Ramiro Pellitero, Teólogo de la Universidad de Navarra
Pastor entre las ovejas
Francisco, que ayer cumplió cien días de Pontificado, escapa a los estereotipos y suscita cada día una creciente expectativa
"Párroco del mundo", le ha llamado Giuliano Vigini. Y John Allen recoge el apelativo, subrayando la sorpresa y el "desconcierto" que para muchos han supuesto estos primeros cien días del Papa Francisco.
Andrea Tornielli se fija cómo este Papa escapa a los estereotipos y suscita cada día una creciente expectativa. Al comparar los primeros cien días de Francisco con los correspondientes de Benedicto XVI, encuentra que ambos tomaron con calma cambios que muchos esperaban casi con ansiedad.
Entre las novedades, destaca las homilías en la Casa de Santa Marta. A su juicio, "son homilías que solamente los observadores poco atentos podrían clasificar como 'mensajitos espirituales', asociando la profundidad teológica con el número de páginas o con la dificultad de los conceptos". Más aún entiende que "estas homilías, al lado de los primeros discursos públicos (enriquecidos con comentarios "fuera del guión"), representan en sí mismas un programa"; pues ahí se conjugan temas inaugurados por Benedicto XVI con contenidos nuevos y peculiares. De manera que "los que sostienen que hasta ahora no ‘ha hecho' nada significativo, evidentemente refiriéndose a nombramientos de peso o reformas estructurales, están perdiendo de vista lo que ya está cambiando".
Llama la atención Tornielli sobre las decisiones sobrias de Francisco (en cuanto a escoltas, vehículos, mayor contacto con la gente) y otras muestras evidentes de renovación, aunque algunos quizá preferirían no verlas; y anota el cambio en la percepción de la opinión pública sobre el Papa y las "cuestiones" de la Iglesia, aunque solo sea por la novedad del lenguaje y de las apelaciones, bien lejos de estrategias obsesionadas por vender imagen.
Coincide John Allen en que, bajo la aparente calma (muy pocos cambios y polémicas), "sin embargo hay un sentido palpable de que un movimiento sísmico está en marcha". No faltan los signos: multitudes que se congregan para escucharle, aumento de la práctica de los sacramentos (más gente que va a misa, aumenta el número de las confesiones en las parroquias), cierta fascinación de la opinión pública y… gran expectación ante la que se promete como la mayor fiesta católica del comienzo del siglo XXI, en Río de Janeiro.
Le parece claro que el Papa quiere ser ante todo un Pastor. Y apunta que quizá la lección más importante de estos 100 días hay que buscarla ahí: "Cuando se trata del liderazgo espiritual, a veces el estilo es realmente la sustancia".
"El Papa real"
Dice el obispo argentino José Eduardo Lozano, que conoce bien a Francisco, que no se trata de esperar que el "Papa real" surja después de estos primeros "gestos"; sino que estos gestos "son el Papa real", pues son expresión de su Magisterio. Para Allen esos gestos configuran sobre todo cuatro valores: sencillez, humildad, distanciamiento de las cuestiones políticas y cercanía de la gente.
En esa línea se sitúa Rafael Navarro-Valls cuando escribe que "en estos días el cristianismo ha dejado de tener un solo estilo expresivo formal, no sustancial". Es una clara referencia al estilo del Papa. Junto con ello, Francisco da prioridad a la conversión de los corazones sobre los cambios de las estructuras, denuncia el clericalismo y lanza a los laicos hacia la política verdadera (con base en los mandamientos y en el Evangelio) y no partidista, defiende la sacralidad de la vida humana y afronta el ecumenismo con inusual cordialidad, subrayando los valores cristianos y la justicia social, sobre todo con los más pobres.
El que podríamos considerar "el discurso de los cien días" (en el congreso eclesial de la diócesis de Roma, el 17 de junio) ha sido un excelente condensado del mensaje del Papa Francisco: la revolución cristiana cambia el corazón de piedra por uno de carne: lo que viene de Cristo (la gracia), debemos sembrarlo efectivamente gratis, sin prisas por recoger la cosecha. Ante tanta gente sin esperanza, hemos de manifestarles, con la coherencia cristiana, la alegría de tener un Padre, Dios, y el deseo de compartir esta filiación. El Evangelio va dirigido a todos, pero primero a los pobres, porque Dios les ama con predilección (son la carne de Jesús que sufre) y espera que los cristianos se lo manifestemos (aparte de que se nos juzgará por ello). También sufre la carne de Jesús en los que no le conocen. Por eso le gusta a Francisco lo de salir hacia las "periferias existenciales": desde la pobreza física y real a la pobreza intelectual, también real. Con esos presupuestos, lo que propone es: valentía, paciencia, lucha espiritual contra el pesimismo y la lamentación. Y salir, pues no se trata ahora de dejar las 99 ovejas para ir a buscar a la que falta, porque lo que pasa es que tenemos una y nos faltan las 99…
Cien días (un símbolo y algo más) de lecciones de gratuidad y generosidad. Benedicto XVI terminó su pontificado apelando a "creer en el amor" (cf. 1 Jn, 4, 16). También Francisco nos anima, a los cristianos, a "no tener miedo del amor", y a salir de nosotros mismos, tanto en el plano personal como en el de los grupos, familias y comunidades, para manifestar sin miedo lo que somos.