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Sólo con las mujeres se puede ser realmente Iglesia

22/04/2025

Publicado en

Artículo14

María García-Nieto Barón |

profesora de la Facultad de Derecho Canónico y autora del libro "La mujer en el gobierno de la Iglesia: perspectiva jurídica".

El papa Francisco podría ser recordado en la historia de la Iglesia como el papa de las mujeres. A lo largo de estos años ha llevado a cabo reformas y nombramientos que han ampliado el espacio de las mujeres en la Iglesia. Cuando en 2013 un argentino vestido de blanco salió al balcón de San Pedro para presentarse como el nuevo obispo de la Iglesia universal, pocos imaginaban que lo de ‘universal’ iba tan en serio. Y es que el nuevo papa iba a dar luz, a tomar decisiones concretas de gobierno sobre aquellos a los que nadie tenía en consideración o que, por algún motivo, estaban marginados. Los pobres, los inmigrantes, las mujeres han sido sus predilectos; con él, han ocupado un nuevo espacio en la Iglesia.

Desde el primer momento, encontramos un papa valiente, dispuesto a generar nuevos dinamismos, a abrir procesos. Un hombre de convicciones claras y gran tenacidad, que subrayaba la importancia del tiempo para proyectar los cambios en el futuro y hacerlos duraderos. Comprendió enseguida que la Iglesia necesitaba una mayor participación de las mujeres, especialmente en la toma de decisiones. No era una meta fácil: siglos de historia habían creado una estructura en la que el gobierno era un campo exclusivamente masculino, de cardenales y obispos, que debían aprender a compartir su espacio con mujeres que comenzaban a tomar protagonismo.

Francisco ha tomado decisiones históricas. La frase por primera vez una mujer ha sido constante. Hace solo unos días llegó la noticia del nombramiento de sor Raffaella Petrini como nueva presidenta de Gobernación del Vaticano. Hasta ahora había sido la secretaria general, un puesto que tenía desde 2021. También, dentro de la reforma de la curia romana (que puede entenderse como las oficinas que asisten al Papa en el gobierno de la Iglesia), uno de los puntos clave ha sido ampliar jurídicamente las posibilidades de que los laicos ocupen puestos decisivos. Así se han nombrado subsecretarias en distintos dicasterios y se ha encomendado a mujeres funciones clave, como tener voz en la elección de obispos o derecho a voto en los sínodos. Otro ejemplo de este cambio es Barbara Jatta, quien desde 2016 dirige los Museos Vaticanos, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar este cargo. Además, hasta este año, en la historia de la Iglesia ninguna mujer había ocupado el cargo de prefecta de un dicasterio. 

Desde el año 2021, rompiendo con una mentalidad arraigada, las mujeres pueden acceder a los ministerios laicales. Tradicionalmente, solo los varones podían desempeñar estos roles, y el Código de Derecho Canónico de 1983 había mantenido dicha exclusión. Sin embargo, esta prohibición no tenía fundamento teológico alguno. No cabe duda de que el Papa no se podía mantener indiferente ante una posible injusticia. Con una modificación de la ley canónica sobre los ministerios laicales, terminó con lo que la doctrina consideraba la última discriminación de derecho hacía las mujeres en la Iglesia.

Se trata de acciones que han generado nuevos dinamismos. De hecho, el número de mujeres que trabajan en la curia romana en los últimos diez años ha pasado del 19% al 26 %. El Papa está satisfecho con el resultado, ha afirmado que desde que hay mujeres en la curia romana las cosas funcionan mejor y que los juicios sobre los futuros obispos son más agudos. Aquí se encierra la clave, el motor del cambio: la complementariedad entre los sexos. Si varón y mujer son complementarios, como afirma la antropología cristiana, entonces un gobierno sin mujeres está incompleto. Este es el fundamento de su seguridad en que aumentar el número de mujeres en los lugares donde se toman las decisiones es un bien para todos. Por esto, en múltiples ocasiones, Francisco ha manifestado que dar a la mujer el espacio que le corresponde en la Iglesia no es un logro del feminismo. Sus decisiones están lejos de ser políticas o ideológicas. Tampoco es una concesión, sino que responde al derecho que tienen como bautizadas. 

Aunque es importante que en determinados cargos haya presencia de mujeres, el Papa ha insistido en que darles el espacio que les corresponde no se reduce a una cuestión funcional. Hay que evitar pensar que la plena participación de las mujeres en la Iglesia se soluciona con una lista, cada vez más amplia, de cosas que pueden hacer. Es una perspectiva muy pobre, que reduce el problema en una cuestión laboral con matices de conveniencia. 

El cambio duradero requiere profundizar teológicamente en el lugar que las mujeres tienen en la Iglesia. Ha alentado la necesidad de hacer una teología femenina, descubrir el papel fundamental que las mujeres han tenido en la Iglesia desde los primeros tiempos del cristianismo. Para esto el Papa ha querido dar relieve a las mujeres del Evangelio, desde la Virgen María hasta María Magdalena. Por expreso deseo del Papa, la celebración de la Magdalena, a la que el Papa llama apóstola de los apóstoles, ha pasado a ser un día de fiesta en la Iglesia. Juan Pablo II ya había resaltado la importancia de las mujeres en el Evangelio, y Francisco ha actuado en continuidad con ese magisterio. Sencillamente, lo que estaba formulado teóricamente, ha tenido la audacia de ponerlo en marcha. Francisco sabía dónde quería llegar, tenía claro el cambio y lo ha demostrado con la absoluta coherencia de sus decisiones. Pero un cambio de mentalidad requiere paciencia, y no debería sorprendernos que las novedades encuentren resistencias entre los que se aferran a la frase siempre se ha hecho así.

Llegar a la armonía en el cambio necesita tiempo, pero dar el primer paso, con el que se abre el camino requiere grandes personas. No me cabe duda de que el papa Francisco ha abierto horizontes que ya no se volverán a cerrar. Ha recordado que la Iglesia es mujer, por lo que solo con nosotras, las mujeres, se puede ser realmente Iglesia.