Gerardo Castillo Ceballos, Profesor de la Facultad de Educación y Psicología
La epidemia narcisista. Padres ególatras con hijos sumisos
A través de las redes sociales y de los anuncios de televisión, recibimos continuos mensajes que basan la felicidad en ser una persona exitosa y ganadora. Sin embargo, muchos psicólogos y sociólogos desmienten esa tesis y consideran que tales mensajes son síntoma de que la sociedad contemporánea padece el mal del narcisismo.
Alexander Lowen ha publicado “El narcisismo, la enfermedad de nuestro tiempo”. Considera que “el narcisismo individual corre paralelo al cultural: el individuo moldea la cultura según su propia imagen y la cultura moldea, a su vez, al individuo.”. Por su parte, Jean Twenge ha escrito “La epidemia narcisista” y “La generación del yo”.
Al narcisista se le reconoce por su comportamiento egoísta, prepotente y vanidoso, unido a su carencia de empatía. En contra de lo que aparentan, los narcisistas son inseguros y se frustran con mucha facilidad. Su autosuficiencia sería sólo una autoafirmación y un disfraz de una personalidad insegura.
Pat MacDonald autora de “Narcisismo en el mundo moderno” señala algunos síntomas de la presencia social del narcisismo: “Basta con observar el consumismo rampante, la autopromoción en las redes sociales, la búsqueda de fama a cualquier precio y el uso de la cirugía estética para frenar el envejecimiento”.
El narcisismo es especialmente preocupante cuando llega a ser un trastorno de la personalidad, que se caracteriza por emociones intensas e inestables y una autoimagen distorsionada. A ello se añade un amor anormal a sí mismo y un exagerado concepto de superioridad.
¿Qué suele ocurrir cuando una persona narcisista es padre? Los padres narcisistas son ególatras que buscan aprobación constante en sus hijos. Tras concebir grandes expectativas sobre ellos, les exigen sobresalir en todo. Proyectan sobre sus hijos sus sueños frustrados. Son padres que presionan a cada hijo exigiéndole resultados por encima de lo que el entrenador deportivo o los profesores esperan de él.
Los hijos se angustian cuando son abroncados por sus padres en cada ocasión en que no han sido los mejores. Les reprochan no ser ganadores, después del dinero y el tiempo que han invertido en su promoción. Algunos padres acompañan a un hijo a los partidos de futbol para apoyarle, y desde la grada apuntan en una libreta sus fallos, mientras dirigen su juego a gritos (“¡despeja ese balón!”, “¡tira tú ese saque de esquina!”), suplantando así al entrenador.
Una viñeta cómica de Ferrán se refiere a esa situación. Un padre entra en una instalación deportiva acompañando de dos hijos pequeños y se encuentran con un aviso:
“Prohibida la violencia física y verbal en el recinto.
-¿Es una prohibición para los jugadores?, pregunta el padre.
-No, es para los padres, responde uno de los hijos.
La infancia de un hijo criado por un padre y/o madre narcisista suele ser muy desgraciada: no se reconoce al niño como un ser humano diferenciado, sino como una extensión del yo paterno. No es extraño, por todo ello, que los padres narcisistas engendren niños con muchos problemas psicológicos. Los niños suelen volverse narcisistas, al interiorizar las cualidades infladas por sus padres sobre ellos.
Esa actitud paterna no es educativa, porque lejos de desarrollar las facultades del hijo, le mantienen en estado dependiente y pasivo. La persona pasiva no hace las cosas por sí misma; la pasividad se opone a la voluntad de dirigir la propia vida.
El tratamiento del trastorno narcisista de la personalidad se centra en la psicoterapia o terapia de conversación, con la que se pretende liberar al paciente del deseo de lograr objetivos imposibles. Sin embargo, la clave es la prevención. Julio Rodríguez ha publicado “Prevenir el narcisismo”. Entre las muchas fórmulas que propone a los padres, he seleccionado las siguientes:
Mostrad cariño y afecto de manera incondicional; no sobrevalorar las capacidades de los hijos, ni verlos como si fuesen superiores a los demás; enseñadles a mostrar empatía, compasión y respeto por los otros, así como a cooperar con ellos; que entiendan que equivocarse es una oportunidad para aprender; animadlos a hacer cosas en las que «no son los mejores»; no siempre hay que ganar, y no a toda costa; los hijos tienen que aprender a aceptarse completamente, con sus aptitudes y sus limitaciones; inculcadles que hacer algo bien o tener un talento especial no implica ser superior a los demás ni tampoco merecer un trato diferente; en cuanto veáis una conducta narcisista en alguien de vuestro entorno, en el cine o en la televisión, no dudéis en señalárselo como ejemplo de mal comportamiento.
El Narciso del mito griego, enamorado de su propia imagen reflejada en el agua, murió ahogado. ¿No les está ocurriendo algo parecido a quienes actualmente se hacen autofotos al borde de un precipicio para subirlas a las redes?