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Ricardo Fernández Gracia, Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

Patrimonio e identidad (27). Un templo excepcional de Tudela con ecos en España e Hispanoamérica: la Compañía de María

vie, 21 feb 2020 16:01:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra

Las décadas centrales del siglo XVIII fueron de gran actividad constructiva en Navarra. Estilísticamente, los modelos arquitectónicos de la arquitectura religiosa siguieron criterios de sobriedad y sencillez, propios de los modelos conventuales, que seguían pesando en plantas y otros aspectos como cubiertas o número de naves. Por su parte, en la zona de la Ribera y también dentro de la tradición del barroco decorativo, se levantó la capilla del Espíritu Santo en la colegiata tudelana, entre 1737 y 1744 para los parroquianos de Santa María y San Julián.

No obstante, pese a esas tendencias claramente mayoritarias y tradicionales en la austeridad o el éxtasis decorativo, contamos con unos pocos ejemplos verdaderamente barrocos, influenciados por el arte italiano e internacional. A la cabeza de todos ellos hay que mencionar la iglesia del colegio de la Compañía de Tudela, a la que hay que añadir la cabecera de San Gregorio Ostiense, la fachada de los Remedios de Sesma, la capilla de la Virgen del Camino de Pamplona, así como algún proyecto no ejecutado como una nueva capilla de San Fermín (1759-1760) y otra propuesta irrealizada, con planos enviados desde Roma, para una nueva basílica de San Ignacio de Pamplona, alrededor de 1760.


La Compañía de María en Tudela

La Compañía de María Nuestra Señora fue el primer instituto religioso de carácter educativo para la mujer. Fue fundado en Burdeos, en 1606, por Juana de Lestonnac (1556 - 1640), sobrina del humanista francés Miguel de Montaigne. Su proyecto educativo fue el resultado armónico de las ricas experiencias personales de su fundadora, unidas a los principios de Montaigne y al método jesuítico de la Ratio Studiorum.

El primer convento-escuela abierto en España fue el de Barcelona (1650), denominado por el pueblo “La Enseñanza”, por la finalidad eminentemente educativa de la institución. Fue la primera escuela, de carácter formal, destinada a la mujer en España. A partir de entonces, los colegios de la Compañía de María abiertos en la península y en Hispanoamérica fueron conocidos como “La Enseñanza”.

La casa de Tudela fue fundada por religiosas del convento barcelonés en 1687 y tuvo como promotor a don Francisco Garcés del Garro, acaudalado padre de familia, inquieto por la falta de centros educativos femeninos. Las fundadoras llegaron a la capital de la Ribera el 13 de noviembre de 1687.


En el contexto del siglo XVIII: entre grandes elogios y la crítica ilustrada

En la historia de la casa de Tudela destacaron un grupo de cuatro religiosas en pleno siglo XVIII: María Ignacia de Gante, María Petronila de Aperregui, Francisca Croy y Nicolasa Colmenares. La primera de ellas, hija del señor de Fontellas, falleció en 1740, con apenas veintitrés años, en pleno proceso constructivo de la iglesia. Petronila de Aperregui (1710-1790) pertenecía a lo más florido de la nobleza tudelana, su familia poseía el patronato de la Capilla de la Virgen de los Remedios, en San Nicolás y fue fundadora en San Fernando, en donde falleció y dejó un gran legado literario. Francisca Croy era hija del que fuera virrey de Navarra y príncipe Chimaz (†1686), ingresó en 1703 y falleció en 1767, tras haber ejercido diferentes oficios y el de priora, entre 1725 y 1734, y a partir de 1737. En 1744 fue a la fundación de Zaragoza y después de diez años regresó a Tudela. Por último, Nicolasa Colmenares era pamplonesa y hermana del poeta y oidor José Ignacio Colmenares. Fue la gran responsable del aumento de vocaciones en Tudela y salió a la fundación de Compostela, después de haber sido una de las forjadoras de la formación de la fundadora de México, Ignacia de Azlor. A ese grupo se añadieron otras muchas relacionadas con familias destacadas en aquella Hora navarra, como las hermanas del famoso padre jesuita Sebastián de Mendiburu, apóstol de la devoción al Corazón de Jesús, las hijas del marqués de Montesa, del conde de Murillo, del barón de Beorlegui, del marqués de Vozmediano, del marqués de San Miguel de Aguayo y de linajes como los Sartolo, Idiáquez, Duque de Estrada, Ibaibazábal, Borda y Beráiz. Todas ellas tenían una espléndida situación social que abandonaron por el proyecto de la Compañía de María, siempre con el lema de su fundadora de tender la mano, al contemplar el gran número de jóvenes carentes de ayuda.

