20/02/2025
Publicado en
The Conversation España
Enrique Baquero |
Investigador del Instituto de Biodiversidad y Medioambiente (BIOMA) y profesor de la Facultad de Ciencias, Universidad de Navarra
Ocho de cada diez animales son insectos. No somos conscientes de la cantidad de relaciones que tiene el ser humano con ellos. Y casi todas son positivas. Unos tienen que ver con nuestra alimentación, otros con nuestras viviendas y, por supuesto, algunos con nuestra salud. La razón por la que no los tenemos presentes, a pesar de su enorme riqueza de especies y abundancia, es su pequeño tamaño.
Identificarlos es fácil: seis pares de patas, dos pares de alas (salvo las excepciones), organizados en cabeza-tórax-abdomen –no, los ciempiés y las arañas no son insectos–.
Comienza el día
He desayunado con miel –fabricada por abejas, claro– y cereales que han crecido libres de los insectos que querían alimentarse de la planta. No han podido, gracias al uso de peligrosos pesticidas.
En la cocina, me sobrevuela una mosca pequeña, coloreada. Podría ha salido de una pieza de fruta un poco podrida que tenía dentro larvas.
A mi lado, uno de mis hijos se rasca la cabeza. ¿Tendrá piojos?
Antes de salir, limpio los cristales de la casa y, bajo el alfeizar de las ventanas, encuentro unos tubos de barro. Son avispas alfareras, que capturan arañas para dárselas de comer a las larvas que se desarrollan dentro, confinadas hasta ser adultas.
De paseo
Cuando salgo a pasear por el barrio, observo aceras pegajosas porque los pulgones han dejado caer restos de la savia de la que se alimentan en los árboles. Mi coche, aparcado debajo de uno de ellos, ha sufrido una lluvia de gotas dulces. Aprovecho para limpiarlo y despegar “bichos” del parabrisas, en especial, el néctar de las abejas aplastadas.
Los jardines del parque están llenos de vida de colores, sobre todo, en primavera y verano: mariposas sobre las flores, abejas y abejorros realizando la importante labor de la polinización. Algunos avispones invasores (ya tenemos aquí otro más, la Vespa soror) buscan insectos para alimentar a sus larvas o agua para refrigerar el avispero.
Más adelante, en otoño, no será extraño ver “mosquitos gigantes” pegados a las paredes de los edificios. Siempre están cerca de parcelas con césped, porque sus larvas, grandes gusanos, se alimentan de sus raíces.
En algunas plantas, las hojas tienen huellas de mordeduras. Si son pequeñas, se deben a un escarabajo llamado Otiorhynchus. Otras son más grandes y pueden deberse a la abeja cortadora de hojas o Megachile.
A la hora de comer, charlando con el camarero mexicano del restaurante, me cuenta que en su país se comen más de 600 especies distintas de insectos. Y eso que solo había oído hablar de los “chapulines”, un tipo de saltamontes, más pequeños que ese que vi posado en una pared cuando llevaba a mi hija al colegio.
Llega la tarde
Salgo de nuevo a pasear, ahora con mi perro, vacunado contra la Leishmania, que le podría llegar por la picadura de unas pequeñas moscas llamadas flebotómidos.
Pasamos junto al río, donde se crían larvas de insecto que pasan su primera parte del ciclo metidas en el agua. Algunas alimentarán a las truchas, barbos y otras especies que dan vida a estos ecosistemas. Son libélulas, perlas, tricópteros y efémeras.
También en el agua dulce de estanques y charcos se desarrollan las larvas de los mosquitos que después, sobre todo al atardecer, pueden picarnos para alimentarse de sangre (solo las hembras) y, a veces, transmiten enfermedades.
Las fumigaciones masivas no van a solucionar el problema, más bien lo agravarán porque morirán junto a los mosquitos los insectos que se alimentan de ellos, la “fauna útil”. Es muy importante mantener el equilibrio de la biodiversidad en todos los ecosistemas para que no haya especies que disparen sus efectivos.
Mientras, golondrinas y vencejos vuelan, unas veces más alto y otras, más bajo. Depende de la climatología, que provoca que sus presas, miles de moscas y mosquitos vuelen a distintas alturas.
Cuando anochece, con el buen tiempo de la primavera, cada vez más polillas giran en torno a las farolas. Algunas alimentarán a los murciélagos, que también nos libran de miles de mosquitos cada noche.
Mascotas, forzosas o no
¿Imagina tener un insecto como mascota? No es habitual en Europa, pero sí en los países orientales. Allí crían, por ejemplo, grandes larvas comedoras de madera que son enormes escarabajos cuando son adultas.
Al menos, mi casa es de ladrillo y no tengo que estar vigilante ante la probabilidad de que la estructura esté debilitada porque las vigas estén siendo vaciadas por las termitas. En las casas viejas de los pueblos se oía el “reloj de la muerte” mientras se velaba a los fallecidos: eran los machos de una especie de carcoma golpeando la madera para atraer a las hembras.
También es, cada vez más, cosa del pasado la tortura de los chinches de la cama, que se esconden en cualquier lugar del dormitorio durante el día y salen por la noche para chuparte la sangre después de subirse a la cama.
Esencia en los ecosistemas
Ya de vuelta en casa, mis hijos están haciendo la tarea, y les toca estudiar la biodiversidad. Me cuentan que hay más de un millón y medio de especies distintas de insectos (solo hay 1 500 de mamíferos).
¿Qué pasaría si no hubiera insectos en nuestro mundo? Aunque a veces parezcan molestos, son esenciales para mantener el equilibrio de la naturaleza. Así que la próxima vez que veamos uno, ¡no lo pisemos! Pensemos en el papel crucial que juegan para los ecosistemas que nos rodean y, directamente, en nuestro día a día.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.