Santiago Álvarez de Mon, Profesor del IESE, Universidad de Navarra
Pese a todo, feliz Navidad
Enumero algunos problemas que arrastramos como civilización. El primero, de triste actualidad, la crisis, con la tragedia del paro como principal consecuencia. Desgraciadamente, persiste una visión especulativa e insaciable de la actividad económica, que se impone a una lectura más amable y humanista. Mientras las personas se perciban como un problema a resolver, y no como los artistas principales de la función, ellos sostienen todo el tinglado, nos limitaremos a poner parches, a detener la hemorragia, pero el enfermo seguirá empeorando.
Segundo problema, todavía más grave e intrincado. La tentación totalitaria, siempre presente en el torturado deambular de la familia humana, se asocia con el fundamentalismo religioso para degenerar en cocktail explosivo. ¿Qué hay detrás de Afganistán, Irak, Irán…? Unas élites dirigentes corruptas y amorales, unos locos dispuestos a inmolarse en la seguridad de que les espera el paraíso, y entre "socios" tan siniestros, las pobres gentes condenadas a la miseria. Ése es el gran desafío de Occidente, atacar el déficit educativo y sanitario de países varados en el túnel de la historia, al tiempo que restablece el derecho y la seguridad. Mientras no se afronte ese reto, a los ayatollahs les resultará fácil captar "héroes" en los ignorantes caladeros de una población oprimida.
Tercer asunto, contiene todos los ingredientes para ser delicado y pospuesto. ¿Horizonte temporal?, todavía lejano. ¿Diagnóstico?, complejo, sobre todo, si predominan los lobbies sobre los estudios científicos ¿Problemática?, global, nadie escapa a su expansiva influencia. ¿Responsabilidad? De todos, diluida, aunque algunos estén evidentemente más enmerdados. ¿Costes de resolución?, altísimos.
Algunos jugadores, a largo plazo, llevan las de perder. Habría que ayudarles para que no se atrincheren en posturas numantinas e insolidarias. ¿De qué les hablo? Del futuro del planeta, de su mantenimiento y limpieza. Contemplen los factores arriba mencionados, añadan algún otro que se me escapa, y entenderán las razones del fracaso de la cumbre de Copenhague. Cuarto tema. Engloba alguno de los inputs del anterior –el dolor no se ve, queda apagado por la euforia de los más prepotentes, el inmediato presente se impone a un futuro sombrío y triste– con el agravante de una excepcional dimensión ética. Escribo del aborto.
¿Qué se puede esperar de una sociedad que silencia el latido del corazón de una criatura de 14semanas –los que hemos ido al ecógrafo sabemos con qué potencia suena–, embutida en un discurso de derechos y progreso de la mujer? ¿De qué se ríen las ministras? ¿Qué aplauden los diputados? ¿Por qué no se vota secretamente, como la supresión de los toros? ¿Miedo a que la conciencia se despierte y se atreva con la dictadura de partido? Y que conste que hablo desde una perspectiva laicista. No necesito mi fe ni apelar a Dios para comprender que es el fracaso de una sociedad incapaz de proteger a los más indefensos. Pobres adolescentes manipuladas –la angustia de la pérdida no se extingue fácilmente–, farisea clase política, y miserable negocio de clínicas y médicos definitivamente extraviados.
A todas estas, digiriendo mi pena y mi rabia, ¿hay sitio para la esperanza? Buceando una respuesta sincera –¡qué fácil sortear un campo minado con palabras hueras!– me encuentro con una valiente mujer saharaui que denuncia un régimen injusto, que pone en evidencia a una ex potencia colonizadora y que obliga a dos países con intereses en la zona a movilizar toda su artillería diplomática. El poder del individuo frente al Estado, la dignidad y derechos de una persona desarma y desnuda la política de los números, las comisiones y los contratos.
Varias como Aminatou Haidar, provistas de Internet, y muchos gobiernos opresores tendrán que pensárselo dos veces. Otra razón para sonreír y disfrutar el regalo de la vida. Mañana, casi todos, celebramos el nacimiento de un hombre excepcional que predicó y practicó el amor, la amistad, el perdón, la bondad, la paz. Mañana, algunos, entre los que me encuentro, celebramos el nacimiento del hijo de Dios. La fe no es un refugio para débiles, sino un compromiso con lo más sublime y noble de nuestra esencia. Yo brindaré, con cava catalán, por los sin voz. A todos, Feliz Navidad.