Sarah Carrica-Ochoa, Profesora de la Facultad de Educación y Psicología
Un día para actuar por la educación de calidad
La educación es un derecho humano, un bien público y una responsabilidad colectiva. Así comienza la UNESCO en su web su texto de conmemoración del Día Internacional de la Educación. Hoy, 24 de enero, es el segundo año que se celebra el papel que desempeña la educación en la búsqueda de la paz; en el desarrollo de sociedades justas, resilientes y sostenibles -en sus tres dimensiones: económica, social y ambiental-; en definitiva, en el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Sí, de todos los objetivos del desarrollo, no solo uno. Y es que, hoy se recuerda que la educación es la herramienta a través de la cual podemos llegar a desarrollar todo nuestro potencial a nivel personal y social. Lo que significa mejorar y luchar por situaciones de pobreza, de desigualdades varias, de salud, de medio ambiente, de relaciones y de otras tantas cuestiones que continuarían esta lista.
Para todo esto, no sirve una cualquier educación, sino que se habla de una educación de calidad. En el mensaje que lanza este año Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO, se hace un llamamiento a la acción de todos los agentes, a todos los niveles, para que este derecho sea una realidad para todas las personas. Ante esto –y sin poder estar más de acuerdo con ese deseo– me surge la siguiente pregunta: ¿Qué es una educación de calidad?
Pienso que hablar de una educación de calidad supone hablar de tres cosas principalmente.
La primera, capacitar a las personas para elegir su propio proyecto vital. La educación tiene el cometido de garantizar a las personas el acceso a tener unas vidas dignas de ser vividas, como diría la Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, Martha Nussbaum. Y una vida digna de ser vivida, más allá de debates políticos, económicos e ideológicos que enriquecen pero a veces desvían la atención a cuestiones no educativas, es una vida elegida por una persona capacitada para poder decidir su proyecto vital, es decir, que se conoce, conoce sus opciones y posibilidades y en base a ello decide lo mejor para ella y su entorno.
La segunda, exigir nivel en los contenidos. Quizá alguna vez ha servido hablar de currículums de mínimos, pero desde luego hoy en día no sirve. No nos conformemos con que nuestros hijos tengan conocimientos básicos. Celebrar por segundo año este día es una muestra que nos ha costado visibilizar el papel de la educación en el desarrollo de las sociedades –sorprendente que no haya sido hasta 2019–. Sin embargo, se está reconociendo su valor, y aunque hemos mejorado mucho y hay datos esperanzadores que lo muestran, parece que aún nos tenemos que creer que todas las personas nos merecemos lo mejor. Exigir es lo mejor que podemos hacer, en el sentido de confiar en las capacidades de las personas, sin limitar sus posibilidades y por tanto derechos.
Por último, apostar por la educación inclusiva, sin condiciones. Entiendo la educación inclusiva como reconocer la diversidad, fomentando la participación de toda la comunidad en el proceso de enseñanza-aprendizaje. La educación inclusiva no es una opción, sino una condición y la vía para la inclusión social.
En definitiva, la educación de calidad es aquella que busca por un lado mejorar la calidad de vida de las personas (a través de procesos de empoderamiento, capacitación y relación) y por otro la cohesión social (a través de la participación y corresponsabilidad ciudadana). Es una educación que con esa doble finalidad, individual y social, contribuye al buen desarrollo comunitario.
Volviendo al mensaje de Azoulay de pasar a la acción, ojalá lo hagamos como ejercicio de responsabilidad colectiva, buscando garantizar una educación de calidad para todas las personas, de todas las edades y de todos los lugares. Y es que, como se suele decir, la educación de calidad es un derecho y un deber de todas las personas. Celebremos entonces este día, actuemos por él y ojalá algún año, más pronto que tarde, sirva para celebrar la educación de calidad para todas las personas y no para defender y recordar su necesidad.