Belén Moncada, Directora del Año Temático sobre América Latina, Universidad de Navarra
Chile: historia reciente
Como susurraban los pronósticos, el pasado domingo los chilenos eligieron al primer candidato de derecha como presidente desde la derrota de la dictadura. Si descontamos los diecisiete años de régimen militar, hacía más de cincuenta que esta tendencia no gobernaba en Chile.
Estas elecciones, celebradas bajo un abrasador sol austral y en la más estricta normalidad, suponen un hito en la historia reciente de la democracia chilena. Por primera vez después de la dictadura, un candidato de la derecha consigue la presidencia sin estruendos, sin ruidos, y con el reconocimiento del conglomerado de centro izquierda que dirigió el rumbo del país desde 1989.
¿Qué va a cambiar en el "largo pétalo de mar y vino y nieve", como cantara Neruda, con el nuevo gobierno? Abramos el libro de la historia.
La euforia neoliberal implementada (impuesta) por Pinochet desde 1975 convirtió el Estado andino en uno de los menos intervencionistas del continente, comparable sólo a los Estados Unidos de América. Durante los diecisiete años de dictadura, la apertura económica, el celo desmesurado por la propiedad privada y la no intervención estatal creó un país próspero económicamente, pero demasiado confiado a la teoría capitalista del "chorreo", que nunca llegó, o nunca fue suficiente para acabar con una desigualdad que aún sangra.
A su vez, antes de partir, Pinochet abrió el puño político con una constitución y una democracia protegida por un sistema donde hubiera dos mayorías que garantizaran la estabilidad en el país, hambriento de libertades públicas.
La Concertación de Partidos por la Democracia, creada como oposición a la dictadura entre el Partido Socialista, el Partido Radical y el Democratacristiano en la década de los 80, gobernó durante veinte años con esa Constitución y en esa democracia. Dentro de la legalidad impuesta por el gobierno militar, intentó revertir la tendencia neoliberal estableciendo regulaciones (mínimas) que asegurasen una cierta distribución socio-económica. Así, durante sus respectivos gobiernos (Patricio Alwyn, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet), sus banderas de lucha fueron la libertad política y la justicia social que la dictadura de Pinochet había arrinconado. A la vez, durante esos veinte años Chile creció tres veces más que sus vecinos sudamericanos.
Los derechos sociales ganados en los veinte años de Concertación (el plan de salud conocido como AUGE, la regulación los sistemas privados de fondos de pensiones, el transporte público, etc.) están a salvo con el nuevo gobierno de Piñera, ya que la historia en derechos sociales no admite vuelta atrás. Lo que está por ver es si el nuevo presidente seguirá la línea de aumentar los (hasta hace muy poco) inexistentes derechos sociales, o los dejará tal y como están, con la caldera social al mínimo. En cualquier caso, tras veinte años de socialdemocracia, se terminó el tiempo en que la economía liberal de los "Chicago-Boys" campaba a sus anchas entre el mar y la cordillera.
El triunfo ha sido peleado y reconocido con una madurez democrática que asombra y llena de orgullo. Todos los ex presidentes de la Concertación han querido expresar su felicitación al nuevo gobernante delante de las cámaras nacionales. Han reconocido su derrota ante los electores, derrota sin duda fruto del hastío y de prácticas políticas aguadas y con olor a corruptela de los últimos años.
La derecha, durante los veinte años de la Concertación, ha ido amasando una enorme generación de jóvenes políticos ansiosos de participar en un posible gobierno. Esta nueva clase cuenta con un espectro amplio. Todos han esperado este momento desde hace mucho tiempo. Ha llegado su hora.
El hecho es que la mayoría de la población chilena ha decidido, con su voto, adoptar una actitud poco corriente en las democracias jóvenes: asumir que después de una dictadura, y más si ha sido muy dura y represiva, no hay que girar el péndulo 180 grados. La Concertación tiene que estar muy orgullosa del Chile que ha construido, de la democracia cuyo testigo el domingo pasó, con elegancia, a una nueva derecha.