María Javier Ramírez Gil, Doctora y profesora de Farmacología en la Universidad de Navarra
Maite Solas Zubiaurre, Doctora y profesora de Farmacología en la Universidad de Navarra
Alzheimer: actuar a los 50 para llegar sano a los 70
En los últimos años, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la enfermedad de Alzheimer se ha convertido en una de las diez principales causas de muerte a nivel global.Cerca de 50 millones de personas padecen demencia y, si la tendencia continúa, en 2050 serán 131 millones los afectados a nivel mundial.
Se puede considerar que sufrimos una epidemia de alzhéimer. Su frecuencia aumenta con la edad: afecta al 5% de la población de entre 60 y 69 años, al 20% de los que tienen entre 80 y 89 y al 30% de entre 90 y 99. Tradicionalmente, esta enfermedad se ha asociado con el envejecimiento, de modo que solo podemos esperar la suerte de no sufrirla cuando lleguemos a mayores.Sin embargo, en contra de esta idea tan extendida, en la actualidad consideramos que no se trata de una enfermedad inherente o connatural a la edad. Hoy sabemosque los procesos patogénicos en el cerebro-la acumulación de la proteína amiloide-empiezan años atrás, incluso décadas antes de que aparezcan los síntomas cognitivos. La conclusión es evidente: hay que actuar a los 50 para llegar sano a los 70.
En la mayoría de los casos se desconocen las causas que producen la enfermedad. Se estima que solo entre un 1 y un 5% serían de origen hereditario –cuando el mal tiene un debut temprano, antes de los 65 años-. En el resto de los casos, ocurre de manera esporádica, lo que sugiere que podría surgir a través de interacciones entre diversos factores genéticos y ambientales.
La comprensión del papel de los factores de riesgo relacionados con la patogénesis del Alzheimer puede ayudar a identificar aquellos que se puedan modificar. En esencia, un factor de riesgo lo constituye cualquier circunstancia o situación que aumenta las probabilidades de una persona de contraer una enfermedad y que reduce, al mismo tiempo, el número y la densidad de neuronas o aumenta la vulnerabilidad neuronal cerebral, de modo que posee el potencial de acelerar el inicio y la progresión de las manifestaciones clínicas de la enfermedad.
Así, la investigación científica ha confirmado que existe una relación entre la aparición de deterioro cognitivo y factores de riesgo relacionados con el estilo de vida. Factores, por lo tanto, modificables en principio por el individuo. Entre estos factores figuran el estrés, la inactividad física, la obesidad, las dietas altas en grasa, el tabaco y el consumo nocivo de alcohol, la diabetes o la hipertensión. ¿Esta constatación significa que tenemos en nuestra mano poder prevenir la enfermedad? Lo que sabemos por ahora es que una dieta equilibrada, con actividad física regular, así como llevar a cabo actividades de estimulación mental, podrían ayudar a las personas a mantenerse sanas a medida que envejecen.
La celebración, todos los 21 de septiembre, del Día Mundial del Alzheimer nos recuerda, en primer lugar, la necesidad de garantizar los recursos necesarios para una atención integral del enfermo, la familia y los cuidadores. Además, el lema elegido este año por la CEAFA (Confederación Española de Alzheimer), “Alzheimer ConCiencia Social”,apoya el binomio ciencia-sociedad: ciencia que sirve a la sociedad y sociedad que apoya la ciencia.
Desafortunadamente, la investigación en España ha quedado lastrada por años de recortes. Resulta esencial apostar de manera firme por una mayor inversión en investigación. Sin desdeñar las loables iniciativas populares para apoyar la ciencia, no podemos dejar este asunto solo a la solidaridad. Hay que exigir políticas que respalden sin ambages a la investigación.
Urge inversión en ciencia. Urge inversión en formación de los profesionales sanitarios responsables del cuidado integral del enfermo. No olvidemos que el conocimiento sobre los mecanismos por los cuales los factores de riesgo se asocian a la enfermedad podría prevenir hasta un tercio (si no más) los casos de Alzheimer.