Pedro Nueno, Profesor del IESE, Universidad de Navarra
Por una mejor sanidad
El coste total para el Estado de nuestra cobertura sanitaria hasta nuestro fallecimiento es algo que se acerca a infinito. El avance de la sanidad es extraordinario, lo cual alarga nuestra vida, pero utilizando cada vez más sanidad (análisis, tratamientos, intervenciones, productos médicos, productos farmacéuticos, estancia en hospitales, etc.).
Cuando se hace un cálculo estimativo de cuánto puede representar esto para una persona promedia salen unas cifras enormes. Es imposible confiar en que la vía de los impuestos que pagamos será adecuada para cubrir a una persona que pueda jubilarse a los 65 años y vivir con servicios médicos sanitarios otros 50 años. Esto puede ser normal dentro de 20 ó 30 años.
Esta situación ha llevado a muchos países a la sensatez de que todos debamos contar con que la sanidad es como la vivienda o la alimentación y que hemos de ir pensando que si queremos una vivienda mejor o una alimentación mejor nos la tendremos que pagar. Y que como personas no podemos aceptar que alguien muera de hambre o viva en la calle, pero que esta persona no espere que le haga su comida diaria Ferran Adrià y que le paguemos una habitación en el Hotel Mandarin Oriental.
No queda más remedio que ir pensando en que la solución está en que nos paguemos la sanidad o una buena parte de ella. Muchos ya lo hacen con seguros privados, pero para otros habrá que diseñar una fórmula gradual de que empiecen pagando una parte -copago- que inevitablemente, con los años, irá aumentando.
Acabo de escuchar en la Universidad de Havard una conferencia del Dr. Baselga, profesor de la Universidad e investigador líder en cáncer en el Massachussets General Hospital, en la que ha explicado la cantidad de áreas en que su hospital trabaja para mejorar la eficiencia y reducir el coste sin perder la primera calidad del mundo. Esta es, naturalmente, otra vía, hacerlo mejor en el área de la prestación sanitaria.
Como europeos, con mentalidad humanista y solidaria, no deberíamos permitir que alguien salvable muriese por falta de medios, como no deberíamos permitir que alguien arruinado muriese de hambre o viviese al aire libre. Pero estos son casos límites y así debe ocurrir en la sanidad.