Gerardo Castillo Ceballos, , Profesor emérito de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
La falacia del permisivismo educativo
Una viñeta humorística publicada recientemente en un periódico era todo un editorial. Contenía dos episodios en dos cuadros sucesivos. En el primero se veía una escena de 1970: un padre irritado abroncaba a su hijo por sus malas notas; en la segunda (año 2000) otro padre enfadado abroncaba por el mismo motivo a un profesor, mientras el hijo sonreía satisfecho. La viñeta sugiere que actualmente vivimos en una sociedad que ha adoptado el modelo educativo de libre desarrollo por el que los padres permiten a los hijos todo tipo de comportamientos. Estos padres permisivos tienen una tolerancia sin límites con sus hijos y actúan como sus abogados defensores frente a los supuestos agravios que reciben de los profesores. Por ejemplo, «el profesor X me tiene manía».
Los actuales profesores de enseñanza secundaria se sienten agobiados por el excesivo número de correos electrónicos que reciben diariamente de los hijos de padres permisivos; al parecer piensan que sus profesores tienen que estar disponibles las 24 horas del día. Además, muchos de esos correos están fuera de lugar. Por ejemplo, el siguiente: «el lunes no podré ir a su clase porque temo estar con resaca después de una fiesta de fin de semana».
Cuando todo está permitido se dificulta mucho la adquisición de criterios sobre la moralidad de los actos. Si todo está permitido todo es aceptable; no hay distinción entre el bien y el mal. Como las normas morales objetivas se consideran prejuicios a extinguir, desaparecen los códigos morales, que son sustituidos por una ética subjetiva de corte psicologista. Esta última evita términos como «bueno» y «malo» para utilizar otros más «progresistas» en su lugar: «maduro-inmaduro» o «adaptado-inadaptado». Esto explica por qué últimamente muchas personas han cambiado el confesor por el psicólogo.
Algunas muestras de permisivismo educativo en familias de ahora: permitir a los hijos que hablen como quieran (aunque utilicen expresiones groseras o malsonantes); que coman otra cosa si no les gusta lo que se les ha preparado; darles dinero cada vez que desean comprar algo. Algunos padres permisivos evitan contrariar a sus hijos para evitar que surjan conflictos; ceden por sistema para que haya «paz» en la familia.
Los efectos negativos observados en la adopción del permisivismo educativo en muchas familias y escuelas prueban que se trata de una falacia. Una falacia (del latín 'fallacia': engaño) es un argumento que parece válido, pero que no lo es. Algunas falacias se utilizan intencionalmente para persuadir con el propósito de manipular, mientras que otras son producto de la ignorancia.
Gustave Thibon, tras preguntarse si el permisivismo es un bien para el hombre, contesta lo siguiente: «Cabe ponerlo en duda si se juzga al árbol por sus frutos. Porque ocurre que el hombre, desde que puede permitírselo todo está vacío. Es una especie de niño mimado que patalea de aburrimiento. El hombre, en esta situación bosteza su vida».
Por su parte, el doctor Spock, padre del permisivismo educativo en Estados Unidos, tras descubrir el fracaso de esa teoría pidió perdón de rodillas a los padres de familia desde la televisión por el daño que les había causado.
El engaño principal del permisivismo consiste en llamar autoritarismo a la autoridad. Por eso conviene recordar que en el pensamiento romano la autoridad no consistía tanto en el ejercicio del poder ('potestas') como en su fundamento, la 'auctoritas': fuerza que sirve para sostener y acrecentar las posibilidades del otro, impulso para desarrollar capacidades, refuerzo de los buenos comportamientos. Se trata de la autoridad moral, que se basa en la credibilidad de quien la ejerce. «Lo que no pudo realizar por poder, lo consiguió por autoridad» (Cicerón: Discurso contra Pisón).
La credibilidad conlleva coherencia de vida. No es un objetivo fácil. Se cuenta que un profesor le hizo una anotación manuscrita a un alumno en su hoja de examen. El alumno le dijo: «profesor, no entiendo lo que ha escrito en mi examen». El profesor contestó: «he puesto que escribas con letra más clara».
El pediatra francés A. Naouri criticó la pedagogía permisiva según la cual los padres no deberían negar nada a los hijos para evitar frustraciones. Además se declaró defensor de la frustración precoz de los niños. Las pequeñas frustraciones de los niños tienen mucho valor educativo: facilitan una imagen más realista de uno mismo; fomentan el autocontrol y espolean el deseo de luchar.
El permisivismo educativo ha creado y sigue creando niños y adolescentes inseguros, debido a que no fueron entrenados para afrontar dificultades por sí mismos. Confesión de una madre permisiva arrepentida: «Hemos fracasado en la educación de nuestro hijos por haber ido siempre por delante de ellos para barrerles la calle de la vida».