Joseph Ratzinger / Benedicto XVI (así, con los dos nombres) acaba de publicar el segundo volumen de Jesús de Nazaret, donde estudia los misterios de la vida de Cristo, desde la entrada en Jerusalén, en vísperas de la última Pascua, hasta la resurrección. Este trabajo remite a sus cursos académicos, aunque muy reelaborados, pues la bibliografía aducida procede casi toda de los años noventa o incluso del siglo XXI.

Benedicto XVI armoniza la historia (aquí la crítica histórica) con la fe. Ambas se exigen y complementan, de modo que sólo por esta vía se alcanza una comprensión esencial de la persona de Jesús y de su mensaje. No obstante, aunque la supone, la fe tiene prioridad sobre la historia. Por este motivo, Ratzinger critica la tesis del historicismo alemán, según la cual, el cristianismo se habría constituido por el contacto del mensaje de Jesús con el mundo griego europeo. Las fuentes y la historia revelan, por el contrario, que cristianismo es la plenitud de la revelación al pueblo judío. En Jesús de Nazaret se han cumplido, en efecto, todas las promesas y expectativas del pueblo judío.

Admira que, con tanta carga de gobierno, el Papa saque tiempo para seguir las publicaciones técnicas y haya podido culminar, hasta ahora, dos volúmenes de obra científica. Es un ejemplo, para todos, de que la fe ha de ser ilustrada. Y rinde tributo, además, a la cultura alemana, al presentar al gran público el impresionante trabajo teológico de esas Universidades en los dos últimos siglos. Con ello hace justicia a Europa y al legado intelectual del viejo continente.

En una primera lectura, destacaría el capítulo noveno, dedicado a "la resurrección de Jesús de entre los muertos". Aquí se advierte no sólo la familiaridad del Santo Padre con la mejor exégesis centroeuropea, sino también su preparación especulativa y su formación fenomenológica, que le permite alumbrar brillantes soluciones en los temas más debatidos y difíciles. Volveremos sobre este libro, que lo merece.