Onésimo Díaz, Profesor de Historia del siglo XX en la Universidad de Navarra
China y la Iglesia: la caída de un “muro” de setenta años
El sábado 22 de septiembre de 2018 pasará a la historia por la firma de un acuerdo entre China y el Vaticano sobre el nombramiento de obispos. De este modo se ha dado un paso de gigante en la mejora de las relaciones entre el gobierno chino y las autoridades vaticanas después de setenta años llenos de dificultades.
Mao Zedong (1893-1976) ganó la guerra civil china e implantó un régimen comunista totalitario. A partir del 1 de octubre de 1949, los tribunales de justicia fueron reemplazados por comités del partido y la censura aherrojó a todos los medios de comunicación. Entre los perseguidos del régimen maoísta se encontraban los católicos. Ante esto, Pío XII publicó la encíclica Ad Sinarum gentem (1954), sobre la persecución de la Iglesia en China y la existencia de una iglesia nacional china separada de Roma. En 1957, el Papa condenó la asociación patriótica de los católicos chinos.
Tras la muerte de Mao, Deng Xiaoping se propuso una gran reforma, basada en tres grandes retos: la modernización de la agricultura, la concesión de cierta autonomía a la industria, y la inversión extranjera en el Sur y en la costa. A partir de este momento China comenzó a abrirse más al mundo y no solo económicamente. Poco a poco, el gobierno de Deng Xiaoping y sus sucesores abrieron una época de cierta tolerancia con la Iglesia.
En los últimos años, las fronteras entre la llamada iglesia patriótica, controlada por el gobierno, y la iglesia clandestina, perseguida en algunos momentos por las autoridades locales, se han ido desdibujando. No obstante, mientras en algunas diócesis los obispos y sacerdotes podían moverse con libertad y los fieles acudir a las parroquias, en otros lugares el gobierno encarcelaba y perseguía al clero y al pueblo cristiano.
Todo parece apuntar que el acuerdo firmado ayer podría desembocar, en un futuro más o menos cercano, en la progresiva desaparición de esas “dos iglesias” y la creación de un espacio de cierta libertad concedida por el gobierno de Pekín.