16 de junio de 2024
Publicado en
Expansión
Asunción de la Iglesia |
Profesora de Derecho Constitucional
Los diez años del reinado de Felipe VI (2014-2024) pasarán a la historia como un periodo de renovación en un contexto de crisis prolongada. La renovación de la institución comenzó desde el primer discurso del Rey que, en la proclamación, habló de una monarquía renovada. Las reformas han fijado el código de conducta del personal al servicio de la Casa del Rey, las normas sobre regalos a la Familia Real, la supervisión de la actividad económica ante el Tribunal de Cuentas, la estructura de la Casa Real y a la transparencia, entre otros aspectos. Ha sido una sucesión de disposiciones y decisiones que han dado la vuelta a la institución para adaptarla al siglo XXI. También se ha buscado renovar y acercar la imagen pública de la Familia Real.
Pero en esta década no han faltado desafíos y crisis encadenadas. Hoy son los conflictos bélicos en Europa y en Oriente Próximo y la gravísima crisis constitucional en España, que no tiene precedentes de tan acusado y prolongado deterioro desde que se aprobara la Constitución. El último mensaje de Navidad de Felipe VI alertaba ante un panorama crítico. Conviene rescatar el discurso y enlazarlo con el de la proclamación, pues contienen las claves de la década. En medio hemos atravesado sucesivas crisis: la energética derivada de la guerra en Europa, la pandemia de la COVID y todas sus consecuencias humanitarias, políticas, económicas y sociales, el proceso independentista de Cataluña, que no parece que vaya a cerrarse con la polémica ley de amnistía. Es indiscutible que su determinante discurso de 3-O de 2017 puso freno al proceso y fue antesala de la aplicación del art. 155 de la Constitución. Con ello Corona se situó aún más en la diana del independentismo, pero no solo. El movimiento 15- M y sus herederos políticos ya habían agitado un nuevo republicanismo en el último periodo del reinado de Juan Carlos I, favorecido con los efectos de las crisis familiares y los escándalos de corrupción del caso Noos o las acusaciones que comprometían al Rey Emérito. El fin del bipartidismo dio paso a una fragmentación y polarización parlamentaria que desde 2015 dificultó la formación de Gobierno, con largos periodos en funciones y convocatorias sucesivas de procesos electorales. La función del Rey en la propuesta de candidato a la investidura pasó a ser un proceso dilatado y tortuoso, aunque bien resuelto por el Jefe del Estado, que fue el factor de estabilidad y neutralidad.
Es sabido que la monarquía es siempre altamente sensible a las crisis y al mismo también factor determinante en la solución de las mismas, pero a su modo, actuando en sus márgenes como poder integrador y ceñido a ese papel, sin poder pedirle lo que no le corresponde constitucionalmente. Así, es llamativo que algunas voces hayan cuestionado la firma a la ley de amnistía -hay que recordar que la sanción y promulgación son obligación constitucional- pasando por las dudas en cuanto a la interpretación de su papel en la propuesta del candidato a la Presidencia del Gobierno y el cómputo de plazos del art. 99 CE, o el alcance la su función de discurso. Para quienes no quieren la unidad de España, será un elemento a batir, pero para otros el riesgo es desconocer hasta dónde puede llegar. Aquí se aprecia una escasa cultura sobre la institución.
En fin, a lo anterior, hay que añadir que Felipe VI ha tenido que gestionar una gravísima crisis en la propia familia real extensa. Entró con la sombra del caso Noos y las nubes que luego desataron la tormenta sobre la actividad del Rey Juan Carlos. Felipe VI ha reaccionado con medidas tajantes y dolorosas para él de distancia institucional y personal, retirada de títulos a su hermana y renuncia a la herencia de su padre en marzo de 2020, cierre de la asignación económica y gestión de la salida de España de Juan Carlos I, así como su ausencia en el juramento de la Constitución ante las Cortes de la Princesa Leonor al cumplir la mayoría de edad. Esta parte de la década en la que ha primado su deber institucional y la Corona por delante de los afectos, habrán sido sin duda los mayores sacrificios personales del Rey.
El conjunto de todos los factores ha propiciado el debate sobre una ley para la Corona o sobre la reducción de la inviolabilidad. Pero cualquier reforma ha de hacerse con prudencia, anticipando todas las derivadas; requiere contexto adecuado, pacto constitucional y lealtad para conservar la Corona como pieza valiosa de la tradición, defensora de la Democracia constitucional, factor de estabilidad y moderación y valor seguro en las relaciones internacionales en un momento especialmente complejo.
Tras esta década renovadora y tormentosa, hay que felicitar en justicia y reconocer el papel de Felipe VI y desearle lo mejor, para que estos tiempos tormentosos abran paso a tiempos mejores.