Asier Barandiaran, Cátedra de Lengua y Cultura Vasca, Universidad de Navarra
El hogar de la madre
Un profesor universitario hablaba de la casa del padre, contraponiéndola al fuego de la madre, al calor del hogar por ella creada. La casa del padre, a la que hace referencia el poema mítico de Gabriel Aresti Nire aitaren etxea, podría representar la construcción política que a veces se quiere hacer partiendo de unos valores culturales; pero esa casa es muy difícil de sustentar, de defender o de crear. Por otra parte, tenemos el hogar de la madre, el fuego y el calor amoroso de la amatxo, que simboliza la comunidad lingüística que se transmite de generación a generación, en el entorno familiar y social cercano. Lo que realmente somos.
El pasado 21 de febrero se celebró el Día Internacional de la Lengua Materna. Es ilustrativo que hablemos así sobre la primera lengua que aprendemos, porque no hay nada como el afecto que impregna a las primeras palabras de la madre a su bebé y que quedarán siempre en su memoria.
Ciñéndonos a nuestra realidad cercana, una lengua milenaria como es el euskera durante mucho tiempo no ha tenido otro valor concedido que el de ser la lengua materna, usada en el ámbito privado de ciertas personas y grupos de lo que se ha llamado Euskal Herria (cultural y lingüística) y que sólo recientemente ha gozado de oficialidad.
Una de las características de una sociedad culturalmente avanzada (con todos sus peros y problemas) es el reconocimiento de los derechos y necesidades culturales y lingüísticas de las minorías. Sin embargo, con motivo del día dedicado al idioma materno, habría que recordar que en la Europa de la democracia y del Estado del Bienestar todavía hay culturas y lenguas que no tienen asegurados todos sus derechos y que, incluso, poseen serios obstáculos para desarrollar sus potencialidades con normalidad y en servicio de nuestra aldea global.
En Navarra, aunque no sólo representa eso, el euskera sigue siendo una lengua materna para muchos navarros. Para otros, es la lengua de la amatxi o de la berramatxi. Y hay quienes no tienen antepasados conocidos que la hablaron, pero que la consideran muy suya, como valor cultural e identitario, etc., a pesar de no dominar su uso. Y la Ley Foral del Vascuence así lo debería refrendar, aunque sólo permita la oficialidad en la zona vascófona.
Pero, por encima de leyes, ha sido la iniciativa popular la que ha "tirado del carro" muchas veces, a pesar de obstáculos y reticencias por malentendidos que proceden de la ignorancia o de la manipulación. A medida que se superan esos malentendidos y se diferencia entre opciones políticas y defensa de la cultura como bien de todos, los navarros han ido mostrando una mayor adhesión hacia la promoción del euskera en Navarra, como lo señalan las encuestas sociolingüísticas.
Queda en manos de la Administración y del Gobierno de Navarra fomentar el acceso a esta lengua a través de la enseñanza, la política cultural y los medios de comunicación. Así lo han recordado los comisionados del Consejo de Europa encargados de redactar el segundo informe sobre el cumplimiento de la Carta Europea de las Lenguas Regionales y Minoritarias, que conlleva una serie de medidas y políticas a favor del euskera en la Comunidad Foral.
En 2011 se cumplirán 25 años de la Ley Foral del Vascuence, ley que pretendía "promover e impulsar" una lengua propia de Navarra. Sin negar ni ocultar lo que de bueno se ha hecho hasta ahora, parece obvio que queda todavía mucho por hacer. En el ámbito de la enseñanza, por ejemplo, no se puede ignorar que ya existe un bilingüismo muy arraigado y es eso de lo que hay que servirse para dar el paso al plurilingüismo, como afirman los expertos. El "puenteo" no es bueno, en este caso, ni para la convivencia social ni para conseguir buenos objetivos. El inglés es en estos momentos una lingua franca. Aprovechemos esto para que, sin mermar el bilingüismo ya real en nuestra comunidad, demos el salto a un plurilingüismo con inglés y otros idiomas.
Volviendo a la imagen de ese profesor universitario, que además es bertsolari, estamos a tiempo de dar aire al fuego de la madre o al de la amatxi.