Los testimonios sobre la actividad del colegio son altamente positivos en aquellos momentos. En un informe de 1735, leemos: “es en este pueblo de muy particular utilidad, pues por su instituto admite señoras seglares que quieren retirarse, donde encuentran un jardín de virtudes para instruirse. Y aún más, porque tienen escuela para todas las niñas, sin interés alguno por su enseñanza, y ésta no es solamente en todas las habilidades necesarias a cualquiera señora en su casa, sino también de otras labores de manos primorosas, siendo la principal educación en la doctrina cristiana y en la mayor modestia”. Díaz Bravo en sus Memorias históricas de Tudela (c. 1759) afirma: “la Enseñanza de Tudela es una madre fecundísima que, como frutos de su virtud y perfección, da unas hijas generosas que no sólo difunden la Enseñanza en nuestro hemisferio, sino que la pasaron también al otro mundo”.

La llegada de la Ilustración nos dejó un testimonio un tanto crítico, acorde con los nuevos tiempos y cierto afrancesamiento. Se trata de una carta escrita en Tudela en 1773 por don Gaspar de Munibe y Tello a su sobrino el conde de Peñaflorida, sobre el envío de las hijas de este último al colegio de Tudela, en donde manifiesta: “Aquí me he informado del estado que tiene el monasterio de la Enseñanza por las dos primas de Arguedas que se criaron en él …. Una y otra me aseguran que no hay mejor crianza que la que dan las monjas para formar otras como ellas. Todo su cuidado es enseñarlas la religión y las prácticas de devoción, con que salen fuera muy encogidas y sin ningunas ideas del manejo de una casa en que después entran con trabajo y sin mas habilidad que la de hacer alguna costura y bordar. El vicario de San Miguel, que es buen sacerdote y que ha estado por más de seis años destinado a su confesonario, no difiere en este informe, conviniendo en la santidad de la enseñanza, de donde he inferido que en España aún no tenemos aquellos conventos o colegios que hay en Francia donde se extiende la educación para Dios y para el mundo ……”. Queda claro que, en opinión del autor del texto, las jóvenes se formaban más para ser monjas que para buenas amas de casa, en contraposición con la educación en Francia, en donde se les preparaba para ambos estados.


Un plano para un carisma propio, diseñado por un carmelita calzado

La ejecución material de esta construcción tuvo que esperar medio siglo desde la llegada de las fundadoras a Tudela. En cuanto a la financiación, no conviene olvidar que el rey Felipe V concedió, en 1719, una pensión anual de 1.000 ducados sobre las rentas del arzobispado de Toledo y que, en 1731, comenzaron a llegar las limosnas de Nueva España, gracias a la solicitud de las religiosas y al oportuno permiso del Patriarca de Indias. En 1732 comenzaron las obras y el día 6 de abril de 1744 se inauguró con grandes fiestas. La conclusión de las mismas, documentada por Carlos Carrasco, en la segunda fase y definitiva, fue ejecutada por José Marzal entre 1756 y 1761, con coros (alto y bajos), fachada y cripta.

La iglesia -conventual y colegial a la vez- es uno de los ejemplos más excepcionales de toda arquitectura barroca en Navarra. Su planta presenta un cuerpo octogonal grande rodeado en parte por unos deambulatorios interrumpidos por dos coros bajos y otros dos cuerpos agregados a los pies, sobre el último de los cuales se alza el coro alto; conviviendo así centralidad y longitudinalidad con evidentes resonancias de la arquitectura romana y veneciana. Su relación con la basílica de Loyola ya ha sido puesta de manifiesto, pero no podemos olvidar la reglamentación sobre "Los elementos de trazado" en las casas de la Compañía de María, impresa en 1638. En los mismos se recomienda la planta cuadrada y la construcción de dos coros bajos o tribunas -para monjas y novicias y para niñas educandas- más uno alto a los pies en la clausura, que serviría de unión entre el convento y el colegio y al que sólo tendrían acceso las monjas. Tal plan obedece a la función del instituto en donde se combinan apostolado, enseñanza y contemplación.


Autoría de los planos y casticismo en su interior 

Hace años el profesor Echeverría Goñi y el que suscribe atribuimos la traza del singular templo a fray José Alberto Pina, autor de numerosas iglesias en Aragón y del palacio episcopal de Albarracín que, más tarde, alcanzaría fama merecida en tierras valencianas, donde se hizo cargo de obras importantes en Játiva y proyectó las Escuelas Pías de Valencia, lo que le valió la concesión, por unanimidad, del título de miembro de la Academia de San Carlos, en 1769. Residió en el Carmen de Tudela al menos entre 1733 y 1735 y su nombre se vincula con algunas construcciones de la ciudad y diferentes edificios de Cascante, Villafranca y Tarazona.

