Gerardo Castillo Ceballos,, Profesor emérito de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
El timón educativo en una sociedad cambiante
En mi opinión, educar en la época actual conlleva, entre otras, cinco dificultades-reto. Primera dificultad: los aprendizajes que preparan para la vida ya no se adquieren principalmente en la escuela. La escuela no puede ignorar lo que sucede en el mundo externo a ella, especialmente en las familias de los escolares. Por ser los primeros y principales educadores los padres pueden delegar en la escuela la instrucción, pero no la formación. Esto último es más propio del ámbito natural de educación que es la familia (ámbito de intimidad, de amor incondicional y de convivencia intensa en el que se descubren y adquieren los valores que dan sentido a la vida humana). Por este motivo es muy preocupante la actual tendencia paterna a encomendar la educación total de sus hijos a los profesores.
Segunda dificultad: la escuela no puede ignorar que los municipios, las empresas y los medios de comunicación son lugares de aprendizaje que, si convergen en propósitos comunes, constituyen una sociedad educadora. De la sociedad se espera que promueva espacios de convivencia y de participación social. A diferencia de ahora, en épocas pasadas la sociedad era educadora. Los padres de familia contaban con aliados que compartían sus mismos valores; sabían que la escuela, los medios de comunicación, los centros de ocio y diversión, etc. iban, de algún modo, en su misma dirección. Esa diferencia entre la sociedad de antes y la de ahora se puede ver, por ejemplo, en el tema de los buenos modales. Los niños vivían la urbanidad y el respeto a los demás tanto en su casa como en la calle; era corriente que cedieran el asiento del autobús a una persona mayor o impedida, y que ayudaran a cruzar la calle a una persona ciega; en el caso de que alguien no lo hiciera así su comportamiento resultaba socialmente chocante. Actualmente, en cambio, la mayoría omite ese tipo de comportamientos y sin que sea chocante para quienes lo ven. Hoy la sociedad ha dejado de desempeñar la antigua función de convergencia de propósitos educativos.
Tercera dificultad: vivimos en una sociedad sujeta a cambios acelerados. El cambio social se realiza hoy a una velocidad tan grande que produce un envejecimiento prematuro de los saberes. Gran parte de los conocimientos que los alumnos aprenden hoy en la escuela no les servirán para acceder a su primer trabajo, por obsoletos. Esto obliga a los docentes a centrarse en lo que menos envejece y en lo que más sirve para afrontar situaciones inesperadas: el desarrollo de competencias como, por ejemplo, saber pensar, saber inventar, saber aprender, saber informarse, saber comunicar, saber expresarse.
Cuarta dificultad: la crisis social de valores. En la sociedad de ahora la dimensión placentera y utilitarista de la vida predomina sobre la dimensión ética. Valores de moda: el individualismo (cada uno a lo suyo) el deseo, el placer sensible, el dinero, el bienestar material. Valores olvidados: la verdad, el bien, la belleza, la honradez, la honestidad, el esfuerzo, la disciplina, la responsabilidad, el servicio.
Los padres de ahora suelen ser muy culpabilizados por la falta de ideales de sus hijos, ignorando que los cambios sociales han dificultado mucho la educación. Cristine Collange, una periodista francesa con varios hijos en edad adolescente, ha escrito un libro en defensa de los padres de hoy con este título: Yo, tu madre. Selecciono un fragmento:
"Estoy harta de oír hablar en cada momento de adolescentes que sufren debido a la incomprensión de sus padres; lo contrario también existe: padres que se sienten rechazados por sus hijos. De esto nunca se habla. ¡Tened piedad de los padres de hoy! Se nos acusa de todos sus defectos, lo que sirve a los hijos como coartada para sus errores. No hemos sido unos padres tan malos; no era fácil llevar el timón educativo en una sociedad en completa transformación, en la que todos los valores han envejecido de repente. No siempre somos culpables; a veces los hijos son más culpables que los padres. Además, ¿por qué no nos ayudan?"
Quinta dificultad: la crisis de la autoridad. La experiencia dice que el comportamiento espontáneo de los niños no es suficiente para que lleguen a ser lo que deben ser: es necesario intervenir en su vida. Sin autoridad no llegarían a adquirir buenos hábitos: de autocontrol, autodisciplina, orden, respeto, fortaleza. La autoridad es una forma de amor, ya que con su ejercicio se posibilita la mejora personal de los hijos y alumnos. Los padres que no ejercen la autoridad han dimitido ya como padres, y sus hijos –con palabras de Juan Pablo II -son "huérfanos de padres vivos".