Begoña Sánchez, Leire Sola, Enfermeras de la Clínica Universidad de Navarra
Los cuidados paliativos no se olvidan de los niños
El 13 de octubre celebramos el Día Mundial de los Cuidados Paliativos, día en el que todos los que, de un modo u otro estamos en contacto con éste ámbito, aprovechamos a reflexionar sobre el tema. Unos lo hacemos como profesionales de la salud y otros lo viven como pacientes, familiares o personas cercanas. Estos pacientes y sus familias son el motor de todo lo que hacemos y nos mueven día tras día a seguir trabajando con ilusión para ofrecerles la mejor atención en esos momentos de su vida. El modo que tenemos los profesionales de cuidados paliativos de cuidar al paciente en esa etapa es "viviendo su historia". Esto significa acompañar y empatizar con él, compartiendo su biografía, que en esa situación está influenciada por la enfermedad. De de este modo, ayudaremos a disminuir su sufrimiento y el de su familia.
Esta situación que puede parecer difícil de abordar por los profesionales de cuidados paliativos, resulta muchas veces gratificante, nos hace crecer a nivel personal y nos ayuda a valorar las cosas que realmente merecen la pena.
Entre todos los pacientes de cuidados paliativos que atendemos en esta etapa de la enfermedad, también nos encontramos con niños y adolescentes. Su vida justamente ha comenzado a desarrollarse y viven de manera progresiva los diferentes cambios que se suceden en su desarrollo y en el descubrimiento del mundo que les rodea. A veces, este camino que acaba de empezar, un día se ve alterado de manera repentina por la enfermedad y, en ocasiones, continúa hasta llegar a la etapa final de su vida, una vida casi "recién estrenada".
Los profesionales de cuidados paliativos ayudamos al niño a aliviar o paliar su sufrimiento, con un buen control de síntomas físicos (dolor, cansancio, ansiedad…), viviendo su "pequeña" historia y dando apoyo a su familia.
El hecho de que no haya completado su proyecto en las distintas etapas evolutivas de su vida, no quiere decir que el tiempo vivido no haya sido pleno ni dejará de serlo en el tiempo que le quede de existencia. El niño tiene una perspectiva del mundo que aunque sea diferente a la del adulto no significa que no pueda ser feliz. Los profesionales acompañamos en ese camino favoreciendo y facilitando que el pequeño alcance aquello que para él es felicidad. Tenemos que velar por mitigar el sufrimiento de la familia, no dejando que la situación, sin dejar de ser dura, les impida compartir esta última etapa de vida.