La atribución del proyecto general a fray José Alberto Pina está avalada por su presencia en el convento del Carmen de Tudela y por algunos documentos indirectos. Por una parte, en agosto de 1733 declaraba sobre las diferencias existentes entre las religiosas y el chantre y canónigo don Agustín de Ichaso. En el citado documento se le denomina como “architecto de fábrica”. Al año siguiente, concretamente el 12 de marzo, declaraba en favor de las religiosas de la Enseñanza, junto a Juan Antonio Marzal, en el pleito que aquéllas mantenían con Antonio Merino sobre la ubicación de una ventana, dato que nos habla de la confianza de las monjas con el fraile. 

Dejando aparte la genialidad del edificio como proyecto arquitectónico como tal, hay que destacar en su interior el casticismo decorativo, basado en el impacto sensorial,  la grandilocuencia, el ornato, la desmesura y la extravagancia, en aras a conmover, impresionar, enervar y provocar sensorialmente al individuo, marcándole conductas a través de los sentidos, siempre más vulnerables que el intelecto.

El ornato se evidencia en el púlpito, tribunas, yeserías y tres retablos realizados, en torno a 1745 por los hermanos Antonio y José del Río y bellamente policromados. El central con su camarín y un sagrario con estípites está dedicado a la Virgen, mientras que los colaterales tienen como titulares a san Rafael, especial protector de la comunidad desde la fundación y a la Virgen de Guadalupe, por deseos y patrocinio de María Ignacia Azlor. El lienzo de san Rafael es una pintura de Vicente Berdusán de la época de la fundación del colegio en torno a 1687.


La inauguración

Como no podía ser de otro modo, la inauguración del conjunto, en 1744, contó con grandes fiestas que quedaron reflejadas en la crónica del colegio así: “Llegado que fue el día y hora fijada, se echaron al vuelo todas las campanas de la iglesia parroquial, convento de Santo Domingo y de casa, y muy luego se vio reunido el cabildo y clero de la ciudad con todo lo más granado de ella y un número muy considerable de pueblo. Ordenóse la procesión en seguida por la plazuela y mientras se trasladaba el Señor de la antigua capilla a la recién fabricada iglesia, la música de Santa María entonaba tiernos y devotos cánticos ... Hubo también regocijos públicos, fuegos y hogueras al uso del país. En los dos días siguientes se celebraron solemnes cultos con gran pompa y majestad y asistencia del muy ilustre cabildo y de los caballeros más principales de la ciudad. El panegírico estuvo a cargo de los padres Hurtado de Mendoza y Lacunza, ambos de la Compañía de Jesús…”. No faltaron ninguno de los elementos de la fiesta: autoridades, las músicas de todo género, repiques de campanas, procesión y oratoria. El templo fue bendecido por el tesorero de la colegial de Tudela don Félix de Aperregui, hermano de la mencionada Petronila.


Ecos en España y Ultramar

Desde la casa de Tudela se expandió la Compañía de María a las siguientes fundaciones : Zaragoza (1744), México (1754), Santiago de Compostela (1759), San Fernando (1760), Vergara (1799), Valladolid (1880), Almería (1885), Logroño (1889), Talavera de la Reina (1899) y Pamplona (1966), dándose la circunstancia que La Enseñanza de la ciudad de México fue el primer centro educativo de carácter formal para la mujer en Hispanoamérica y, a su vez, centro de expansión hacia otros países. El plan general de la iglesia fue copiado, con mayor o menos fidelidad, en los colegios del siglo XVIII, siempre guardando el esquema de planta centralizada con los dos coros bajos, destinados a las monjas y a las niñas.

Particular interés posee la fundación de México y su mentora, María Ignacia de Azlor y Echeverz, noble religiosa de ascendencia navarra por vía materna que llegó a Tudela para hacer el noviciado, cuando la iglesia estaba finalizándose. Tras el periodo de formación y realizar solemnemente la profesión en Tudela, en donde permaneció entre 1743 y 1752, salió para Nueva España, su tierra natal. En la ciudad de México fundó el colegio y se le considera como la introductora de los métodos de enseñanza para la educación de las niñas en aquellas tierras, posibilitando una auténtica revolución pedagógica.

En Tudela quedaron recuerdos imperecederos de su munificencia, ya que costeó el retablo de la Guadalupana, regaló otro lienzo de la misma advocación mariana con las cuatro apariciones, firmado por Antonio de Torres en 1720, aportó con 600 ducados para el sitio de la huerta y donó un rico vestido francés para confeccionar un terno que se estrenó el día de su profesión, en 1745. Sus dádivas llegaron también al cabildo de la colegial, como lo muestra el donativo de 800 reales en 1748 “para el terno de tela de oro …. que deberá servir en las festividades de Nuestra Patrona Santa Ana”.