Rafael Miranda Ferreiro, Profesor del departamento de Biología Ambiental de la Universidad de Navarra
El estado de salud de nuestros ríos y lagos
Quizás el lector no se haya parado a pensar en lo mucho que le debemos al agua que nos rodea. Puede ser que no se haya percatado de que los ríos y lagos constituyennuestros mayores garantes, como portadores de vida y vertebradores del paisaje.
En realidad, dependemos de ellos para sostener la agricultura y la ganadería. Para disfrutar de la naturaleza y de una multitud de servicios y formas de ocio. Representan, sin duda, una de las grandes riquezas de nuestro patrimonio. Además, si nos fijamos en su biodiversidad, los ríos, lagos y embalses albergan una fauna y flora riquísima, la cual, en ocasiones, es también única de cada lugar. Todo ello a pesar de que ríos y lagos suponen una extensión de no más del 1% de la superficie terrestre. Una mínima extensión que sostiene a muchas especies que se acercan a los lagos y los ríos a beber, y que hacen de ellos ecosistemas imprescindibles para la vida.
Al mismo tiempo,tradicionalmente los ríos han sido fuertemente castigados por nuestra actividad. Los hemos tratado como si fueran un recurso hídrico inagotable y como colectores de nuestras inmundicias. Pero las masas de agua se han mostrado sensibles a estos impactos. Algunos lugares han llegado a convertirse en verdaderos vertederos, y en ocasiones se han explotado hasta la extenuación. De hecho, todos los estudios coinciden en considerar a las aguas continentales como los ecosistemas más amenazados del Planeta.
Consciente de ello, la Comisión Europea publicó en el año 2000 la Directiva Marco del Agua. Esta normativa ha obligado a todos los países miembros al cumplimiento de unas condiciones mínimas en la calidad ecológica de ríos, lagos y embalses. Fruto de ello desde el año 2000 se ha invertido esfuerzo y dinero en mejorar la calidad de las aguas continentales. Y los resultados han sido muy favorables en términos generales. Muchas cuencas fluviales han recuperado el buen estado ecológico que habían perdido, aunque aún quedan “puntos negros” con los que terminar. En este sentido, uno de los grandes problemas ecológicos de nuestros ríos viene causado por el impacto de las presas y la fragmentación que generan. Problema incrementado por el hecho de que España posee el mayor número de presas por kilómetro cuadrado en el mundo - más de 1.000 presas grandes y medianas (de más de un hectómetro cúbico de capacidad) y miles de pequeñas presas y azudes-.
En el caso de Navarra, los ríos presentan un estado ecológico más que aceptable. En términos generales, su salud es buena -como se deriva de las memorias sobre este aspecto publicadas en la web del Gobierno de Navarra-. De hecho, según esta misma fuente, este año se han alcanzado en la Comunidad Foral los mejores valores para los indicadores de calidad ecológica de la serie histórica. Sin duda, hemos avanzado mucho en la calidad de las cuencas fluviales, lo cual no quita para que Navarra también posea masas de agua en una situación ecológica muy mejorable.
Otra de las grandes amenazas en nuestros paisajes fluviales y lacustres la constituye la presencia, creciente, de especies exóticas invasoras. El mejillón cebra, una de las más conocidas, continúa representando una amenaza grave en nuestros ecosistemas (hay que tener en cuenta que un individuo de esta especie puede producir más de un millón de huevos a lo largo de su vida). Basta con que sobrevivan unas pocas larvas de la especie para que colonicen todas las superficies sumergidas si se dan las condiciones ambientales adecuadas. Y como sucede casi siempre, los costes de un problema ambiental acaban siendo también costes económicos. Y como prueba, un botón: en el período comprendido entre 2005 y 2009 los costes asociados a la expansión del mejillón cebra en la cuenca del Ebro han alcanzado los 11.6 millones de euros.
Esta realidad posee sombras pero también luces, provenientes de las mejoras generadas en los últimos años en la conservación y cuidado de las aguas continentales. No obstante, la relevancia de los ecosistemas dulce acuícolas exigen la atención y cuidado de todos: desde la Administración y los Gobiernos -a través de la inversión en medios y esfuerzos y de la toma de decisiones con el mayor criterio posible-, hasta los científicos y los propios ciudadanos, que pueden y deben denunciar la presencia de una especie invasora de pez en el lago de su barrio, por ejemplo.