Álvaro Morcillo, NCID-Instituto Cultura y Sociedad
En el Día Internacional del Migrante
El Día Internacional del Migrante que la ONU celebra hoy nos hace reflexionar sobre la importancia de las migraciones en el mundo en el que vivimos. En parte, el modo en el que las migraciones han sido tratadas en la opinión pública y cómo ésta ha moldeado nuestras actitudes y estereotipos hacia los migrantes, está estrechamente vinculado a la agenda que los organismos internacionales y los gobiernos occidentales han elaborado en las últimas décadas. Haciendo eco de algunas ideas de Stephen Castles, -uno de los mayores expertos mundiales en migraciones y profesor en Oxford-, parece como si los organismos internaciones hubieran cambiado en las últimas décadas la agenda sobre las migraciones internacionales en función de los intereses de los países más desarrollados pero justificando esos cambios por el bien de los países más pobres. Su argumento aparece más claramente detallado en el artículo "Development and Migration: What comes first?" donde compara las relaciones entre la agenda política y académica.
Sin dejar de lado estas reflexiones que ayudan a mantener un cierto distanciamiento y a reforzar la capacidad crítica ante lo que está de moda, la verdad es que el estudio de las migraciones ha evolucionado en los últimos años. Simplificando el proceso, en una primera fase el estudio de las migraciones ha puesto especial interés en los efectos en los países de destino, tanto desde el punto de vista económico como socio-cultural. En una segunda fase aparece una mayor sensibilidad hacia los efectos de las migraciones en los países de origen. Fuga de talento y remesas surgen como las dos caras de la misma moneda. Actualmente nos encontramos en una tercera fase que se caracteriza por buscar el modo de que las migraciones sean beneficiosas para todos, incluyendo los países de origen, de destino y por primera vez a los propios migrantes.
Pensar en estos términos es completamente novedoso y rompedor. Por fin no se habla de los migrantes como simple "mano de obra" o "capital humano" que se mueve y produce efectos aquí o allá. Ahora se reconoce que los migrantes no son meramente cifras sino seres humanos que también tienen algo que decir sobre el efecto de las migraciones en sus propias vidas. Desde esta perspectiva el Secretario General de la ONU recientemente expresó que "la migración es una expresión de la aspiración humana por la dignidad, la seguridad y un futuro mejor".
Este nuevo contexto debería ser tenido en cuenta por nuestros políticos y gobernantes a la hora de interpretar las migraciones que afectan a España. En relación a la reciente salida de jóvenes españoles a otros países debido principalmente a la crisis económica, hay que pensar que emigrar es ciertamente la expresión de la aspiración humana por la dignidad, la seguridad y un futuro mejor. Aunque hay jóvenes aventureros que viajan porque quieren conocer mundo y vivir nuevas experiencias, estoy de acuerdo con que son muchos más los que salen de España con gran pesar porque la realidad política y económica presente y futura no dan lugar a la esperanza.
Tampoco estoy de acuerdo con aquellos que usan la demagogia para criticar al gobierno diciendo que la mejor generación de españoles (más educada y formada) que jamás ha habido se escapa. Partiendo de mi propia experiencia personal en el Reino Unido, creo que el hecho de tener una gran formación académica no nos hace mejores que otras generaciones de españoles. Ahora bien, sí creo que la experiencia de emigrar y las propias experiencias personales ligadas a la crisis económica, están haciendo que nuestra generación adquiera las cualidades necesarias para el gran cambio que España necesita.
Estas cualidades son una mezcla de formación académica y profesional junto con los valores y habilidades sociales que se adquieren en contextos multiculturales y de meritocracia propios de otros países europeos como Alemania o Reino Unido.
En este sentido, un aspecto de las migraciones que se concibe como positivo para el país de origen es el retorno de sus emigrantes. Económicamente los argumentos que apoyan esta hipótesis están ligados a la adquisición de conocimientos en el extranjero que pueden ser aplicados posteriormente al sistema productivo nacional. Social y culturalmente la adquisición de activos cívicos también puede tener un impacto positivo en el país de origen. Un ejemplo es el asociacionismo o la mayor participación democrática que los retornados pueden mostrar, junto con una mayor tolerancia aprendida en contextos multiculturales.
Por este motivo, pienso que en el mejor de los casos, la emigración de jóvenes españoles al extranjero es algo que a la larga traerá enormes beneficios para España ya que muchos de ellos desearán volver y lucharán para regenerar la política y la economía del país. En el peor de los casos, si no vuelven porque España se mantiene en un estado de decadencia, al menos deberíamos ser capaces de reconocer que esos jóvenes tuvieron la oportunidad de emigrar, de elegir, de decidir sobre su futuro. Sólo el hecho de tener esa posibilidad es algo realmente positivo en términos de libertades y desarrollo. Junto a eso cabe esperar que la experiencia voluntaria de emigrar haya supuesto un bien,-experiencia enriquecedora-, en la vida de esas personas, a pesar de las dificultades y sufrimientos a los que se hayan tenido que enfrentar.