18/12/2022
Publicado en
The Conversation
Gemma Mestre-Bach |
Visiting Research Fellow, Institute for Culture and Society (ICS), The University of Navarra, Spain
Hace ya más de 15 años, numerosos expertos empezaron a sugerir que algunas conductas, como el juego o el uso de videojuegos, parececían ser adictivas. Algunas personas que llevaban a cabo dichas conductas de manera excesiva presentaban síntomas similares a los experimentados por aquellas personas con adicción a sustancias (alcohol, cannabis, etc.), por lo que se empezó a proponer la existencia de las llamadas “adicciones comportamentales”.
A día de hoy, los grandes manuales diagnósticos de los trastornos mentales (la Clasificación Internacional de Enfermedades y el Manual de la Asociación Americana de Psiquiatría) solamente han reconocido como adicción comportamental al trastorno de juego.
Tanto el trastorno por videojuegos, como el trastorno de compra compulsiva y el trastorno de la conducta sexual compulsiva han sido aceptados como trastornos mentales, pero por el momento no se consideran adicciones, a pesar de que cada vez existe una mayor evidencia empírica que da soporte a sus características adictivas.
Adolescencia: terreno abonado
La adolescencia es una etapa del desarrollo extremadamente compleja caracterizada, entre otros múltiples aspectos, por cambios tanto a nivel biológico, como psicológico y conductual. Entre estos cambios destacan la maduración física, la formación de la identidad y el incremento de la responsabilidad, el interés por las interacciones sociales y la conducta exploratoria.
Para entender si esta etapa vital está asociada a una mayor vulnerabilidad a desarrollar adicciones comportamentales, los expertos han planteado distintos modelos teóricos especialmente centrados en el desarrollo cerebral de los adolescentes.
Todos estos modelos se basan en que los sistemas cerebrales que se encargan del control cognitivo son aún muy inmaduros (se irán desarrollando con los años), mientras que el sistema de recompensa está muy activado y desarrollado.
En otras palabras, los adolescentes exhiben una mayor impulsividad y una elevada tendencia a buscar recompensas inmediatas, en vez de presentar conductas orientadas a objetivos a más largo plazo. Los adolescentes, por lo tanto, muestran una mayor tendencia a llevar a cabo conductas impulsivas y de riesgo, incluyendo las conductas adictivas.
Factores de riesgo
Si conseguimos saber por qué algunos adolescentes son más vulnerables que otros a desarrollar estas patologías específicas y, por lo tanto, podemos detectar un perfil de adolescente con mayor riesgo, resultará más sencillo diseñar planes de prevención, detección y tratamiento focalizados especialmente en estos adolescentes.
En el caso del trastorno de juego, ser chico y de menor edad, así como presentar distorsiones cognitivas y déficits en la regulación emocional, depresión o una elevada frecuencia de uso de tabaco, alcohol y otras sustancias son factores que predicen un mayor riesgo de acabar desarrollando el trastorno.
Entre los factores de riesgo para que un adolescente desarrolle trastorno por videojuegos se han destacado, entre otros, aspectos familiares. Por ejemplo, aquellos adolescentes que tienen una relación de menor calidad o disruptiva con su familia, o que han sido víctimas de hechos traumáticos dentro del contexto familiar presentan un mayor riesgo a utilizar los videojuegos como una estrategia de afrontamiento desadaptativa y, consecuentemente, presentan una mayor probabilidad de acabar desarrollando una adicción.
Es decir, los videojuegos serían utilizados por el adolescente como una “herramienta” que le permite aliviarse de emociones negativas intensas (en este caso, en el contexto familiar) que no sabe cómo regular de una manera más adaptativa. Asimismo, otros factores de riesgo serían ser chico, reportar elevados niveles de impulsividad y soledad, así como la presencia de problemas de conducta.
En el caso del trastorno de compra compulsiva, se ha descrito la impulsividad asociada a emociones negativas como uno de los factores de riesgo principales, así como el ser chica.
También se ha sugerido que aquellos adolescentes que refieren mayores emociones negativas y elevados niveles de impulsividad presentarían un mayor riesgo de acabar desarrollando uso problemático de pornografía en comparación con aquellos que no.
Sin embargo, se requieren más estudios en estas adicciones para llegar a conclusiones sólidas.
Vulnerables e impulsivos
A pesar de que se requiere mucha más investigación, parece que los adolescentes son una población especialmente vulnerable a desarrollar adicciones comportamentales. Se encuentran en una etapa de desarrollo emocional, psicológico, físico y mental que les hace presentar elevados niveles de impulsividad.
La impulsividad y las dificultades en la regulación emocional (propias de la adolescencia) son unos de los factores de riesgo más comúnmente identificado en estas patologías, por lo que debe tenerse en cuenta a la hora de desarrollar planes de prevención, evaluación y tratamiento de adicciones en población adolescente.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.