Antonio Pardo Ceballos, Profesor del departamento de Humanidades Biomédicas, Universidad de Navarra
Contra el instinto profesional
La clase médica está de luto. Sólo faltan unos cuantos pasos casi de trámite para que se modifique la naturaleza de su trabajo: ayudar al ser humano cuando se ve atacado por la enfermedad. Con la nueva ley, el aborto se consagra como un derecho de la mujer. Como contrapartida, algunos médicos se verán obligados a colaborar en su realización, yendo así contra su instinto profesional más profundo de ayuda al más débil.
La objeción de conciencia a atentar contra la vida humana en el seno materno es ahora un derecho constitucional perfectamente asentado, que se verá recortado con las normas que se desarrollarán como corolario. Incluso será obligatorio que los futuros médicos aprendan a destruirla durante sus estudios.
La nueva ley plantea medidas en teoría protectoras de la vida, pero todo se reduce a una mera información a la madre y un periodo de reflexión, con lo que el nasciturus queda más indefenso que antes. Se deja un plazo de la vida del no nacido al arbitrio de su madre. El texto intenta también la prevención de los embarazos no deseados, pero parece que todo se reducirá a intensificar la "educación sexual" que ha llevado a ellos, cuando la alternativa razonable sería resolver las dificultades de la mujer embarazada.
Ha habido intentos de justificación biológica de la nueva ley, y ha sido penoso comprobar la ceguera de algunos colegas implicados en ella. Parecen haber olvidado los conocimientos más básicos sobre el comienzo y desarrollo de la vida humana, y que también fueron seres humanos embrionarios.