Jorge Miras, Ordinario de Derecho Administrativo canónico
Javier Hervada Xiberta, exdecano de Derecho en la UN
Ha fallecido en Pamplona el profesor Javier Hervada Xiberta, sin duda uno de los canonistas más relevantes del siglo XX, que desarrolló la mayor parte de su carrera académica en la Universidad de Navarra, a cuyo proyecto estuvo vinculado, de una u otra forma, desde 1957.
En ese año, el 28 de septiembre, viajó por primera vez a Pamplona para entrevistarse con el profesor Pedro Lombardía, del que fue primero discípulo y, muy pronto, compañero y estrecho colaborador en lo que describiría muchos años después como “una aventura intelectual y científica”: la de la renovación metodológica del derecho canónico, que ha resultado extraordinariamente trascendente.
De esa colaboración procede la que, entre canonistas de todo el mundo, se suele conocer como “Escuela de Navarra”, aunque el profesor Hervada se refería siempre a ella como “Escuela de Pedro Lombardía”, porque tenía muy presente que, por rasgo fundacional, los profesores de la Universidad de Navarra no forman “Escuela”, tampoco los de la Facultad de Derecho canónico, sino que cada uno sigue libremente sus propias convicciones científicas, que son diversas. Sin embargo, entre los canonistas formados en Navarra y en otros sitios, hay muchos que se reconocen discípulos de Lombardía. Y estos siempre han reconocido a Hervada también una posición de magisterio en su “Escuela”, porque resulta muy difícil concebir las aportaciones del uno sin las del otro.
Javier Hervada nació en Barcelona el 7 de febrero de 1934. Obtuvo la licenciatura en Derecho en la Universidad de Barcelona (1951-1956) y el grado de Doctor en Derecho en 1958, en la Universidad Central de Madrid (hoy Universidad Complutense). Después de realizar los estudios pertinentes en la Facultad de Derecho canónico de la Universidad de Navarra, alcanzó asimismo la licenciatura y, ya en 1962, el doctorado en Derecho canónico.
En 1964 ganó la cátedra de Derecho canónico en la Universidad de Zaragoza, en cuya Facultad de Derecho era antes adjunto, situación que hacía compatible con su dedicación como profesor encargado de Derecho canónico en las facultades de Derecho y Derecho canónico de la universidad de Navarra.
Desde 1965 fue profesor Ordinario de Derecho canónico en la Universidad de Navarra; y desde 1981 Ordinario de Derecho natural y Filosofía del Derecho, asignatura de la que había comenzado a ser encargado en la Facultad de Derecho en 1973. Entre 1985 y 1990, fue sucesivamente professore stabile de ambas disciplinas en el Ateneo Romano (hoy Universidad) della Santa Croce, en Roma. Entre las funciones de gobierno académico que desempeñó en diversas épocas, se encuentran las de Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Navarra, entre 1973 y 1984, y Vicedecano de la de Derecho canónico, de 1991 a 1993.
Promovió y dirigió influyentes revistas científicas (“Ius Canonicum”, “Persona y Derecho”, con sus suplementos “Fidelium Iura” y “Humana Iura”), además de la difundida serie de monografías “Colección canónica”; y centros de investigación, como el “Instituto Martín de Azpilcueta” o el “Instituto de Derechos Humanos”.
El Ministerio de Justicia español le concedió en 1998 la Cruz de Honor de la Orden de San Raimundo de Peñafort. En 1999, Juan Pablo II lo nombró Caballero Comendador de la Orden de San Gregorio Magno. El 26 de noviembre de 2002 recibió el doctorado honoris causa en la Facultad de Derecho Canónico de la Pontificia Università della Santa Croce.
Su producción científica es amplia. Incluye, si no recojo mal los datos, veintiséis libros, algunos de ellos con numerosas ediciones y traducciones, y un centenar de artículos en revistas especializadas. A mediados de 2019 se acabó de poner su Obra completa accesible on line en el repositorio digital de la Universidad de Navarra (DADUN). En noviembre ya se contaban casi 8.000 descargas de sus diversos elementos.
Por otra parte, dirigió 66 tesis doctorales y, durante su vida, se han realizado varias tesis doctorales sobre su pensamiento. Fue lo que en la vida académica se llama, propiamente, un maestro, por la trascendencia de su pensamiento y por la abundancia de frutos de su trabajo docente y su dedicación generosa al fomento de la investigación y a la formación de investigadores.
Cuantos nos hemos beneficiado de su magisterio echaremos de menos, especialmente, su sincera amistad, que siempre aparecía inesperada en medio de su natural más bien tímido y reservado, la seguridad intuitiva de su extraordinaria inteligencia y el testimonio sencillo y coherente de su espíritu cristiano. ¡Gracias, maestro, y descansa en paz!