Pablo Blanco, Profesor de Teología
Benedicto XVI: 7 años de Pontificado
Han pasado ya siete años desde que el entonces cardenal Joseph Ratzinger fue elegido sumo pontífice de la Iglesia católica. Desde aquel 19 de abril de 2005, ha quedado patente que el suyo ha sido un pontificado de ideas. Como ejemplo del valor que otorga a éstas, cabe rememorar su respuesta cuando una vez le recordaron que una imagen vale más que mil palabras: "Sí, y una idea, más que diez mil imágenes".
Una de las claves en torno a las que ha girado su ministerio como obispo de Roma es, de modo primordial, el amor. No en vano, su primera encíclica llevaba por título Dios es amor. En ella, Benedicto XVI explicaba cómo en un mundo en el que se usa y abusa de este sagrado término, el eros ha de ser purificado para convertirse en verdadero amor humano y cristiano. Es decir, en agape. El afecto, el cariño y el amor humano tienen que estar presentes en la caridad.
Asimismo, otro de los temas centrales y decisivos para el Papa-profesor es la razón, de la que ha hablado en innumerables ocasiones, como en su discurso en Ratisbona, uno de los más relevantes que ha pronunciado. Ya un año antes de su elección como Papa, había acordado con el filósofo alemán Jürgen Habermas que razón y religión podían curarse recíprocamente de sus respectivas patologías. Asimismo, la ‘cuestión de la verdad' ha estado muy presente en sus escritos.
Junto con la razón, la liturgia le introdujo en el mundo de Dios, tal y como afirma el Santo Padre. Precisamente, esta última es uno de los puntos centrales de su teología, y por ella ha profesado un especial interés desde su infancia. Sabe que es el verdadero motor de la Iglesia y de la vida cristiana. Frente al activismo cortoplacista, el Papa alemán sabe esperar, rezar y pensar. Pero sobre todo rezar.
En contraposición con el lema "Cristo sí, Iglesia no", el papa Ratzinger quiere recordar que la Iglesia es el cuerpo y la esposa de Cristo. Es también el pueblo, la familia de Dios, como suele repetir. Está convencido de que la misión de la Iglesia consiste en anunciar a Cristo y en crecer en comunión y cohesión en la Iglesia.
A pesar de sus múltiples ocupaciones en su ministerio, no ha renunciado a su proyecto personal a escribir su Jesús de Nazaret. Tal vez porque lo considera como una parte importante de sus obligaciones: hablar sobre todo de Jesucristo. Y hablar de él como Dios y hombre, como Cristo de la fe y Jesús de la historia. No es un avatar más de la divinidad, sino el Hijo de Dios hecho hombre. Solo él salva.
Otra de las ideas presentes en su Pontificado es la Creación, que para Ratzinger constituye un dogma olvidado al que deberíamos volver para deshacer los ‘entuertos' que hemos originado en el mundo actual. Muchos han hablado de las ‘raíces verdes' de su última encíclica social, en la que ha conseguido conjugar la crisis económica y la ética de los negocios con la vida y la ética sexual, la bioética y el respeto al medio ambiente.
Por último, cabe mencionar su sensibilidad por la belleza -como ejemplo, se puede aludir a su temprana afición a la música - y la importancia que concede a que el teólogo sea sensible a ella. Para él, la belleza del arte cristiano y de la vida de los santos es el principal agente de evangelización en la actualidad.