Maira Bes Rastrollo, Catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra
Osteoporosis: ¿epidemia silenciosa o envejecimiento natural?
Imagine que una de cada tres mujeres que se cruza por la calle mayor de 50 años está enferma. ¿Sería posible? Según la definición de osteoporosis y las estimaciones realizadas en nuestro medio, la respuesta a esa pregunta es afirmativa. ¿Se imagina por un momento el impacto social (y quizás económico) de tener “etiquetada” como enferma a una tercera parte de toda la población femenina mayor de 50 años?
La osteoporosis es una enfermedad esquelética sistémica caracterizada por una pérdida de masa ósea, la alteración de la microarquitectura del hueso y en consecuencia, un mayor riesgo de fracturas. Es por tanto la enfermedad ósea metabólica más frecuente.
El pico de masa ósea se obtiene alrededor de los 35 años y a partir de entonces se produce una pérdida ósea (perdemos 0,5% de masa ósea anual), que se acelera tras la menopausia llegando a poder ser del 2% anual. A pesar de que el 60-70% de la variabilidad de este pico está determinado por la genética, el 30-40% restante está relacionado con factores modificables como la dieta o el ejercicio físico. Una ingesta suficiente de calcio durante las tres primeras décadas de vida contribuye a que se alcance el pico deseable de máxima masa ósea y una fuente de calcio importante en la dieta son los productos lácteos. Además, los vegetales de hoja verde como las espinacas, alubias, acelgas, brócoli, junto con el salmón y la sardina son buenas fuentes alternativas de calcio.
Asimismo, el déficit de estrógenos ligado a la postmenopausia está asociado a un aumento de la pérdida de masa ósea. Y pese al beneficio a nivel óseo, actualmente no se recomienda el uso rutinario en la menopausia de la terapia hormonal con estrógenos y progesterona debido a su incremento en el riesgo de desarrollar cáncer de mama, ictus isquémico o tromboembolismos.
Por su implicación en el metabolismo del calcio, una ingesta deficiente de vitamina D también se ha asociado a un mayor riesgo de osteoporosis, por lo que es muy recomendable salir al aire libre y tomar el sol con moderación. Una sesión de 10-15 minutos al día de sol en la cara y las extremidades superiores serían suficientes para evitar una hipovitaminosis D. Evitar exponerse al tabaco también previene la osteoporosis. Por si aún necesitáramos más razones, tenemos por tanto otra buena razón para desterrar el consumo de tabaco de nuestra sociedad. El tabaco ejerce un efecto tóxico sobre las células de los huesos (osteoclastos) y la remodelación ósea. Otros factores de riesgo a tener en cuenta son el consumo excesivo de alcohol, la ingesta elevada de sal y el uso de ciertos fármacos.
No obstante, hay que saber que la mayoría de las fracturas se deben a causas traumáticas (accidentes) y no tienen de forma exclusiva un componente osteoporótico. Por lo tanto, la protección frente a las fracturas mediante la corrección de los defectos visuales y auditivos, así como la protección de la marcha (bastones, andadores) y la supresión de barreras en el domicilio y en la comunidad, serán medidas tan o más efectivas para evitar las fracturas que el uso de fármacos no exentos de efectos secundarios.
Desde el punto de vista de la Salud Pública es importante recordar la importancia de llevar a cabo una prevención primaria basada principalmente en estilos de vida saludables con el objetivo de mejorar la salud de la población, en especial, la salud de la mujer. No se puede olvidar que hay empresas que pueden reducirlo todo a una aproximación solo “técnica” o “farmacológica” y por eso insisten en que la osteoporosis es la epidemia silenciosa de nuestros días. Tal y como recuerda John Abramson en Overdo$ed America, realizar un buen marketing de una enfermedad es la mejor manera de poner en el mercado un fármaco. Se trata de una enfermedad sin manifestaciones clínicas asociadas, definida mediante un punto de corte específico en la densidad ósea en el año 1993 por un grupo de expertos que luego se supo que estaban financiados por algunas industrias farmacéuticas. En la actualidad, son muchos los científicos que consideran que el sobrediagnóstico de la fragilidad ósea lleva a un excesivo tratamiento farmacoterapéutico eclipsando otras formas de prevención basadas en evitar las caídas y en la modificación de los estilos de vida y la actividad física, que ayuden a llegar a la edad adulta con la mejor calidad ósea y ser capaces de envejecer y aceptar este proceso natural de la mejor forma posible.