Samuel Negredo Bruna, , Profesor de Edición de medios digitales, Diseño periodístico y Convergence en la Universidad de Navarra
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Con un móvil en la mano somos comodones y exigentes. Queremos encontrar la información rápidamente, pero también queremos libertad para ampliarla, guardarla, comentarla, compartirla… No hay espacio ni paciencia para manejarse por un montón de opciones. Esperamos que decidan por nosotros, pero si no aciertan con nuestras preferencias, queremos personalizar cómo nos informamos.
Aunque nos rodean los dispositivos conectados a internet, con el teléfono mantenemos una relación más íntima. En España, dos de cada tres móviles son inteligentes, según datos recientes de comScore. Las aplicaciones proporcionan un acceso más cómodo y eficiente, porque la estructura y la presentación se conservan en el teléfono, que sólo actualiza el contenido. Otras dos ventajas de alojar una app informativa en el móvil: las alertas, que reclaman nuestra atención cuando hay una noticia que debemos conocer ya, y la lectura sin conexión, para informarnos en lugares sin señal.
No nos conformamos con periódicos de juguete. Antes se nos presentaba una batería de títulos con fotos minúsculas: densidad. Ahora tenemos verdaderas portadas, con más detalles. Se cuida la identificación entre la aplicación y la versión web, a la que llegamos desde navegadores y redes sociales. No hay por qué quedarse con una sola forma de acceso, ni con un solo formato. Los vídeos ya no sólo complementan noticias; cada vez más, se conciben para mostrar y explicar en tiempo récord.
Decidimos qué aplicaciones llevamos en el móvil, y luego, casi inconscientemente, cuál abrimos para mantenernos informados. Esa decisión del usuario llega tras una larga serie de elecciones de otros, que antes se dirigían a llevar el ordenador a la palma de la mano, y ahora tienen el objetivo de proporcionarnos la mejor experiencia informativa posible, influida por nuestro comportamiento. Déjame elegir, pero primero dame la noticia.