Rafael García Pérez, profesor titular de Historia del Derecho de la Universidad de Navarra
Sánchez Bella, primer rector de la Universidad de Navarra: magnanimidad
El autor recuerda la figura de "Don Ismael", alma máter de la Universidad de Navarra, que ha fallecido en Pamplona a los 96 años
Si hubiera que destacar entre sus muchas virtudes alguna que sobresaliera especialmente, destacaría en el profesor Ismael Sánchez Bella su magnanimidad. Con una confianza inquebrantable en Dios, D. Ismael –como le conocíamos- se marcó en todas las empresas que emprendió, de servicio a la sociedad y en particular a la comunidad universitaria, grandes metas. Su natural optimismo y entusiasmo casaban mal con planteamientos vitales y profesionales alicortos, pusilánimes, carentes de vitalidad.
Con apenas treinta años D. Ismael acometió en 1952 el difícil encargo que le había sido encomendado por San Josemaría: comenzar una Universidad en Navarra. En aquellos años, además catedrático de Historia del Derecho, D. Ismael era el director de la Escuela de Derecho y desde 1954 hasta 1960, rector del Estudio General de Navarra. Desde ese año, en que la Universidad de Navarra se erigió como tal, hasta 1986, D. Ismael siguió prestando sus servicios como vicerrector. En julio de 1985 fue nombrado presidente de la Junta Directiva de la Asociación de Amigos de la Universidad de Navarra, cargo que desempeñó hasta febrero de 1998.
El absorbente desempeño de los trabajos de gobierno y, en definitiva, de servicio directo a la Universidad, no le impidió mantener durante todos estos años una dedicación intensa a la investigación y a la docencia, con la pasión y entusiasmo que siempre le caracterizó. En efecto, en el ámbito de la historia del derecho indiano, D. Ismael llegó a convertirse en uno de los grandes especialistas a nivel internacional. En este ámbito cabe destacar su descubrimiento y posterior edición de la Recopilación de las Indias de Antonio de León Pinelo, después de doce años de búsquedas en los más diversos archivos de América y España. O su libro sobre la organización financiera de las Indias que le mereció en 1968 el prestigioso premio internacional de Historia del Derecho Indiano Ricardo Levene.
Pero D. Ismael no solo fue un gran investigador. Además, fue maestro e impulsor de muchas vocaciones docentes e investigadoras en la Universidad. Una muestra de ello son las cuarenta tesis de doctorado que dirigió a lo largo de su vida y los numerosos profesores que se formaron bajo su magisterio, muchos de ellos procedentes del continente americano.
Su amor a la Universidad y a los estudiantes hizo además de D. Ismael un gran docente, de esos que se recuerdan muchos años después de haber terminado la carrera. A pesar del tiempo que el gobierno de la Universidad y sus tareas investigadoras le exigían, D. Ismael consideró siempre la docencia una tarea prioritaria del profesorado de la Universidad de Navarra. También en este compromiso con los alumnos fue por delante. Trabajaba con sumo cuidado la preparación de cada clase.
Dotado de cualidades naturales para la oratoria y la exposición en público, no dejaba sin embargo resquicio alguno a la improvisación. De su docencia nos han quedado sus cuidadas Lecciones de Historia del Derecho. Además, dedicó muchas horas a escuchar y aconsejar a sus estudiantes sobre los más variados problemas de la vida. Solo esta generosidad en el servicio a sus estudiantes, de grado o de posgrado, explica las numerosas felicitaciones de Navidad que cada año escribía y recibía de antiguos alumnos, de los más variados rincones de la geografía española y también americana.
Durante los últimos años de su vida, la enfermedad impidió a D. Ismael seguir trabajando en el derecho indiano, su gran pasión durante tantos años. Sin embargo, sus crecientes limitaciones físicas y mentales no le impidieron seguir cultivando el trato con Aquél que durante toda su vida constituyó el verdadero motor de su desbordante actividad y la fuente última de su magnanimidad. En su silla de ruedas, era posible verlo todos los días en la misa de 12.00 del oratorio de la Clínica de la Universidad, donde transcurrió la última etapa de su fecunda vida, rodeado del cariño de tantos que veían en D. Ismael el ejemplo de una vida plena, gastada en el servicio de Dios y de los demás.