moncloa y Santacruz, sepan velar por nuestros intereses, que son los de todos los españoles que, han visto de la noche a la mañana alterada o zarandeada su vida por banqueros, políticos y arbitristas e incompetentes de toda laya y condición. Esperemos que el Gobierno de Rajoy deje sus silencios, recomponga el gesto, hable a la ciudadanía y se entienda con Francia y con los demás socios europeos. Deshaciendo así, nuestra imagen de manirrotos y busque una salida a nuestros males, que no puede ser otra, que adelgazar nuestro Estado, sanear y recortar en lo supérfluo (para lo que se necesita gente experta y no podadores a destajo), parar la sangría del desempleo y saber ¡cómo diantres se puede crecer!. Teniendo presente que todas esta medidas se resumen a modo de un único mandamiento: volver a ser un país serio en el que los inversores confíen y para ello la regla de oro es tener un buen gobierno. Todo ello claro si es posible en clave de unidad nacional, algo tan devaluado, pero tan necesario en nuestros días.