Joan Fontrodona, Profesor del IESE, Universidad de Navarra
La buena educación
Leo en la prensa que los estudiantes que iban a hacer los exámenes de Selectividad llegaban con la natural preocupación ante lo desconocido y salían a carcajada limpia por lo fácil que habían sido las pruebas. Tan fáciles que uno de los examinadores llegaba a calificarlas de frívolas. Llueve sobre mojado, porque hace unas semanas, la misma sensación tuvieron los alumnos de sexto de Primaria al enfrentarse con las pruebas de evaluación del final de esa etapa educativa.
Ya se sabe: hecha la ley, hecha la trampa. ¿Qué quedamos mal en los rankings sobre el nivel de educación del país? Pues sencillo: pongamos exámenes más fáciles y subirá la nota media. Preparémonos para ver en los próximos días titulares hablando de la mejora del nivel educativo de los alumnos españoles. Eso sí, esperemos que los demás países sean más serios que nosotros, y no se dejen llevar por estas soluciones cosméticas. Si lo hacen, acabaremos en una escalada inflacionista de las notas, como de hecho parece percibirse ya en las notas que dan los colegios. Como razonaba un profesor universitario: «¿Por qué me voy a complicar la vida suspendiendo a los alumnos, teniendo que dar explicaciones y teniendo que corregir más exámenes? Aprobado general, y ya les suspenderá la vida».
Justo en estos mismos días se anuncia que el Pacto por la Educación propuesto por el Ministerio se va al traste. Los partidos políticos son incapaces de ponerse de acuerdo en qué debe consistir una educación de calidad. Al menos en Catalunya hemos dado un paso más, y sí se ha podido aprobar una ley suficientemente consensuada. Claro que aquí el Conseller d'Educació va a huelga por mes. No debe ser nada fácil conseguir tener a todo el mundo descontento. La última: el Govern decide equiparar a los profesores de la escuela concertada con los funcionarios y aplicarles el mismo recorte salarial. Así matamos dos pájaros de un tiro: nos ahorramos algunos costes y asfixiamos un poco más a la escuela concertada.
Hace un par de semanas, tuvimos una mesa redonda en el Col.legi de Llicenciats de Catalunya para hablar de qué valores es preciso recuperar para afrontar con éxito la recuperación económica. Desde el mundo empresarial se reclamaba la necesidad de valores que reconozcan la cultura del esfuerzo, el trabajo bien hecho, la visión solidaria y el trabajo en equipo. Desde el mundo educativo se reconocía el empobrecimiento sucesivo que las distintas leyes de educación han tenido en la formación de los alumnos, la pérdida de autoridad en las aulas, el individualismo y la pasividad de los jóvenes. La brecha entre lo que la sociedad espera de las futuras generaciones y cómo éstas se están formando parece agrandarse día a día.
Se dice siempre que la sostenibilidad consiste en dejar un mundo mejor a las futuras generaciones. Quizás el primer paso sería hacerlas mejores a ellas mismas, darles una buena educación, una educación sostenible. Y no parece que sea el caso. Los partidos políticos siguen enfrascados en sus peleas e intereses; los gobernantes, más preocupados en no perder el control de la educación que en la calidad de la misma; y la sociedad atónita y aturdida ante el bochornoso espectáculo y los lamentables resultados. Eso sí, pongámosles exámenes fáciles para que se vayan a casa contentos y tengamos unas vacaciones tranquilas. Y mientras, otro año perdido.