Raquel Ferrer Espada, , Doctoranda del departamento de Microbiología y Parasitología de la Universidad de Navarra y coautora del blog de divulgación Microbios&co
¿Qué hacen los gobiernos y qué puede hacer el ciudadano para usar mejor los antibióticos?
Esta semana la Organización Mundial de la Salud (OMS) celebra la Primera semana mundial de sensibilización sobre los antibióticos. Además, coincidiendo con esta fecha desde hace varios años el European Centre for Disease Prevention and Control (ECDC) -el equivalente europeo de los Centers for Disease Control and Prevention (CDC) americano- celebra el día europeo para el uso prudente de los antibióticos. ¿Por qué estas dos grandes organizaciones centran su tiempo y recursos en aconsejarnos sobre cómo utilizar los antibióticos de manera prudente?
La respuesta es que el uso inadecuado e irracional de los antibióticos crea condiciones favorables para la aparición, propagación y persistencia de microorganismos resistentes a los antibióticos. Estos microorganismos constituyen uno de los mayores problemas de salud Pública en la actualidad o, en palabras de la OMS, "la mayor amenaza en el siglo XXI a los logros de la medicina moderna". Las bacterias resistentes reducen dramáticamente las posibilidades de tratar enfermedades infecciosas y aumentan el riesgo de complicaciones, causando una elevada mortalidad en pacientes con infecciones severas. Sólo en Europa, la resistencia a los antimicrobianos causa cada año 400.000 infecciones y 25.000 muertes. Las resistencias a los antibióticos conllevan además un aumento de los costes sanitarios de alrededor de 1500 millones de euros anuales, aumentan el tiempo de ingreso hospitalario y son responsables de muchos fallos terapéuticos, incrementando la morbilidad y la mortalidad.
En el año 2010 se empezó a tomar conciencia de la amenaza global que suponía la resistencia a los antibióticos y se comenzaron a implementar iniciativas a favor del desarrollo de nuevos compuestos. Como reconocimiento a la necesidad de fomentar el desarrollo de nuevos antibióticos, el congreso de los Estados Unidos aprobó un año más tarde, en 2011, el acta Generating Antibiotic Incentives Now (GAIN). Este acuerdo confiere ciertas ventajas a las empresas que intentan desarrollar nuevos antibióticos, como por ejemplo: un aumento de 5 años en la duración de las patentes, la revisión prioritaria de los medicamentos en desarrollo y la posibilidad de optar por la vía rápida de aprobación de medicamentos por parte de la Food and Drug Administration (FDA). Europa, por su parte, ha creado la iniciativa Combating Bacterial Resistance in Europe, dentro del programa New Drugs 4 Bad Bugs.
En España ese mismo año se puso en marcha el Plan Nacional Resistencia Antibióticos (PRAN), un plan que coordina la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios y que cuenta con la colaboración de seis ministerios (Sanidad, Agricultura, Economía, Interior, Defensa y Educación) y todas las comunidades autónomas. Este plan tiene varias líneas estratégicas: vigilar el consumo y resistencia a los antibióticos, controlar la diseminación de los microorganismos resistentes, impulsar medidas de prevención y tratamiento, establecer cuáles son las prioridades en materia de investigación, formar a los profesionales sanitarios y sensibilizar a la población.
Es en este último punto es donde se insta al ciudadano de a pie a hacer algo para solucionar el problema. Lo que esté en nuestras manos pero que resulta fundamental es usar los antibióticos de manera prudente: sólo cuando lo recete el médico, siguiendo estrictamente el tratamiento hasta el final y entregando los antibióticos que sobren al farmacéutico.
En este panorama, la buena noticia es que parece que por fin estamos tomando en serio este problema.