Juana Fernández, Profesora del departamento de Química y Edafología
La crisis energética del agua
Todos los días deberían ser el Día Mundial del Agua, sencillamente porque somos agua. Tanto es así que el 70% aproximadamente de nuestro cuerpo se compone de este líquido. Tales de Mileto, filósofo y matemático griego que vivió entre los años 624 y 546 a.C, afirmó que el agua es el principio de todas las cosas. Desde la antigüedad se conoce su supremacía frente al resto de los elementos. De hecho, el desarrollo de las grandes civilizaciones se produjo en las cercanías de importantes cursos de agua, como fue el caso de Mesopotamia alrededor del Tigris y el Éufrates, Egipto sobre el Nilo o las dinastías Xian y Shian alrededor del Río Amarillo. En Europa, las grandes ciudades también se han organizado en torno a un río: París y el Sena, Roma y el Tíber o Londres y el Támesis.
Actualmente el agua es origen de fuertes conflictos sociales y, especialmente, en las zonas donde escasea existe un estrecho vínculo entre el poder sobre ésta y el poder sobre el pueblo. Unido a la escasez, en las últimas décadas estamos asistiendo a una nueva crisis sobre el agua: su contaminación.
En países subdesarrollados o en vías de desarrollo, el agua residual no recibe un tratamiento adecuado. Así, en Latinoamérica, algo más del 80% de las aguas contaminadas son depositadas en los cauces naturales sin ningún tratamiento. Por el contrario, en los países desarrollados se dispone de la tecnología y de la capacidad energética suficiente para tratarlas adecuadamente. Es en las Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales (que se conocen con el acrónimo EDAR) donde se lleva a cabo la gestión del agua residual con el fin de aminorar el impacto que causa el agua contaminada en el entorno natural. Esta gestión implica un elevado consumo de energía, cuya generación, a su vez, supone un impacto negativo sobre el medio ambiente.
Por otra parte, la calidad del agua depurada, en general, es inferior a la calidad del agua de partida. Cuanto mayor grado de depuración se alcanza mayor inversión económica se requiere, por lo que resulta necesario buscar un equilibrio. Una vez que el agua depurada es devuelta al cauce, la naturaleza realiza el paso final de depuración.
El gasto energético viene derivado de la operación en las EDAR convencionales cuyo funcionamiento para descontaminar el agua implica elevados consumos en electricidad. El tratamiento general de las aguas residuales incluye: filtrado y decantación para retirar sólidos en suspensión; separación de grasas y arenas; tratamiento con microorganismos para eliminar la materia orgánica biodegradable y desinfección final. Por tanto, aireadores, bombas de impulsión de agua y rasquetas en constante movimiento son alguno de los equipos empleados y que suponen consumo eléctrico en la estación de tratamiento.
Llegados a este punto, se pueden plantear las siguientes cuestiones, ¿es el problema del agua, en realidad, un problema energético Si se consiguiera una fuente de energía inagotable que posibilitase el tratamiento indefinido del agua residual, ¿se erradicaría el problema que supone la contaminación del agua
A día de hoy, la generación de agua residual supone impactos negativos, tanto por la pérdida en la calidad, como por la generación de la propia energía para depurar el agua. En este sentido, resulta necesario y fundamental moderar su uso con el fin de no producir agua residual en exceso; realizar un tratamiento adecuado a la contaminada para aminorar el impacto ambiental una vez que se deposite en el cauce; y confiar en la capacidad de asimilación de la naturaleza para seguir disfrutando de manantiales llenos de agua de calidad, es decir, llenos de vida.