Rafael Andreu y Josep Maria Rosanas, Profesores del IESE, Universidad de Navarra
¿Cambiar el ethos social?
Un reciente artículo del profesor John Roemer (Universidad de Yale) argumenta que la solución de los últimos problemas financieros y económicos pasa por cambiar lo que él llama el "ethos social". Una expresión acertada para reflexionar.
Roemer llega a esta conclusión a partir de una serie de resultados teóricos en economía (merecedores del Nobel) que demuestran que si bien un buen número de objetivos socialmente deseables en creación y distribución de riqueza pueden conseguirse utilizando "reglas del juego" (es decir, esquemas de regulación) adecuadas, el diseño de dichas reglas es tan complicado que esta alternativa se hace inviable desde un punto de vista práctico.
Su propuesta para resolver el problema consiste en: desarrollemos un "nuevo ethos social" que "impulse" el sistema económico a la consecución de aquellos objetivos últimos de manera automática. Según él, las "reglas del juego" (la regulación) necesarias son en este caso más sencillas y por tanto más eficaces y eficientes.
La propuesta es atractiva. Pensar en términos de "ethos social" es más consistente con una sociedad que quiere ser libre y aprender. El aprendizaje que implica mejoraría la convivencia en otras esferas, no solamente en la estrictamente económica. Pero es imposible desarrollar un nuevo ethos social "a golpe de regulación". Ello plantea preguntas clave sin respuesta fácil: ¿quién la diseña?, ¿quién la aplica?, ¿con qué autoridad (moral y profesional)?
En una sociedad libre es mucho más coherente fomentar la aparición espontánea de un ethos social efectivo en ella misma a partir de unos pocos principios básicos; con solera ética, digamos. Para iniciar un proceso así, sin embargo, es preciso "cebar la bomba" social.
En varios frentes. Primero en la educación, y no sólo en las escuelas de negocios. Segundo, en el ejemplo: no se trata sólo de predicar, sino de "dar cuanto más trigo mejor". Tercero, en el compromiso, cada cual en su parcela: sin dejar pasar una, socialmente hablando. Por ejemplo, sin contribuir a acrecentar la buena imagen social de malos profesionales, por resultados económicos inmediatos que consigan. Son exigencias para la acción de todos y cada uno de nosotros. Si no actuamos, haremos dejación de nuestra responsabilidad social y por el camino perderemos todo derecho a quejarnos. O actuamos o nos callamos para siempre.