21/03/2023
Publicado en
The Conversation
Ricardo Ibáñez |
Profesor de Botánica. Universidad de Navarra
Si acostumbra a frecuentar el monte, puede que haya apreciado un incremento de los bosques y matorrales nativos, a la vez que una reducción de las comunidades herbáceas como los pastos. Este proceso, denominado matorralización, alcanza una dimensión global, pero sus consecuencias son especialmente importantes en los ecosistemas áridos y semiáridos, como se ha descrito en el oeste de los Estados Unidos, el bosque semiárido de Australia, el sur de África o en la cuenca mediterránea.
El predominio de este tipo de vegetación puede afectar al suelo y al desarrollo de otras especies e incrementar el riesgo de incendios.
Causas del aumento de los matorrales
A nivel global, las causas que desencadenan la matorralización en un ecosistema no sirven para explicarla en otros. Además, es el resultado de múltiples factores que interactúan de forma compleja a diferentes escalas espaciales y temporales.
Estudios realizados en diferentes ecosistemas del mundo describen las principales causas de la matorralización, como el sobrepastoreo, el cese de actividades agrícolas o ganaderas, el aumento del dióxido de carbono y de la deposición de nitrógeno, la presencia de plantas exóticas y el aumento de las temperaturas ocasionado por el cambio climático.
Si nos centramos en España, durante la segunda mitad del siglo XX se produjo un importante éxodo de la población desde las áreas rurales hacia las ciudades industrializadas. Como consecuencia, se redujeron drásticamente las actividades agrícolas y ganaderas, y con ello el pastoreo y el uso del fuego para mantener a raya a las especies leñosas.
La matorralización está especialmente acentuada en las regiones montañosas, debido a la gran reducción de la carga ganadera en los pastos de montaña y la disminución de las actividades agrícolas en los valles.
Consecuencias para la biodiversidad
De forma general, la matorralización incrementa el contenido de carbono, nitrógeno y acidez del suelo, a la vez que reduce la cobertura de plantas herbáceas. Sin embargo, son muy variables e incluso contrapuestas las consecuencias sobre los ecosistemas y, en consecuencia, sobre los bienes y servicios que estos nos proporcionan.
Mientras que se ha mostrado una degradación generalizada en los ecosistemas semiáridos matorralizados en el sudoeste de Estados Unidos, se han detectado efectos positivos de los matorrales en los espartales dominados por la especies Stipa tenacissima en el sudeste de España.
Resulta más evidente el efecto negativo de la matorralización sobre las antiguas áreas de pastoreo extensivo. En la Europa mediterránea se ha detectado una reducción de la superficie de los pastos, de su productividad y de su diversidad. En consecuencia, aumentan las superficies de matorrales y bosques, que homogeneizan el paisaje y reducen la diversidad a escala local y regional. Además, aumenta la biomasa y la continuidad de la masa forestal, proporcionando un combustible que bajo condiciones de sequía y fuertes vientos disparan la probabilidad de riesgo de incendios.
Algunas especies arbustivas ejercen una especial influencia en el avance del matorral y sus consecuencias en el Pirineo occidental y central. Entre ellas, destacan la ollaga (Genista scorpius), la otabera (Genista hispanica subsp. occidentalis), el endrino (Prunus spinosa) o el erizón (Echinospartum horridum).
El erizón es una de las especies más importantes en la reducción de los pastos del Pirineo central. Esta especie forma grandes y densas manchas que pueden cubrir grandes extensiones dónde sólo unas pocas especies son capaces de sobrevivir en pequeños claros. Su velocidad de expansión es muy rápida, con velocidades de cerca de 2 metros por año, tal y como se ha cuantificado en los pastos del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.
¿Podemos controlarlo?
No parece viable intentar recuperar todas las antiguas superficies dedicadas al pastoreo, pero sí las más productivas para el ganado o aquellas que puedan tener mayores consecuencias en caso de incendios. La combinación del pastoreo, los desbroces mecánicos y las quemas controladas parece ser la forma más adecuada de frenar la colonización de los árboles y arbustos.
En el sur y el oeste de los Pirineos, estudios recientes recomiendan incorporar el pastoreo intensivo tras el uso del fuego o de los desbroces mecánicos, debido a que se acelera el ciclo de nutrientes.
Aunque continúe el proceso de matorralización y el avance de los bosques en nuestros montes, mediante la combinación de estas técnicas se consigue mantener unas superficies de pastos que son claves para generar heterogeneidad en el paisaje, un aspecto que resulta clave para la reducción del riesgo de incendios y el mantenimiento de la biodiversidad.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.