José Ignacio Murillo,, Investigador del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra
Neurociencia y filosofía
Todo indica que el estudio sistemático del cerebro ha tomado el relevo, en el campo de la biomedicina, del que fue hasta hace poco su gran desafío: el Proyecto Genoma Humano
La Comisión Europea ha declarado mayo de 2013 'Mes europeo del cerebro'. Esta celebración tiene lugar en el contexto de dos noticias que provienen de las dos orillas del Atlántico. En Estados Unidos, el presidente Barack Obama ha anunciado que el próximo gran desafío para la investigación científica es un gran proyecto destinado a cartografiar la actividad del cerebro, el proyecto Brain (Brain Research through Advancing Innovative Neurotechnologies, también conocido en su forma abreviada como el Brain Activity Map Project). En Europa, el Human Brain Project ha sido declarado recientemente como buque insignia de la investigación europea.
No es difícil comprender que el cerebro sea uno de los grandes temas de la investigación actual. Las patologías relacionadas con el sistema nervioso central se encuentran entre las más extendidas. Basta pensar en las enfermedades neurodegenerativas que acompañan al envejecimiento, que cada vez tienen más importancia social en sociedades que tienden a envejecer, o en los trastornos psíquicos como la esquizofrenia y el autismo. Pero sería un error creer que nos encontramos ante una iniciativa con repercusiones meramente terapéuticas o asistenciales, pues la relevancia de los problemas que aborda, unida a las expectativas -justificadas o no- que la acompañan, le otorgan un enorme impacto social.
Todo parece indicar que el estudio sistemático del cerebro ha tomado el relevo, en el campo de la biomedicina, del que fue hasta hace poco tiempo su gran desafío: el Proyecto Genoma Humano. Las expectativas que despierta para muchos son, desde luego, semejantes o aun superiores. En aquel caso, la secuenciación de los genes de la especie humana se presentaba con frecuencia como la llave para descifrar los secretos del ser humano. Sin embargo, una vez alcanzado ese objetivo, y a pesar de lo mucho conseguido, quedaba claro que ese conocimiento dejaba mucho por explicar y que el salto desde ellos hasta el organismo del ser humano y su peculiar conducta requería nuevas herramientas teóricas. No es extraño, por tanto, que los esfuerzos se hayan concentrado en el otro de los grandes temas de la biología contemporánea: el estudio del cerebro.
El cerebro es quizá la estructura material más compleja del universo. Su implicación en el conocimiento humano -que incluye, no lo olvidemos, la posibilidad de hacer neurociencia y en los aspectos más elevados de la conducta humana lo convierte en uno de los grandes misterios de la ciencia. Ahora bien, ¿qué quiere decir avanzar en su conocimiento o, más aún, aspirar a conocerlo 'por completo' ¿Debemos aceptar que nosotros y nuestra experiencia subjetiva somos solamente un producto del cerebro, que quedará, una vez desvelado, a completa merced de la tecnología ¿Es un espejismo la libertad y los horizontes que ante ella se presentan De la respuesta que demos a preguntas como estas depende el modo en que orientemos la investigación y el impacto de esta en la imagen del hombre.
La envergadura de las cuestiones que están en juego demanda una reflexión amplia y serena y un diálogo entre todas las perspectivas que tienen algo que decir acerca del hombre. La neurociencia es un buen ejemplo de que la ciencia no está tan emancipada de la filosofía como puede parecer. Tanto por la vocación interdisciplinar que le dio origen, como por la entidad de los problemas que afronta, se enfrenta una y otra vez ante algunos de los grandes desafíos de la mente humana. Solo si somos capaces de valorar el alcance de los métodos que se aplican y su adecuación a los objetivos que nos proponemos cuando estudiamos los diversos aspectos del cerebro, y sabemos interpretar adecuadamente el lugar y alcance de los resultados, podremos integrar los logros científicos que esperamos dentro de una visión completa del hombre.
Esto es lo que intentamos desde el grupo 'Mente-cerebro' del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra. Nuestro proyecto estudia la subjetividad mediante la cooperación entre la biología -en particular, la neurociencia y la filosofía contemporánea, y adopta como tema central el estudio de la acción y de su relación con la cognición y la identidad del agente. Con ocasión de las preguntas que plantea la Neurociencia, buscamos entablar un diálogo entre las diversas tradiciones del pensamiento filosófico contemporáneo que, estimulado por el realismo de la ciencia, supere las tentaciones relativistas o escépticas que a menudo las acechan y aspire a integrar los avances de la biología en una visión sapiencial del hombre. Se trata de un empeño en el que no nos encontramos solos, porque por fortuna la neurociencia es, en la práctica, uno de los ámbitos de la ciencia más abiertos a la colaboración con la filosofía y las humanidades.