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Romper burbujas para escuchar la voz de los migrantes

18/12/2021

Publicado en

Diario de Navarra

Sarali Gintsburg |

Investigadora principal de MYOUROPE, Instituto Cultura y Sociedad. Universidad de Navarra

Con el objetivo de llamar la atención sobre las migraciones, así como sobre los derechos de los trabajadores migrantes y de sus familias, la ONU estableció el Día Internacional del Migrante el 18 de diciembre de 2002. La proximidad de la conmemoración nos lleva a pensar en este fenómeno que ha alcanzado una gran complejidad en nuestro mundo global. No cabe duda de que toda la civilización humana, con sus grandes logros, es fruto de las numerosas migraciones masivas. Comprender sin reduccionismos sus implicaciones en la actualidad requiere una reflexión equilibrada.

El tema de la migración ha sido siempre una cuestión relevante a lo largo de la historia de la humanidad. En casi todas las épocas ha tenido un gran impacto político, si bien no ha sido hasta casi nuestros días cuando hemos presenciado una politización sin precedentes. Mantenemos encendidas discusiones incluso sobre cómo llamar a este fenómeno, lo que refleja el grado de polarización de nuestra sociedad. Por ejemplo, algunos piden que se deje de usar la palabra ‘migración’ por su supuesto significado despectivo y se utilice en su lugar el término ‘movilidad’, que teóricamente alude a la tendencia intrínseca al ser humano de estar en movimiento. Otros insisten en mantener una estricta distinción terminológica: sugieren utilizar ‘inmigrantes’ frente a ‘migrantes’ (uno también puede agregar a esta lista a emigrados y expatriados).

Una de las grandes preocupaciones de nuestras sociedades es la existencia de inmigrantes que mantienen una distancia étnica y cultural con respecto a ellas. En el contexto europeo es el caso, especialmente, de aquellos que proceden de Oriente Medio y África. Algunos miembros de la sociedad de acogida expresan el miedo de ver diluida su propia identidad étnica, nacional y/o religiosa, al mismo tiempo que perciben que la integración real de los extranjeros no llega a producirse en numerosos casos.

Muchos temores y percepciones reduccionistas sobre el fenómeno –a favor y en contra de él- se alimentan del gran número de contenidos y mensajes manipuladores y descontrolados presentes en ámbitos de la esfera pública, principalmente internet y las redes sociales. Constituyen uno de los principales obstáculos para comprender el proceso natural de la migración y de las personas que se encuentran detrás de ella.

Un lado habla de malos extranjeros que primero llegan a “nuestro país”, después roban “nuestros trabajos” y luego abusan de “nuestro generoso sistema de ayudas sociales”. Y, como colofón, dejan de trabajar y rehúsan aceptar “nuestras costumbres y tradiciones”. En las posturas favorables también nos encontramos un mensaje simplista, una caricatura que no explica esta compleja realidad: se retrata a los inmigrantes como personas inocentes y trabajadoras que tuvieron que huir de su país de origen debido a persecuciones políticas o religiosas, o bien por causa de la guerra.

Cuando el debate se aviva, siempre es una buena estrategia dar un paso a un lado y escuchar a ambas partes desde cierta distancia. La verdad, como suele ocurrir, se encuentra en algún punto intermedio. Una de las formas más lógicas de encontrarla es dejar que los inmigrantes tengan voz y se presenten a sí mismos. Por irónico que parezca, cuando hablamos de la migración y los problemas asociados a ella, casi nunca llegamos a escuchar a los propios protagonistas y, si lo hacemos, sus opiniones están tan editadas que es casi imposible entender lo que realmente piensan.

Una de las ventanas que nos permitiría asomarnos a la realidad de los migrantes es lo que ahora se llama 'terceros lugares' digitales, segmentos de redes sociales que algunos de ellos utilizan para compartir entre ellos sus vivencias y recibir consejos, así como intercambiar opiniones sobre su nuevo país de origen y sus nuevos vecinos.

En mi investigación he analizado estos 'terceros lugares' digitales de magrebíes que viven en España, ‘nuevos europeos’. He conocido algunas historias y leído los comentarios tanto de audiencia de sus lugares de origen como en Europa. Asimismo, he conversado con algunos de ellos.

Uno de los descubrimientos más interesantes es que muchos inmigrantes continúan viviendo completamente separados de su nueva sociedad de acogida, a pesar de que algunos de ellos residen en Europa desde hace más de diez años. Su único vínculo parece ser muy formal, principalmente a través servicios sociales y organizaciones gubernamentales. Al permanecer cultural, religiosa y lingüísticamente lejos de la sociedad en la que viven, los migrantes utilizan las redes sociales para establecer las conexiones de su vida diaria. Sin embargo, incluso en sus interacciones digitales continúan viviendo en una burbuja. Y nosotros continuamos viviendo en la nuestra, lo que tampoco ayuda. Ya va siendo hora de que unos y otros las hagamos estallar y nos tendamos la mano: solo así progresaremos en una comprensión mutua que favorezca la integración de los ‘nuevos europeos’.