Pilar Arregui, catedrática de Historia del Derecho de la Universidad de Navarra
Don Ismael Sánchez Bella, otra forma de contemplar el mundo
Se nos ha ido D. Ismael ( así lo llamábamos siempre). Fue mi profesor de Historia del Derecho, mi director de Tesis, mi maestro...
El mismo que, hace ya muchos años, se presentó un día en Pamplona con el encargo de crear una Universidad, como si se tratara de algo sencillo ,... y ¡lo consiguió! Y es que sabía hacer fácil lo difícil, y posible lo que, a ojos de la mayoría, parecía a todas luces imposible. No sé si ese era su sueño o su plan, pero, como dejó escrito Sartre, “No es feliz el que hace lo que quiere, sino el que quiere lo que hace”, y, sobre la verdadera felicidad, usted, D. Ismael siempre supo muchísimo.
Hombre inteligente, trabajador, vitalista, positivo, alegre y extremadamente generoso, no dejaba indiferente a nadie. Con una sonrisa acogedora y cordial, que envolvía a quien lo miraba, se metía en tu vida involucrándose hasta hacer suyos tus propios problemas.
Tal era su sentido común, su encanto y su capacidad de convicción que, a una estudiantilla (yo) que tenía decidido opositar cuando terminara la carrera, la convenció de que la Universidad era “la mejor salida profesional para una mujer por su flexibilidad y creatividad”. Y puestos a dedicarse a la Universidad, ¿por qué no a la Historia del Derecho? Y, dentro de ella, ¿por qué no al mundo del Derecho indiano, su gran pasión? Don Ismael, si le dejo, me organiza mi boda; boda en la que el único invitado ajeno a la familia fue usted.
Por su vocación de maestro, no solo mostraba horizontes, sino que se implicaba personalmente en tu andadura profesional. En mi caso, se preocupó de que pudiera abrirse alguna puerta laboral cuando tuve que trasladarme a vivir a Salamanca.
Me admiraba enormemente su forma de contemplar el mundo. Veía lo que otros no somos capaces ni siquiera de vislumbrar. ¿Cómo puedo explicarlo? Tal vez, con la historia de los dos amigos en Granada que un día le conté.
Uno invita al otro a dar un paseo en silencio al anochecer en un desapacible día de Abril. Este lo acompaña con desgana. Al volver, el primero le pregunta al segundo: "¿Qué has visto"? La respuesta, casi malhumorada, no se hace esperar: “Poca gente por la calle, como era de esperar”. El otro le cuenta, a su vez, lo que ha descubierto: “el musgo que brota, la hiedra que, lentamente, desgarra la piedra, una blanca ventana moruna, el llanto que vierte la luna de abril… y, por ver, he visto hasta el silencio...”.
Así resumía Antonio Machado ese paseo:
“Silencio... En la noche la paz de la luna
alumbra la blanca ventana moruna.
Silencio... Es el musgo que brota,
y la hiedra que lenta desgarra la tapia de piedra...
El llanto que vierte la luna de abril”.
¡Qué suerte tuve, mejor dicho, tuvimos muchos, de conocerle!
Gracias por todo y que Dios lo bendiga, D.Ismael.