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Charo Sádaba, Facultad de Comunicación, Universidad de Navarra

Una oportunidad irrenunciable

mar, 22 may 2012 08:30:00 +0000 Publicado en La Vanguardia

Descubrir que un hijo sabe más que nosotros de algo suele producir orgullo: escuchar a un niño de diez años hablar un inglés fluido nos hace sentir que hay algo que estamos haciendo bien. Sin embargo, cuando se trata de tecnología el orgullo se mezcla a partes iguales con la incertidumbre alimentada en buena medida por los mensajes que recibimos de continuo de los medios de comunicación. Ciberacoso, grooming, sexting, adicción, acceso a contenidos inapropiados, parecen ser parte de un paisaje tecnológico que nuestros menores habitan con gran familiaridad sin que tengamos la seguridad de que saben cómo hacerle frente.

Nuestra reacción se entiende si pensamos que la auténtica brecha digital -en lo que a competencia tecnológica se refiere- existe sobre todo entre padres e hijos. No en vano, y de acuerdo con el estudio "La generación interactiva en España", un 70% de los menores entre 10 y 18 años reconocía haber aprendido a utilizar Internet solo. Nuestro propio desconocimiento genera miedo ante un mundo que nos resulta a veces complejo, frío y lejano.

No pretendamos saber más que nuestros hijos en este ámbito, pero seamos conscientes de que su conocimiento es principalmente instrumental. Aunque  nos fascine la agilidad con que manejan y controlan unos dispositivos que parecen transparentes para ellos, es importante constatar que el uso que les dan queda reducido fundamentalmente a cubrir sus necesidades inmediatas de ocio y de relación. El riesgo de endogamia es real en un escenario hiperconectado donde acaban hablando siempre con la misma gente, on y off line, de las cosas que les importan hoy y ahora. Hace unas semanas pude constatar de primera mano cómo entre un grupo de 80 adolescentes heavy users de twitter nadie conocía el fenómeno de la "primavera árabe", ni el papel que en ella había jugado esta red social.

Descubrir las oportunidades educativas y calibrar los riesgos que el uso de las TIC encierra es una tarea que no se puede acometer sin nuestra participación. Solo con una visión de conjunto, de medio y largo plazo, de la que los menores carecen por su edad, es posible entender el verdadero potencial de la tecnología.

La tarea educativa, que pone su fin siempre más allá de lo concreto, nos permite mirar a las TIC como herramientas que hay que aprender a usar bien. Es nuestra oportunidad de encontrar un "océano azul" donde no compitamos con sus habilidades, sino que sumemos las nuestras.