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Antes del latín: ciencia y lingüística antigua sin apasionamientos

20/02/2025

Publicado en

El Heraldo de Aragón

Javier Andreu Pintado |

Catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Navarra y director científico del proyecto arqueológico de Los Bañales de Uncastillo

La pasada semana, el director de cultura del Gobierno de Aragón, Pedro Olloqui, acompañado del director del Museo de Zaragoza, Isidro Aguilera, inauguraban en la casa pirenaica que esta última institución tiene en el Parque José Antonio Labordeta de Zaragoza la recomendable exposición “Antes del latín. Lenguas prerromanas en Aragón (siglos II-I a. C.)”. En ella, en una extensa vitrina con tres peanas se reúnen una treintena de materiales –originales unos, reproducciones otros– que repasan en qué medida tres lenguas prelatinas, el celtibérico, el ibérico y el vascónico se hablaron en Aragón antes de la gran globalización que supuso la expansión del latín. Lenguas que, sin embargo, “no parece que supusieran una barrera infranqueable” como dice con acierto el folleto de la muestra. Sabido es que, en el actual territorio de las Cinco Villas de Aragón, en localidades próximas a la ciudad romana de Los Bañales de Uncastillo –como Ejea de los Caballeros, Sofuentes o Valpalmas– existen, sobre inscripciones de época imperial romana, nombres que remiten a eso que ahora, mejor que paleovasco, se ha dado en llamar “lengua vascónica”. Ese catálogo, además, se ha ampliado gracias a nuevos hallazgos epigráficos en El Forau de la Tuta, en Artieda de Aragón.

Si se ponen en relación esos testimonios con los que, semejantes, se atestiguan al otro lado de la linde que nos separa de la comunidad foral de Navarra se dibuja una zona amplia –que comenzaría al oeste de Pamplona, en Mendigorría, y terminaría en el norte de Aragón, en Artieda e, incluso, algo más hacia el Somontano de Barbastro, en La Puebla de Castro– donde existirían, como fondo de saco de la población aquitana, de lengua vascónica, individuos con nombres en esa lengua tan sugerente como politizada. Poco se dice del vascónico en la exposición que ahora se ha inaugurado en Zaragoza. Primero porque ésta se detiene en los siglos II y I a. C. y, excepción hecha de algunos nombres vascónicos de los jinetes de Ejea de los Caballeros que engrosaron la turma Salluitana, las evidencias vascónicas en Aragón son ya posteriores al siglo I d. C. Segundo porque, cuantitativamente, apenas pasan de cinco testimonios. Sin embargo, los motores de búsqueda al uso listan una veintena de inscripciones en celtibérico y en ibérico en la provincia de Zaragoza, cinco en ibérico en Huesca y unas sesenta en ibérico y veinte en celtibérico en Teruel.

En Navarra, sin embargo, el hallazgo en Irulegi de una manita de bronce del siglo I a. C. con cuatro líneas de texto de las que dos palabras parecen remitir a la lengua vascónica se ha querido convertir en prueba irrefutable de que el vasco era allí la lengua más hablada desde la Antigüedad. No se han tenido en cuenta, sin embargo, los números pues de la veintena de inscripciones paleohispánicas que se conservan en Navarra sólo tres remiten al vascónico, unas pocas más si tenemos en cuenta las posteriores al cambio de Era. En tiempos de apasionamiento y de manipulación de las evidencias científicas es de celebrar que el Museo de Zaragoza, dejando hablar a los documentos escritos, haya querido subrayar que Aragón –como también Navarra y todo el valle del Ebro y como bien aprendí en la Universidad de Zaragoza de mi maestro Francisco Beltrán– fue un trifinio, un espacio multicultural y multilingüe paradigmático para entender la Historia Antigua de nuestro país tan apasionante como apasionadamente tergiversada en no pocas ocasiones.