Alban d'Entremont, Director del departamento de Geografía y Ordenación del Territorio, Universidad de Navarra
Sobre el descenso de la natalidad en España
La natalidad en España se ha frenado, después de diez años de ligera remontada desde los bajísimos niveles de hace una década. Esta noticia no constituye una sorpresa para los que conocen los engranajes de los fenómenos demográficos o la historia social y económica reciente de España. Tampoco es una buena noticia, pues España necesita revitalizar sus estructuras demográficas, aunque el descenso señalado -de un 11,4 a un 10,7 de nacimientos por mil habitantes- no es en sí gravísimo, a no ser que indique una trayectoria que vaya a acentuarse en el futuro a corto y medio plazo. En este sentido, la diferencia de niveles de fecundidad entre un año y otro no constituye una "serie histórica" propiamente dicha, sino un hecho puntual, sin más. Habrá que esperar unos cuantos años para comprobar si esta variación es meramente coyuntural o indicativa de un verdadero cambio de tendencia. De confirmarse ésta, comprometería seriamente el futuro de España, en lo que a pérdida de efectivos poblacionales, penuria de juventud y aumento del envejecimiento se refiere.
La explicación que da el Instituto Nacional de Estadística (INE) es acertada, ya que efectivamente tienen que ver con este "parón" los hechos señalados: disminución de nacidos de madres extranjeras, reducción del número de mujeres en edad fértil, descenso de enlaces matrimoniales y aumento del llamado matrimonio entre personas del mismo sexo. En cuanto a las mujeres extranjeras, no extraña que se hayan ido acomodado paulatinamente a las pautas "occidentales", no sólo por emular el ejemplo de la población autóctona en materia de contracepción o modelo de familia reducida, por ejemplo, sino también por la crisis económica que, naturalmente, afecta negativamente a la formación de familias, y que está siendo especialmente aguda entre la población inmigrante. La reducción del número de mujeres en edad de procrear es el resultado lógico de la baja fecundidad que experimenta España desde hace más de una generación, más el hecho de que la población envejece progresivamente, como resultado de esa misma baja natalidad. La baja nupcialidad es una continuación de pautas largamente observadas en España, que tienen que ver con cambios en la mentalidad "tradicional" de formación de hogares, acoplada a la edad de contraer matrimonio, cada vez más avanzada, lo que reduce sustancialmente, a los efectos prácticos, el llamado período procreativo de las mujeres.
En cuanto al ligero descenso de la mortalidad, ello obedece fundamentalmente al aumento de la esperanza media de vida al nacer, según la cual España se sitúa a la cabeza del mundo, con vidas medias, tanto masculinas como femeninas, superiores a los 80 años. Sin embargo, como muy bien señala el INE, este descenso ha sido insuficiente como para frenar el descenso, igualmente, del crecimiento vegetativo o natural (diferencia entre nacidos y fallecidos), que con apenas 110.000 personas de aumento, dista mucho de los niveles de los últimos decenios.